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"Hay que asumir la diversidad de la guitarra y no castrarla"

Enrike Solinís. Músico

El guitarrista bilbaíno, vinculado a grupos de música antigua y a la vez figura inclasificable, presenta en el sello Glossa su primer disco.

El guitarrista Enrike Solinís.
Pablo J. Vayón

24 de noviembre 2013 - 05:00

Colores del Sur. Enrike Solinís. Euskal Barokensemble. Glossa (Sémele)

-¿Por qué Colores del Sur?

-El título hace referencia al Barroco mediterráneo, al color africano, español, italiano, turco... En el fondo este trabajo tiene un toque de folk o de world music si lo desea.

-Su formación es puramente clásica. ¿De dónde le viene la vocación?

-Mi familia es muy musical: mi padre es músico; mis cuatro hermanas son músicos. A mí me gustaba mucho la guitarra eléctrica, el flamenco, pero estudié música en el conservatorio a la antigua usanza y me enganché a la guitarra clásica, sobre todo a través de la figura de Leo Brouwer: incluso falté a clase al instituto alguna vez para asistir a sus cursos. Durante un tiempo me dediqué mucho a la música contemporánea. Estudié composición, dirección de orquesta, aunque a la vez hacía algo de rock, de heavy, escribía música para la radio y cosas así.

-¿Y cómo llega a la música antigua?

-A través de José Miguel Moreno y uno de esos discos que dedicó a la historia de la guitarra. Me fascinó. En mis programas siempre metía música antigua. Acabé un poco cansado de la contemporánea, sobre todo por algunos de los gerifaltes que manejan sus hilos en España, de los que no me gusta ni su música ni su actitud, y también me harté del mundo de la guitarra clásica. En la antigua encontré otro tipo de filosofía, más libertad, un margen más amplio para la creatividad personal. Recientemente me he reencontrado con Leo Brouwer, que yo creo que fue también un referente del repertorio antiguo: en su Scarlatti, en su De Visée dejaba ya amplio margen para la ornamentación, para la improvisación, un concepto muy moderno.

-¿Qué pasó con la guitarra clásica?

-El mismo concepto de guitarra clásica no me gusta, porque surge de un absoluto complejo de inferioridad con respecto al piano. Y Brouwer está de acuerdo conmigo en esto. Los conservatorios han concebido la guitarra como si fuera un piano, eliminando su carácter propio, tan cercano a lo popular, hasta el punto de que la guitarra clásica es hoy casi una desconocida en el mundo. Han creado un círculo cerrado en el que siempre se interpretan las mismas piezas de la misma manera. ¿Bach representa al Barroco? No, es la excepción en el Barroco. Pues Bach es lo que se estudia en los conservatorios como paradigma del Barroco. Un guitarrista tiene que saber rasguear, improvisar, tocar con púa, coger la guitarra eléctrica, que ya es un instrumento hasta pasado de moda, hacer el continuo, aprender a acompañar... ¿Se enseña esto en los conservatorios? No. No te enseñan a acompañar ni a escuchar ni a llevar el ritmo... ¿Solución? Hay que estudiar más. Asumir la diversidad del instrumento y no castrarlo.

-Esa idea de estilos que se mezclan se aprecia bien en este CD, que incorpora a un percusionista flamenco, las palmas, un contrabajista que viene del jazz...

-El primer disco que me compré en mi vida fue Almoraima de Paco de Lucía. Me encanta el flamenco. Pero las palmas no son un recurso necesariamente flamenco: es el efecto de percusión más antiguo del mundo. En el Barroco también tenían manos. Es absurdo pensar que no las usaran. Por otro lado, en la jácara de Santa Cruz hay un compás de bulería, de amalgama, en el que se cambia el pulso binario por el ternario, pero eso está también por ejemplo en la ezpatadantza vasca. No es exclusivo del flamenco. Hay muchos elementos que son comunes y el intérprete debe tener la libertad de usarlos. El nivel de plasmación de la escritura musical es muy limitado en el Renacimiento y en el Barroco. Las partituras son realmente esbozos que hay que completar. Por ejemplo, yo cojo los Canarios de Sanz y uso sus variaciones, pero meto también las mías propias. Sanz simplemente dejó constancia de algunas de las muchas posibilidades que había a la hora de tratar ese tema, pero no esperaba en absoluto que nadie las usara literalmente. Todo esto puede apreciarse en el disco. Buscando un sonido de percusión algo más fuerte, invité a Chupete (David Jiménez), que rítmicamente tiene algo que los demás no tienen, y lo compensé con otra visión distinta, la de Dani Garay, que es de la escuela barroca de Pedro Estevan. Entre los dos me daban los colores que buscaba. Pablo Martín viene del jazz y toca en pizzicato una especie de continuo.. El bajo no es sólo lo escrito, me parece genial.

-El uso de violín y violonchelo también es original.

-Creo que al violín barroco le queda mucho camino por recorrer en cuanto a la improvisación, la creación. Nos gustó experimentar buscando colores diferentes, crudos, muy del Seicento, porque las armonías de Kapsberger chocan, son muy monteverdianas, y tratamos de extraer del violín ese papel de hacer también acompañamientos y ritornelli, que no se usa mucho. En la pieza de Cantemir lo usamos como si fuera un instrumento árabe, sin frotar mucho para acompañar al lavta, que es casi un colascione turco.

-Y cuando llega Scarlatti, usted dice dejadme solo, y se lo toca todo con una guitarra barroca.

-Adoro a Scarlatti. Y como lo que más me gusta del mundo es transcribir, tengo transcripciones como para cinco discos con su música. Grabé doce sonatas en un solo día, algunas de las cuales nunca se habían hecho en la guitarra barroca, aunque al final se han incluido cuatro que ni siquiera me parecen las mejores. Pero estas sonatas funcionan en el CD, igual que el Passacaglia de Kapsberger, como un paréntesis de intimidad entre las otras obras. Creo que incluiré más Scarlatti en el siguiente disco, si me dejan hacer otro.

-Músicos españoles entre los 30 y los 40 años como Fahmi Alqhai, Josetxu Obregón, Aarón Zapico, Lluís Coll o usted mismo encabezan en Europa esta especie de revolución en el terreno de la música antigua, que consiste en poner la creatividad del intérprete en primer plano. ¿Se trata de romper con la tiranía del papel impreso?

-Pienso que no hacemos nada del otro mundo. Es sólo tomar una partitura y tocarla dejando que cada músico se exprese con su instrumento. A la gente le gusta, y yo lo veo muy lógico. Es algo que hacemos desde antiguo con Jordi Savall. Desde el primer momento en que te integras en su grupo, Savall te dice: tú toca ahora y haz lo que quieras. Luego su gran talento y su inteligencia son los que lo llevan a pedirte lo que sabe que puedes dar en el momento preciso. Eso es lo que me atrajo especialmente del ambiente de la música antigua, ese espíritu más hippie, si podemos llamarlo así, esa libertad, que en realidad debería ser la de toda la música.

-¿Hay que revisar entonces el concepto de autenticidad o ha sido ya superado por la fuerza de los hechos?

-Creo que no hay que revisar nada. El músico tiene que andar siempre con los oídos muy abiertos, oírlo todo sin prejuicios... y tocar, simplemente tocar.

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