Bach baila tangos

CLAUDIO CONSTANTINI | CRÍTICA

Claudio Constantini en el Alcázar, un concierto de lujo.
Claudio Constantini en el Alcázar, un concierto de lujo. / ACTIDEA

La ficha

****Noches en los Jardines del Real Alcázar. Programa: Fantasía cromática y fuga en  Re menor BWV 903, Chacona en Re menor BWV 1004, Concierto en Re menor BWV 974 y Toccata y fuga en Re menor BWV 565, de J. S. Bach; ‘Verano porteño’ y ‘Milonga del Ángel’, de A. Piazzolla. Bandoneón: Claudio Constantini. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Viernes, 9 de agosto. Aforo: Lleno.

Desarrollado en Alemania a mediados del siglo XIX a partir de instrumentos similares como la concertina, el bandoneón nació para suplir la ausencia de órgano en muchas congregaciones de fieles que no podían permitirse el coste de tal instrumento. Con su sonido rico en armónicos y sus posibilidades polifónicas, podía acompañar a la perfección el canto dominical. Eso sí, desde su llegada a Argentina, llevado por inmigrantes alemanes a principios del siglo XX, el bandoneón se ha mimetizado de forma indeleble con el tango y sus derivados. Ambas facetas, la del “órgano de los pobres” y la del sonido porteño, fueron la base del espectacular concierto de quien pasa por ser hoy día el virtuoso número uno del instrumento, el peruano Claudio Constantini. Y tiene mucho mérito el llegar a dominar de tal manera el bandoneón, al que el propio Ástor Piazzolla calificó de “instrumento diabólico”. Sin teclas, con 38 botones a un lado y 33 al otro, sin que el intérprete los pueda visualizar y con tonalidades diferentes según se abra o cierre el fuelle, su ejecución es endemoniadamente compleja.

El perfil tímbrico del bandoneón y sus posibilidades polifónicas lo hacen especialmente apropiado para revestirse de la música para teclado de Bach. No arrancó bien la Fantasía cromática y fuga, con unos primeros pasajes confusos y faltos de hilazón, pero pronto se enderezó la interpretación de Constantini, meditativa, pausada, sin acelerones, recreándose en las frases y marcando especialmente los acordes graves que marcan el camino armónico de la obra. La famosa Chacona, original para violín solo, gana en texturas y en profundidad en las manos de Constantini, que enriqueció la escritura original desarrollando las voces de forma más clara y con especial atención a las notas pedales. No fue una versión volcada hacia el exhibicionismo técnico, sino una lectura profunda, seria, como esa reflexión sobre la muerte que puede que esté en el origen de la obra original. En el concierto de Alessandro Marcello que Bach transcribió para teclado y Constantini para el bandoneón, se compaginaron la agilidad y la destreza técnica de los movimientos extremos con el lirismo y el sentido de la línea cantable del central. Y culminó la parte bachiana de la noche con la famosa Toccata y fuga en re menor (que sea de Bach y que fuera escrita para el órgano está actualmente en duda, por cierto), en la que el peruano derrochó agilidad en la digitación, precisión tonal y sentido de la musicalidad, incluso en el fulgurante final de una fuga que fue todo claridad en el desarrollo de las voces.

Bandoneonista él mismo, Piazzolla es el maestro indiscutible del tango moderno, enriquecido por su formación académica en Nueva York y en París con Nadia Boulanger. Con la selección de sus obras más conocidas, Constantini pudo recrearse en la rítmica cambiante, en los golpes de fuelle sobre la pierna, en las síncopas, en las veloces series de notas; pero también en la maravillosa poesía de las melodías que a Piazzolla prácticamente se le caían de las manos. Todo un lujo para el ciclo del Alcázar.

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