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Más allá del tópico de cansados pero satisfechos
Sevilla/Bastaba echar un ojo a la cola del tren que volvía este lunes de Pamplona a Madrid, y de ahí a toda Andalucía, para darse cuenta que el Flamenco On Fire ha cumplido con creces su objetivo primero de hacer viajar el flamenco al norte, como reza aún en su lema. Porque lo cierto es que en sus seis ediciones ha logrado convertirse en un festival imprescindible tanto para los artistas como para expertos, aficionados y curiosos, en general. Que de todo pululaba en estos vagones donde lo raro era que no escuchar a alguien que hablara de qué le había parecido éste o aquél espectáculo.
Claro que, más allá de su proyección mediática y su consolidación entre las citas flamencas estivales, el verdadero reto del On Fire estaba este año en lograr que el interés por el género calase entre una población local ciertamente ajena al mundillo jondo. De ahí que, como ya adelantaba su director Miguel Morán a este medio, los esfuerzos se hayan centrado en potenciar las actividades de gratuitas de calle que persiguen impregnar de cante, baile y toque todos los rincones de la capital navarra.
En este sentido, según los datos oficiales ofrecidos este martes en rueda de prensa, alrededor de 63.000 asistentes han pasado por alguna de 68 propuestas programadas durante los seis días de festival en 14 espacios distintos de la ciudad pamplonesa, lo que supone un 14% más que en la anterior edición. En concreto, más de 9.600 personas han presenciado los espectáculos principales, llegándose a colgar el cartel de ‘no hay billetes’ en ocho de las 12 propuestas programadas en el Auditorio Baluarte.
Pero, sin duda, donde más se ha notado el incremento de público ha sido en los ciclos gratuitos que han reunido en torno a 51.000 personas, un 20% más que en 2018. Esto se debe en gran parte al incuestionable éxito de los recitales en los balcones, una original iniciativa que los pamplonicas reciben entusiasmados, entre vítores, bailes y oles, y que ha permitido disfrutar de figuras como Tomatito, Ketama, Rocío Márquez, María Terremoto (que encandiló después con su poderío en el ciclo nocturno), David Lagos o Rancapino, entre otros, artistas todos en cartel.
En esta línea, otro de los aciertos de esta sexta convocatoria ha sido la incorporación de El Bosquecillo, un precioso y céntrico parque que ha ofrecido cada día ocho horas de música sin interrupciones entre las jam flamenca y los conciertos de artistas jóvenes como María José Llergo, José del Tomate, Ezequiel Benítez, la banda de Ketama o Sergio de Lope, músico cordobés que revolucionó la tarde con una interesantísima y entusiasta propuesta junto a su excelente banda (David Caro a la guitarra, Javi Rabadán a la percusión, JuanFe Pérez al bajo) y a Matías López ‘El Mati’ Matías López ‘El Mati’al cante, ganador de la Lámpara Minera de La Unión que se encargó de demostrar que viene dispuesto a romper esquemas.
Aquí, por tanto, al aire libre, entre hamacas, food trucks, degustaciones de bebidas y una ‘Flamencoteca’ para los más pequeños, miles de personas han desafiado las altas temperaturas de este agosto pamplonés haciendo palmas a compás en un ambiente distendido y de ocio, bastante poco habitual en los círculos jondos.
Y es que si algo destacan quienes se reúnen en este On Fire es el que ha sabido encontrar su sello, rompiendo con los formatos clásicos y fijando su modelo más en festivales de otras músicas. Algo que se percibe en detalles como el uso de vasos retornables (por supuesto con imagen corporativa) en El Bosquecillo, en las acciones de promoción como las mesas y bicicletas que pasean por toda la ciudad informando del evento, en los patrocinios o en acciones paralelas como la ruta gastronómica del Pintxo de Sabicas donde, cosas de chefs, han llegado a convertir al maestro en rana.
Sin embargo, es la programación la que sigue suscitando más críticas entre la afición por considerar, por un lado, que recurre a los grandes nombres del star system jondo sin un criterio artístico fundamentado (Tomatito y José Mercé, Sara Baras, Ketama, Rocío Márquez y Drexler, Rocío Molina e Israel Galván, entre los protagonistas). Y, por otro, que está colonizada por determinados círculos madrileños que se repiten año tras años. Además, aunque el enfoque vanguardista sea bien recibido, como se pudo comprobar con los espectáculos Caída del cielo de Rocío Molina y el Fla.co.men de Israel Galván, que desataron la euforia en el patio de butacas, este año se ha percibido una evolución en el público de Pamplona que cada vez es más exigente y más crítico con lo que llega.
Por eso, al margen del triunfo en las cifras es el momento de hacer reflexión y anotar los errores o imprevistos (horarios, meteorología…) para afrontarlos en 2020, como admitía a este medio el propio Morán en el Candelas de Pamplona, nombre con el que uno de los productores del On Fire ha bautizado a la zona del Hotel Tres Reyes que da lugar a charlas infinitas tras el Ciclo Nocturno. Porque, si en algo coinciden todos los invitados es en destacar que el On Fire es “más que un festival un encuentro en el que nos sentimos como en casa”.
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