'Sin azúcar': una mirada a Marruecos desde el cariño
Novedades literarias
Mireia Estrada narra su crecimiento como persona en un país distinto al suyo.
La autora presentó su libro esta semana en la Fundación Tres Culturas.
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A medio camino entre la autobiografía, la crónica familiar y el ensayo, la escritora Mireia Estrada ha realizado "desde el cariño y el reconocimiento" un recorrido por el Marruecos que ha conocido gracias a la relación con su marido, y considera que Sin azúcar -editorial Cuatro Lunas- es un libro que muestra su propio crecimiento como persona en un país distinto al suyo.
Los detalles de este libro los explica en una entrevista con EFE en la Fundación Tres Culturas de Sevilla, donde lo presentó, y detalla los motivos de su original forma de escribir, ya que el lector sigue lo que cuenta alguien en segunda persona: "La primera vez que visitaste la casa de los suegros, en Casablanca, en el primer viaje como pareja oficial de Momo y todavía sin niños ni papeles, tus cuñadas Rita y Nawal te recibieron con leche, símbolo de pureza, y dátiles, fruta bendita", dice nada más comenzar.
Una forma verbal que usa porque "me sentía demasiado vulnerable y demasiado expuesta", y concreta que "aunque este yo puede ser totalmente ficcionado, está claro que esto no se trata de una ficción", y usar la primera persona "implicaba una desnudez, aunque no fuera tal, pero me sentía un poco violentada".
Usar la tercera persona, por otro lado, "lo encontraba demasiado ficcionado, olía demasiado a ficción", con lo que decidió usar "un recurso que rápidamente surgió y en el que yo me he sentido muy cómoda", y que hace que los lectores "lo vivan fácilmente en un principio, y para mí, a nivel literario, es muy fácil defenderlo.
Como su propia sinopsis explica, Sin azúcar invita a reflexionar sobre la complejidad de la integración social, el choque de culturas y la identidad femenina, mostrando "un relato que nos confronta con nuestros propios prejuicios y nos abre la mente a nuevas realidades".
El libro arranca con un suceso luctuoso en la familia, pero rápidamente vuelve al momento en que Mireia y su marido, Mohamed, llegan a Marruecos para conocer a su familia. Veinte años después, los viajes que han realizado entre la metrópoli de Casablanca y el duar, la aldea de los padres de Mohamed, le han "revelado otra cultura y le han permitido conocerse mejor" a sí misma.
Y todo, escrito "desde el cariño y el reconocimiento", sin reproches ni críticas a lo que ha visto, que engloba en el marco de las costumbres del pueblo marroquí. "Este libro ha sido mucho más para dar valor a una experiencia que, yo pienso, es muy valiosa, y que pocas personas con las que yo me relaciono y que incluso tienen un vínculo fuerte con Marruecos sin ser marroquíes, han tenido la suerte de vivir desde en este lugar", dice.
Nacida en Barcelona, Mireia Estrada, que se define a sí misma como "medio mallorquina", explica, y así se refleja en la obra, que no ha tenido "ningún choque" en Marruecos, porque "los choques que he podido tener son más bien anécdotas divertidas en las que me he visto envuelta por desconocimiento y por ignorancia mía, y por no tener las herramientas para dialogar con estas situaciones".
Recuerda, como explica en uno de los capítulos, cómo su marido le informó de que si se come en un plato en común con otras personas solo se puede coger comida "de la línea recta que sale de tu ombligo hacia el plato", pero se lo explicó tras un primer almuerzo en el que "invadió" el espacio de su suegro.
"A lo mejor lo que me ha chocado es reconocerme tanto en tantas cosas a nivel, cultural, a nivel de vivir los lazos familiares", dice la escritora, que admite que hay diferencias evidentes, como el protagonismo que tiene la religión en la sociedad marroquí, que ha podido apreciar colocándose "a cierta distancia".
Nacida en 1974, es filóloga y gestora cultural, con formación en Barcelona, Francia y Quebec, donde realizó un Máster en Literaturas Africanas Francófonas. Su espacio natural de trabajo es la intersección entre la creación, la educación y los retos sociales, sobre todo los relacionados con la diversidad cultural, y actualmente compagina su labor en la gestión cultural con la docencia de la lengua y la literatura en secundaria.
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