El arte de ensoñar

Cuentos de los tres hemisferios. Lord Dunsany. Trad. Victoria León. Espuela de Plata. Sevilla, 2011. 140 páginas. 14 euros.

Para muchos lectores el nombre de Lord Dunsany (1878-1957) está asociado a los tomos de aquella memorable colección de Siruela, El ojo sin párpado, en la que descubrimos a otros maestros del género fantástico como Blackwood o Machen. Allí aparecieron, como recuerda Luis Alberto de Cuenca, algunos de los relatos recogidos en Tales of Three Hemispheres (1919), formando parte de dos antologías -En el país del tiempo (1988) y En los confines del mundo (1989)- que divulgaron la obra de Edward John Moreton Drax Plunkett, el barón irlandés cuya memoria han reivindicado Perucho, Cunqueiro o Borges. En la Biblioteca de Babel auspiciada por este último se incluye un título, El país del Yann (1986), que recoge otro de los relatos reunidos en la colección, pero esta edición de Renacimiento es la primera que recupera íntegramente los Cuentos de los tres hemisferios tal como fueron publicados al poco de acabada la Gran Guerra, en la que el aristócrata combatió como oficial de fusileros.

Temprano cultivador de la llamada fantasía heroica, Dunsany se mueve en un mundo de ensueño donde conviven las tradiciones populares, los escenarios exóticos, las geografías imaginarias, el trasfondo mítico y una peculiar combinación de épica y lírica que sedujo a Lovecraft e influyó en Tolkien, Lewis o Howard. "La belleza más que el terror es la clave de la obra de Dunsany", escribió el solitario de Providence, que admiraba "el hechizo insuperable de su prosa cristalina y musical", en la que resuenan los luminosos ecos del simbolismo. Junto a Cuentos de un soñador, tempranamente publicado por la Revista de Occidente y disponible en Alianza, y el volumen que reúne El Libro de las maravillas y Cuentos asombrosos (Alfabia, 2009), esta hermosa recopilación ofrece el mejor perfil de un escritor que brilló en la narrativa breve, sustentado por una imaginación prodigiosa que dio la espalda al mundo contemporáneo en favor de la pura fantasía.