OBITUARIO
Muere Teresa Barrio, madre de Alberto Jiménez Becerril

El armario y la construcción del motivo

V Premio Manuel Clavero

Laffón recorre sin fin los caminos que van de la naturaleza al arte y viceversa.

El primer 'Armario de madera' (1973), 'Armario' de bronce (1995) y 'Armario cerrado blanco' (1979).
Pepe Yñiguez (Crítico De Arte)

17 de enero 2016 - 05:00

En 1973 Carmen Laffón pinta el primer armario. Un pequeño armario de pared con puertas y dos pequeños cajones en la parte baja. Ninguna novedad en la pintura de Carmen Laffón, el registro de la intimidad y, gracias a ella, de la identidad a través de objetos cotidianos. Pero es el inicio de una aventura que se tornará apasionante pocos años después. En 1979, el armario se convierte en una serie de cuadros. La serie se hace narración de esa intimidad desvelada y revelada; las puertas se entreabren, y en uno de los últimos cuadros de la serie dejan ver una carta cerrada. Otro está cubierto por un paño también blanco. Si los límites del objeto pintado estaban difuminados, diluidos e integrados en la pared en el que cuelga, el paño blanco lo oculta, cuestionando la relación figura y fondo y, de paso, las divisiones entre figuración y abstracción. También entonces aparece el primer armario negro. Unos años después pintará otros armarios negros, ahora con la pared de fondo también negra. El motivo se convierte en tema y el tema es la propia pintura. Una forma rectangular colgada en la pared; definición del cuadro y metáfora de la pintura.

Pero tampoco habíamos llegado al final del recorrido. Ese mismo armario, objeto real, se convirtió en escultura de bronce pintado. El objeto modeló al modelo del objeto estableciendo sutiles y precisas relaciones entre la realidad y la verdad. Si la verdad, como la luz, no tiene lugar, y es lo que sucede, en los armarios de Carmen Laffón está enganchada la verdad como pasado y presencia, tiempo expuesto.

Este mismo proceso se repite al replicar en bronce los objetos del estudio de la azotea de la calle Bolsa en Sanlúcar de Barrameda, que ocupó intermitentemente desde 1975 a 1999, año que lo desocupa por la remodelación del edificio.

Un último giro de este proceso es aun más radical, un bucle que recorre sin fin los caminos que van de la naturaleza al arte y viceversa, y que llena de sentido toda esta aventura extraordinaria de la elección del tema o su construcción: la viña junto a su casa y estudio de La Jara. Carmen adecentó una pequeña viña para preservarla casi como objeto poético de la permanencia de lo transitorio, de la cultura arraigada en el lugar y de la historia en sus racimos. Y esa viña, salvada de alguna manera al producir tantas uvas como ritos y tradiciones renovadas cada año, es el modelo de una serie de pinturas, esculturas e instalaciones portentosas. La naturaleza como objeto artístico que preserva la belleza fugitiva del devenir.

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