Arturo Pérez-Reverte juega una partida de Cluedo en 'El problema final'
LIBROS
El escritor presenta su nueva novela, que edita la editorial Alfaguara
Rinde tributo a los grandes maestros del género policiaco al estilo Conan Doyle o Agatha Christie
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The Strand Magazine fue una revista mensual que gozó de una enorme popularidad en Reino Unido entre finales del siglo XIX y principios del XX. Esta publicación fue la elegida por Arthur Conan Doyle para lanzar las historias cortas del inmortal Sherlock Holmes. El escritor finalizó las aventuras del detective en The Strand Magazine con el relato El problema final. No es casualidad que este sea el título elegido por Arturo Pérez-Reverte para su nueva novela –la número 33– editada por Alfaguara. Un verdadero homenaje –desde su portada hasta la última página– a todos los grandes escritores de novela policiaca como Agatha Christie o Dashiell Hammett, plagado de guiños y referencias. El resultado, en palabras del propio autor, ha sido "un cóctel de todos los grandes maestros".
La novela es "simple" en su apariencia. Ambientada en 1960 en la mediterránea isla de Utakos –frente a Corfu– un terrible temporal incomunica a nueve personas dentro de un hotel. El protagonista de esta historia es Ormond Basil, aunque para el gran público es Hopalong Basil. Un actor retirado cuyo mayor triunfo ha sido protagonizar al detective Sherlock Holmes en la gran pantalla. Basil y el resto de desconocidos se ven inmersos en el asesinato de una turista inglesa. Teniendo en cuenta que de la isla no se puede entrar o salir, todos se convertirán en sospechosos de manera inevitable. Un caso que solo alguien que ha pasado media vida en la piel del archiconocido detective puede resolver.
Esta novela "exige más reflexión que acción y más cerebro que músculo", señala Pérez-Reverte durante la presentación del libro y apostilla que afrontó el desafío de confeccionar una obra de estas características para comprobar su efectividad en el lector: "Me preguntaba si al público de ahora, que ha visto mucho cine y está acostumbrado a los asesinos en serie, podría gustarle la novela-problema clásica".
De este modo, plantea un enigma tradicional en el que juega con el lector una "partida de ajedrez" hasta llegar al final. Todo un reto que, casi como un acto de rebeldía, se aleja de la novela negra que está en pleno auge. Esa que se centra en sorprender al lector con giros imposibles. En esta obra prima "el ver cómo se hizo el asesinato" y analizar su resolución "como si fuera un problema matemático". A modo de curiosidad, recuerda que envió la novela sin el último capítulo a los compañeros de la editorial para comprobar si podían resolver el crimen "y no lo consiguieron".
El autor hace un paralelismo entre El problema final y elfamoso juego de mesa del Cluedo e invita a los lectores a formar parte de una partida en la que el maestro de ceremonias saber la solución –y la pone a disposición de los jugadores desde el principio– pero introduce "un montón de elementos para que confundan... A ver quién gana".
Para su configuración, reconoce que el proceso no ha sido fácil, porque "una novela policial tiene el problema de que no se improvisa, ya que cuenta con una estructura previa". Durante los dos años que ha tardado en confeccionarla, ha buscando los puntos débiles en cada una de sus páginas, se ha documentado y ha construido un artefacto para todo tipo de lector. "Ha sido un trabajo artesano, minucioso, laborioso y humildemente profesional" en el que ha intentado no defraudar, pero tampoco ser cazado por un lector que se las sabe todas. "No puedes correr el riesgo de que te desmonten la novela antes de empezarla", señala.
Considera que el proceso ha sido todo un reto, porque ha tenido en cuenta a dos tipos de públicos. Al veterano que reconocerá todos los guiños que pueblan las páginas y a uno más joven que sentirá curiosidad por conocer las referencias sobre actores, actrices y largometrajes que se citan. "Ha sido muy interesante. La primera fase ha sido ilusionante por el proceso de documentación que ha implicado releer a los grandes clásicos. Pero también ha sido agotador, porque he tenido que tocar aquellas teclas que engañen al lector", manifiesta el autor.
"Un homenaje al lector que fui"
La trama se aleja geográficamente de los paisajes grises de los escritores nórdicos y británicos para situarse en una isla paradisiaca del mediterráneo. Otro intencionado contraste con el thriller contemporáneo. Su protagonista, un actor que vive su retirada y se caracteriza por su galantería y aplomo. Para crear a este personaje "utilicé a mi padre, que era un tipo tranquilo y tolerante". Pero este no es el único guiño familiar. Pérez-Reverte confiesa que la obra está plagada de estampas que "sólo mis hermanos pueden entender”. De hecho, subraya que El problema final está llena de "nostalgia positiva". "Es muy autobiográfica, un homenaje al lector que fui".
Porque no sólo homenajea a Conan Doyle, a Agatha Christie o a Graham Greene. También pone en valor a todos esos escritores que –al estilo José Mallorquí– vendieron millones de novelas policiales y no obtuvieron el mismo reconocimiento que los grandes maestros. Este tributo lo rinde a través del personaje –elemental querido Watson– de Paco Foxá. Un escritor español de novela barata, de quiosco, que utiliza su pericia y todo su conocimiento en la materia, fruto de su enorme productividad como autor, para ayudar a Basil a resolver el crimen. Pérez-Reverte explica que, en un principio, quería que Foxá fuera un pintor que Basil conoce en la isla, pero con esta nueva fórmula también regala un reconocimiento a todo tipo de escritura.
Por tanto, para el escritor de La Reina del sur, El club Dumas o Falcó no hay división entre alta o baja literatura. En este sentido, considera que en esta novela ha borrado la frontera entre "la realidad y la ficción". "Creo que Sherlock Holmes ha sido uno de los personajes más fascinantes de la literatura universal. Ha pasado a formar parte del imaginario colectivo y social".
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