'Averno': danza desde las emociones
Festival de Itálica
El último ganador del Premio Max Mario Bermúdez y Marcat Dance estrenan en Itálica su nuevo espectáculo, un descenso "transformador" hasta el abismo
Un viaje al bosque profundo de Marcat Dance
Antes de que Mario Bermúdez fuera galardonado este año con el Premio Max, los aficionados sevillanos llevaban tiempo admirando el rigor y la energía de este bailarín y coreógrafo y el buen hacer de su compañía, Marcat Dance, creada junto a la norteamericana Catherine Coury y con sede en Vilches, Jaén. Trabajos como Anhelo, una indagación en los deseos humanos que se presentó en el Festival de Itálica, o El bosque, un viaje por la belleza amenazante de la naturaleza visto más recientemente en el Teatro Central, revelaban la asombrosa capacidad de estos intérpretes para rebuscar en sus sentimientos y convertir ese magma, gracias a la alquimia del movimiento, en escenas de rotunda belleza que transmitían una emoción genuina.
Ahora, el jiennense, que tras formarse en el Centro Andaluz de Danza continuó su preparación en Nueva York y en Tel Aviv, con la prestigiosa Batsheva Dance Company, regresa al Festival de Itálica –este martes y miércoles– para el estreno absoluto de Averno, una pieza inspirada en la Divina Comedia de Dante y en la que ese creador valiente que es Bermúdez se asoma de nuevo a los abismos. "Tenemos muchas ganas de soltarlo, lo vivimos como una experiencia transformadora", afirma sobre un espectáculo que, como su título refleja, "vino de un infierno. Pasaba por una situación delicada e, inevitablemente, al estar solo en el estudio y al sacar material desde esas emociones, todo eso salió afuera y se acabó convirtiendo en algo muy liberador. Los bailarines atravesamos un lugar oscuro, denso, donde usamos los miedos, las dudas, la fragilidad del ser humano, pero pienso que llevamos todo eso a su mayor potencial, que lo hemos exprimido".
Esta expedición que aborda cuestiones como la conciencia, la pasión y sus renuncias, las ansias de conocimiento y sus límites o la necesidad de trascender, parte de la simbología de Dante, de referencias como los círculos y el número siete, "pero también de esa frase de Jean-Paul Sartre, que decía que para vivir un infierno no hace falta bajarse al centro de la Tierra, que el infierno pueden ser los otros, y por tanto también podemos ser nosotros mismos". Una reflexión a la que prestan sus cuerpos siete bailarines –Bermúdez y Coury entre ellos– y a la que también contribuyen la música de José Pablo Polo, pieza clave en las propuestas de Marcat Dance, y la dramaturgia de la sevillana Isabel Vázquez.
¿Es la oscuridad el preámbulo de la luz? ¿Sienten los implicados en el proyecto que este Averno avanza hacia la claridad? Quizás porque el proceso de creación está reciente y aún resulta difícil la perspectiva, Bermúdez vacila antes de dar una respuesta: "Es muy interesante, porque ya hemos hecho algún ensayo abierto, con gente que no es experta en danza, de aquí del pueblo, y con otra gente que sí, y cada una ve esta obra de una manera. ¿Se puede decir que vamos hacia la luz? Sí, se puede, pero igual esa luz forma parte del nuevo principio de otro infierno. La iluminación, el vestuario, la música... funcionan como un conjunto en esta pieza, como una criatura orgánica, y hasta que no lo mostremos todo en Itálica no te podré dar una conclusión. Sí tengo claro que el viaje es transformador, en lo físico y en lo emocional".
Para Bermúdez, ganador también del Premio Lorca y el Escenarios de Sevilla y reconocido por la PAD, el estreno en Itálica tiene un importante valor sentimental. "Para mí Sevilla es una casa, es donde empecé en la danza contemporánea. Bailar en el Teatro Romano es uno de los mayores regalos que tendré en mi carrera. Es un festival estupendo, pero actuar en un enclave con tanta historia es un lujo".
El dossier de Averno habla del "espléndido momento de madurez" de Bermúdez, y el coreógrafo y director suscribe que se siente "fuerte para apostar por una obra como esta. No es por el premio, pero ahora puedo hacer coreografías más complejas, más arriesgadas, quizás porque llevamos tiempo labrando y es la hora de recoger la siembra. Pero yo ya presentía que debía adentrarme en este camino antes de ganar el Max", dice este artista que también promueve un festival en Vilches, Vildanza. "En un pueblo no te viene la gente que frecuenta el teatro cada fin de semana, te encuentras con un niño de cinco años y la mujer de noventa. Es algo en lo que creo: tenemos que compartir esta fortuna que es la danza con todos".
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