Por donde pasa el silencio | Crítica
La sangre que hierve
Apenas unos días después de conseguir el Premio GEMA al mejor grupo español de música medieval, Artefactum se sube hoy viernes (20:00) al escenario del Espacio Turina para celebrar sus 30 años de historia, una carrera en la que han compaginado el rigor a la hora de abordar el repertorio con un desprejuiciado y lúcido vitalismo.
La formación ha titulado el programa Tempus Fugit, un nombre que desde Artefactum consideran toda una declaración de intenciones: junto a un programa que concentrará “todo lo que hemos tocado, música sacra y profana, las cantigas y laudarios, los Carmina Burana, las danzas y las piezas de trovador, y de todo eso ofreceremos pinceladas”, una pantalla recordará las vivencias, los viajes, los amigos que han dado lustre a esta trayectoria a la que han sacado jugo. “Vamos a mostrar imágenes de nuestro paso por lugares recónditos como Japón o Australia, queremos que el público conozca mejor el grupo. Hay mucha gente que frecuenta nuestros conciertos en el Femás o en Navidad, y que no sabe, y que no tiene por qué saberlo, todo lo que hemos hecho más allá de Despeñaperros”, afirma Álvaro Garrido.
El percusionista, uno de los fundadores del grupo, siente que las tres décadas cumplidas –y la “ilusión” con que el público, que ha agotado las entradas, ha acogido esta cita– confirman un rumbo que al principio levantó alguna ceja entre los más puristas. “Un grupo que hablaba en el escenario, que se reía, que rompía la barrera con el público... Nuestro comportamiento chirriaba en este mundo de la música antigua que a veces es tan circunspecto”. Inspirados en formaciones inglesas que se alejaban del envaramiento y contagiaban su pasión, los de Artefactum disfrutan desde los inicios “hablando de las letras que vamos a cantar, de la época de la música que tocamos”. Y el tiempo otorga la razón a los audaces: “En 2020 fuimos al Festival de Adelaida, en Australia, y le preguntamos a la programadora que por qué nos había elegido entre tantísimas propuestas como le llegarían. Nos dijo que los 25 años que llevábamos entonces le inspiraban confianza, demasiado tiempo para ser unos impostores”.
Garrido identifica en el respeto al espectador una de las claves de la pervivencia. “Cuando fuimos a Japón, presentamos el concierto en japonés, nos tomamos el esfuerzo. Alguien decía que el éxito está en el cuidado de los pequeños detalles, y así lo creemos”, confiesa el músico, que junto a César Carazo, José Manuel Vaquero, Ignacio Gil y Alberto Barea integra la nómina actual de Artefactum. “Para nosotros, tiene el mismo valor el público del Auditorio Nacional en Madrid que la gente de un pequeño pueblo de Portugal”.
Los componentes de Artefactum, que en el espectáculo de esta noche estarán acompañados por la escritora y periodista Eva Díaz Pérez, suelen esquivar la incomodidad de los guiones cerrados y previsibles. “En la inauguración del Pabellón de España, en la Expo de Dubái, nos encargaron tocar el himno español, pero también el emiratí. Todo el mundo se emocionó con la sorpresa, y el Gobierno español se marcó un tanto. Pero eso se lo puedes pedir a Artefactum, que nosotros decimos: Venga, vamos a verlo. En nuestros conciertos hacemos bises, cameos de bandas sonoras, utilizamos instrumentos modernos en algún programa e incluimos bonus tracks en los discos, algo que no es habitual entre los grupos de música medieval. Porque hay un dicho que nos repetimos”, concluyen, “y es que no hay música aburrida, sino músicos aburridos”.
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