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‘As bestas’, Binoche y el fuego de lo sagrado

Premios Goya 2023

Juliette Binoche, con su Goya internacional. / Juan Carlos Muñoz

Juliette Binoche habló de un fuego sagrado, y la 37 edición de los Premios Goya tuvo algo de emoción trascendente, de verdad esencial: se lloró al desaparecido Carlos Saura y se miró al futuro, ese relevo generacional que ha pedido paso este año con fuerza en las salas. Se celebraba una de las mejores cosechas que se recuerdan del cine español, pero el palmarés no apostó por la diversidad y concentró su entusiasmo en As bestas, de Rodrigo Sorogoyen, distinguida con nueve galardones: película, director, actor protagonista (Denis Menochet), guión original, montaje, fotografía, música, sonido y actor de reparto, Luis Zahera. Modelo 77 ocupó un lugar destacado en el palmarés con cinco estatuillas.

La velada, presentada con sobriedad y acierto por Clara Lago y Antonio de la Torre, reservó un espacio para la nostalgia y el homenaje a los que se fueron. Manuel Carrasco abrió la noche con un tributo a Serrat que suponía también un guiño a Antonio Machado al entonar Cantares. Un rescatado Fernando Esteso lamentó conmovido la pérdida de Agustí Villaronga, con el que colaboró en su última película, Loli Tormenta, pendiente de estreno, mientras presentaba el premio al mejor corto documental. Y Lolita conmemoró el centenario de su madre con Pena, penita, pena e imaginó a su familiar bailándole en el cielo al recién llegado Saura. El presidente de la Academia, Fernando Méndez-Leite, definió al aragonés como “uno de los activos más brillantes de la cultura española” y anunció que la institución otorgará un premio con el nombre del productor que “lanzó” a Saura, Elías Querejeta.

Hasta Juliette Binoche se acordó del director de Cría cuervos tarareando el ¿Por qué te vas? de Jeanette. La diva francesa, que recibió su Goya Internacional de manos de Coixet, con quien filmó la película Nadie quiere la noche, demostró que su implicación con el oficio al que se dedica desde hace cuatro décadas linda con lo sagrado. “Este premio no es para Juliette”, comentó, “sino para el ardiente deseo, el fuego que me habita y no me pertenece, esa fuerza que brota y de la que sólo soy un instrumento”, dones que se ve obligada a compartir. “No es suficiente que sea un actriz feliz, tengo que dar esa felicidad a los demás”, concluyó la protagonista de títulos como Azul, El paciente inglés o Un sol interior.

Que Alberto Rodríguez se rodea siempre de un equipo fabuloso lo demuestra el hueco relevante que Modelo 77 consiguió en el palmarés. Su poderoso retrato de la Transición desde las dimensiones de una cárcel se alzó con cinco premios, los reconocimientos al maquillaje y peluquería (Yolanda Piña y Félix Terrero), efectos especiales (Esther Ballesteros y Ana Rubio), dirección de arte (Pepe Domínguez del Olmo), vestuario (Fernando García) y dirección de producción (Manuela Ocón).

A Luis Zahera le traen suerte Sorogoyen y Sevilla. Ya ganó el Goya en 2019, también en Fibes, por El reino, y ahora suma su segundo cabezón como actor de reparto por su impresionante papel en As bestas. “Siempre quise rodar un western y siempre quise matar a un francés”, bromeó con su humor gallego. El intérprete cumplió los pronósticos e impidió la victoria de Ramón Barea, un veterano que también habría merecido el Goya por Cinco lobitos.

Cuatro años después de su primer Goya por La enfermedad del domingo, Susi Sánchez respondió también a las expectativas y fue elegida la mejor actriz de reparto por su trabajo en Cinco lobitos. Sánchez contó que le emocionaba que el filme de Alauda Ruiz de Azúa conectara y diera “fuerza” a muchas espectadoras, lo que le permitió hilar un discurso reivindicativo. “Las puertas que se nos han abierto a las mujeres son las de la cocina y el dormitorio. Necesitamos abrir más puertas, pero no podemos hacerlo solas. Somos la mitad y la otra mitad sois vosotros, compañeros”, expuso la actriz.

Cinco lobitos, la revelación de la temporada desde su paso por los festivales de Berlín y Málaga, materializó sus opciones también en los apartados de mejor dirección novel, Ruiz de Azúa, y la mejor actriz protagonista, Laia Costa, una intérprete que al fin es reconocida en España como merece tras haber triunfado en Alemania.

Susi Sánchez. / Juan Carlos Muñoz

Uno de los momentos más emocionantes de la gala fue la entrega del premio al mejor actor revelación a Telmo Irureta, aquejado de parálisis cerebral y galardonado por La consagración de la primavera, del sevillano Fernando Franco. Una película que habla del derecho “a la sexualidad de las personas con discapacidad”, un mensaje que Irureta suscribió sobre el escenario. “Nosotros existimos y también follamos”, dijo el intérprete, que abogó por “un cine más inclusivo y con cuerpos de todo tipo”.

Cerdita, otra de las sensaciones del año, se llevó el premio a la mejor actriz revelación, Laura Galán, que tuvo unas palabras para los que sufren bullying como su personaje. “Recordad que no hay nada de malo en vosotros”, expuso.

El Goya al mejor guion adaptado se decantó por Un año, una noche, el libreto de Isaki Lacuesta, Fran Araujo e Isa Campo que da pie a uno de los largometrajes más emocionantes de 2022. “Gracias, familia, por sacarnos del underground”, ironizó Lacuesta, consciente de que la fiesta de los Goya no es su hábitat natural.

Un momento del homenaje a Saura. / Juan Carlos Muñoz

A las mujeres de España. María Lejárraga no pudo imponerse en la categoría de documental, frente al retrato de Labordeta, un hombre sin más. La andaluza La vida chipén tampoco pudo triunfar en el apartado de canción original: Joaquín Sabina alcanzó el primer Goya de su carrera, compartido con Leiva, por Sintiéndolo mucho, el traje a medida que le ha confeccionado Fernando León de Aranoa.

Mala noche para Alcarràs, Oso de Oro en Berlín y enviada española a los Oscar, que se fue de vacío.

La noche de Saura, un genio cercano que creía en la cultura

Antonio de la Torre declaró que habrían hecho falta mil galas para agradecer la aportación de Carlos Saura al cine, pero la fiesta de ayer en Fibes, con el auditorio puesto en pie, concentró toda la admiración que despertaba el maestro aragonés. Fue Carmen Maura quien entregó a los familiares del director –su compañera Eulàlia Ramón, sus hijos Antonio y Anna Saura– el Goya de Honor que no pudo recoger al morir el día antes, y la intérprete lamentó no haberle podido poner de manifiesto “la marca que le había dejado para siempre”. La protagonista de ¡Ay, Carmela! recordó que el cineasta la conquistó con su sinceridad cuando antes del rodaje de aquella película Saura le confesó que él nunca la habría llamado para su cine, y que Andrés Pajares, Gabino Diego y ella se pusieron “con susto” a las órdenes de un autor que resultó ser menos serio y más cercano de lo que parecía. Su hija Anna celebró el espíritu incansable de un hombre que había trabajado “hasta el último minuto”, un “ejemplo de vida” que nos enseña que “uno tiene que dedicarse a lo que le gusta” y que la cultura es “legado y futuro”. Antonio Saura agradeció la influencia de ”las mujeres que han hecho de mi padre la persona que fue”. Un homenaje que Eulàlia Ramón cerró reivindicando la importancia de cuidar la sanidad pública ”como ella nos cuida a nosotros”.

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