El atleta lógico

El contenido de este breve e inteligente volumen se impartió como lección magistral, en junio de 2009, en la Universidad Eberhard Karl de Tubinga. Si su título no clarifica mucho la materia de dicha ponencia, el subtítulo (Sobre la filosofía y la ciencia como ejercicio) tampoco ayuda demasiado a guiarnos en la prospección de Sloterdijk. Recuerda, en cierto modo, a El origen deportivo del Estado que postulaba Ortega. Sin embargo, sólo cuando sabemos que esta "muerte aparente" es el voluntario retiro del pensador, considerado como negación del mundo, empezamos a entender la sencilla teoría que aquí se encierra. Una teoría que va desde el Sócrates fabulado por Platón a la poesía de Valéry, y cuyo nudo central es la separación entre razón y existencia que articuló la filosofía de los últimos veinticinco siglos.

Sloterdijk comienza por preguntarse cuánto hay de función pedestre, de práctica inmediata y recurso vital en el hecho mismo de pensar, para deslizarse de inmediato al campo esencial de este volumen. Cómo y por qué la filosofía, el filósofo, desde los días de Sócrates (pero también Parménides y el Empédocles arrojado al Etna), escogió la seguridad del raciocinio, la inmutabilidad de las ideas, frente al desbordante flujo de la vida, resumido en Heráclito. De este hecho inicial, Sloterdijk extrae una genealogía que llega a Husserl y al Pessoa del Libro del Desasosiego, haciendo una distinción entre aquel primer alejamiento operado en Grecia, hasta la reformulación del mundo, el activismo político e ideológico, de Marx a Heidegger, y cuyas consecuencias no nos son desconocidas. Frente a eso, la última filosofía ha orillado al espectador puro, al "atleta lógico" de Valéry, para inmiscuirse en la corriente de la vida. Ahí es donde entran, según Sloterdijk, el último Heidegger, Foucault, una parte de Sartre, el feminismo, Nietzsche y la neurofisiología de Antonio Damásio. Ahí es donde entra el arte, "para no sucumbir ante las artificiosidades de nuestra relación con el mundo".