‘Babel’, de Dorantes y Moisés P. Sánchez: música recién nacida
Guiados por una “anarquía creativa con cimientos muy potentes”, los dos pianistas se alían para componer un concierto que estrenarán este sábado en Madrid con motivo del Día Internacional del Piano

Son apenas las nueve de la mañana en el estudio de David Peña Dorantes en el Aljarafe, un espacio repleto de instrumentos y equipos de sonido que se ve empequeñecido por la presencia del teclado que Moisés P. Sánchez adosa al piano de cola del lebrijano. Repasan una línea melódica que han compuesto juntos, los primeros segundos de música que comparten del proyecto que los ha unido, Babel, un concierto original que estrenarán este sábado 29 de marzo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid para celebrar el Día Internacional del Piano. Se han conocido personalmente el día anterior, pero trabajan desde hace semanas en las partituras de este “banquete musical, la conjunción de dos idiomas donde dialogar y compartir”, como explica Dorantes. “El título Babel define muy bien esa diversidad. Tenemos educaciones y lenguajes distintos; a mí se me asocia más con el jazz y a Dorantes con el flamenco, pero conectamos”, apunta Sánchez.
Vamos a crear música pensando el uno en el otro
Su unión supone el encuentro de dos de los talentos sobresalientes de este país, quizás por ello acatan una suerte de mandato moral y han decidido componer música original para este concierto: “Fue una de las primeras cosas que hablamos. A los dos nos define un sello personal. Si nos juntábamos, era haciendo nueva música pensando el uno en el otro. Queríamos dejar el tonteo fuera, queríamos credibilidad, y los primeros en dársela somos nosotros. Esto es hacer una obra desde cero”. El lebrijano no concibe otra opción: “Forma parte de tu ser, es una llamada. Nunca me entretendría tocar Beethoven perfecto, para mí sería una pérdida de tiempo, para otros músicos no, pero yo necesito reconocerme en lo que hago”.
Esta ambición eleva la categoría del reto, que huye además de lugares comunes: “No vamos a hacer flamenco jazz, es una meditación anclada en otras referencias. Es casi más cercano en la música culta occidental. Yo compongo una suite o una sonata, pero por ahí pueden aparecer desarrollos en seguiriya, pero anclado en un lenguaje contemporáneo”, continúa Sánchez, quien de improviso percute la mesa explicando cómo ha ideado una bulería en once por ocho, alterando el compás habitual: “Yo quizás no me hubiese metido en una composición así si no fuera pensando en David, pero una parte de mi música se basa en la polirritmia. Ahí está el acercamiento al flamenco con un giro: no es una bulería, le falta un compás. Creo que esto define el concepto”.
En ese instante, Dorantes, como devolviendo un cumplido, explica qué le atrae de la música de su compañero: “Su cabeza es flexible y amplia, compartimos filosofía. Es difícil definirlo, pero siento que nos une una especie de anarquía con unos cimientos muy potentes. Moisés hace lo que le da la gana. Él sabe decir las cosas, elegante, coherente. Una estética tremenda tanto armónica como rítmica. En él hay música clásica, jazz, música eslava…”
La enunciación de sus diversas influencias abarca buena parte de la conversación, en la que sobresale el nombre de Béla Bartók, un símbolo de esta aventura que mezcla influencias populares y cultas de distintas vertientes y épocas con el piano como elemento catalizador, al que se sienten unidos por vínculos muy distintos. Dorantes se apresura a restar solemnidad a un instrumento en el que ha creado su propia tradición dentro del flamenco: “Para mí el instrumento no es tan importante como el intérprete. Nunca me dio respeto el piano, me respeto y cuido a mí. Ahora mismo he encontrado mi lenguaje y el piano me sirve, pero nada más”.
La música es un arte que requiere toda la vida, y ni aún así te da tiempo
En cambio, Sánchez se reconoce cargado de responsabilidad: “Sí, me crie con respeto a lo que implica tocar el piano como yo quería tocarlo, sobre todo porque mi padre me puso a estudiar con tres años. Si quieres tocar el piano bien, es algo muy gordo”. No obstante, desmiente la imagen inaccesible, casi de ser mitológico que pesa sobre el piano: “En España la gente no se podía permitir un piano en casa, aquí eso se ha notado mucho. Era mucho más fácil una guitarra, más barata y portátil. El piano no es portátil, eso le da una serie de características dentro de lo social, pero no tiene que ver con su dificultad. Puedes tocar Imagine de John Lennon y luego Rachmaninov. Mucha gente siente cerca a Lennon y a Rachmaninov elitista, pero todo depende del nivel de profundidad que necesites”.
Una profundidad que ven desterrada de la música comercial actual, una merma que a Sánchez preocupa especialmente: “El arte actual es el reflejo de la demanda de la sociedad y su modelo ultraliberal. Antes había una capacidad para entender complejidades y grandes desarrollos que se ha perdido. Génesis llenaba estadios con temas de 24 minutos pero, si le pones eso a un chaval hoy, se desmaya. ¡Claro que la música de Vicente Amigo es tan culta como la de Stravinsky!, porque hay una entrega al conocimiento. Bajo la excusa de “para gustos colores”, me amparo en que todo es igual de válido, La Consagración de la Primavera como Bad Bunny, y no. Tenemos que defender la integridad del conocimiento, la música es un arte que requiere toda la vida, y ni aun así te da tiempo”. Dorantes ahonda en esa sensación de música desechable: “Hay que tener claro que es música y que es sonido. Es como un vaso de papel o un vaso de cristal de Bohemia: no son lo mismo. A mí esa música no me gusta, el nivel es bajísimo. Creo que es fruto de una sociedad de consumo, donde todo es de usar y tirar”.
Pero existe el refugio de su vocación, que definen como “empujar los límites”, “expandir la armonía” o “derribar convencionalismos”, la aventura de crear una música recién nacida de la memoria y la imaginación.
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