Un arma invencible llamada teatro
Casting Lear | Crítica de Teatro

La ficha
**** ‘Casting Lear’. Andrea Jiménez / Barco Pirata / Teatro de la Abadía. Creación y texto: Andrea Jiménez. Dirección: Andrea Jiménez y Úrsula Martínez. Dramaturgia: Andrea Jiménez y Olga Iglesias. Interpretación: Andrea Jiménez y Juan Paños. Actor invitado: Manolo Caro. Escenografía e iluminación: Judit Colomer. Espacio sonoro: Lucas Ariel. Vestuario: Yaiza Pinillos. Movimiento: Inés Narváez y Amaya Galeote. Lugar: Teatro Central, Sala B. Fecha: Viernes, 28 de marzo. Aforo: Lleno.
Hay un pequeño escenario vacío dentro del espacio escénico. Para que exista el teatro, comienza diciendo Andrea Jiménez, basta que haya una persona que pasa y otra que mira. Lo dejaron muy claro, entre otros, dos padres del teatro como Peter Brook y Grotowsky.
Porque Casting Lear va de eso, del teatro, de ese espacio donde se pueden confrontar todas las ideas y explorar todas las posibilidades, todas las emociones.
También va de los padres, de su crueldad cuando los hijos no cumplen sus expectativas. Ahí se empieza a complicar todo, porque Andrea Jiménez, actriz, autora y directora de gran experiencia, a pesar de no haber cumplido aún los cuarenta, decide utilizar el teatro, esa arma que nadie ha logrado vencer en más de tres mil años, para entender el abandono de su propio padre cuando decidió dedicarse a la farándula.
Pero en vez de mirar a los espectadores y contarles su vida como tanto narcisista que hay suelto, ha realizado una pieza compleja y exacta como un mecanismo de precisión. En primer lugar, ha puesto el foco y ha analizado con lupa a uno de los padres más crueles del teatro, el Rey Lear, y se ha permitido construir una historia en la que Andrea y Cordelia -la hija menor de Lear, que ella misma interpreta a veces- se entremezclan en una autoficción en la que el papel del padre, de Lear, es entregado cada noche a un actor diferente -y ya van 72- que no sabe nada previamente y que tendrá que decir los textos que un apuntador le susurre mediante un pinganillo.
Una sorpresa y un increíble acierto que mide el valor del invitado, en esta ocasión, el actor sevillano Manolo Caro, y abre un diálogo nuevo cada noche, un abanico de emociones diferentes, sin caer en ningún tipo de sociodrama. Caro, con la mejor madera de actor, no solo dijo magníficamente el texto, sino que se lanzó a la piscina sin salvavidas, sin guardarse nada para sí.
Lear, rey prepotente y arrogante, lo pierde todo y debe enfrentarse a su fragilidad, a su locura, y es en esa fragilidad donde Andrea trata de entender, de perdonar.
Pero, ¿qué hacer con la rabia?, ¿qué hacer cuando Shakespeare, hombre en un mundo de hombres, se centra en el dolor del padre dejando a la mayor de sus víctimas sin posibilidad de arrojarle a la cara el suyo.
Con una estupenda dramaturgia y una sabia dirección, Andrea nos sube a un auténtico carrusel de emociones, interrogándonos, rompiendo de golpe a veces la historia literaria para darle un respiro y un poco de agua a Caro; para saber qué siente como hombre y como actor; para dejar entrar el humor evitando así la tragedia; para darle voz a Andrea hija y dejar que se desahogue.
Porque el teatro se trata también de eso, de dialogar, de sanar, de saber que por mucha falsedad que haya en el mundo, siempre nos brindará un refugio, un espacio para la verdad si se sube al escenario con conocimiento y con sinceridad. Y Andrea Jiménez ha demostrado poseer ambas cosas con creces.
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