"En una sociedad mercantil que busca el rédito, Irlanda encarna otra forma de vida"

Antonio Rivero Taravillo. Poeta

El escritor publica 'Suite irlandesa', un hermoso poemario en el que retrata una tierra que le fascina. "Lo que siento por ella es amor, y, como todos los amores, tiene un elemento irracional"

Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963), fotografiado ayer tras conceder esta entrevista.
Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963), fotografiado ayer tras conceder esta entrevista. / Juan Carlos Vázquez

"Porque no siempre uno es de donde nace", escribe Antonio Rivero Taravillo en uno de los poemas de Suite irlandesa, el nuevo libro que publica en la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara y en el que retoma una inspiración que ha frecuentado en su vida y en su obra, la verde Erín, un tributo emocionado y hermoso que trasciende el enclave del que parte para reflexionar sobre cuestiones universales como el transcurso del tiempo, la importancia de la belleza y el peso del desarraigo.

En el epílogo, Rivero Taravillo atribuye el fervor que lo vincula a Irlanda a "una manera mía de combatir la fealdad del mundo siguiendo un camino propio", la "senda de rebeldía" que comenzó a transitar de joven, y a la huella que dejó la música de la isla en su sensibilidad. "Sí, la música fue de algún modo la puerta que me permitió adentrarme en Irlanda", concede el poeta, traductor y narrador, que ha recopilado en este volumen un gran número de inéditos –una larga serie que abre el conjunto, Dublín, y La reina Maeve, el poema que cierra– junto a versos ya publicados en los que abordaba la tierra de Yeats y Joyce. "Conocía los paisajes, la literatura, pero en la música encontré una tradición muy rica, un repertorio de canciones que introducía muchos temas literarios, piezas que contaban relatos y resultaban muy evocadoras. Eso me cautivó y ahí empecé a profundizar", apunta el escritor.

Aunque Rivero Taravillo utiliza "máscaras" y se coloca a veces en la piel de algunas figuras de la historia y la cultura irlandesa, conmueve en su diálogo con aquel veinteañero, él mismo, que buscaba un albergue juvenil y atesoraba como una conquista el carné de la biblioteca en su nuevo destino. "La primera vez que estuve fue en el año 88", recuerda, "y, claro, la Irlanda que me encontré entonces era muy diferente a la de ahora; era otro país, literalmente. A lo largo de muchos viajes he ido contrastando cómo ha ido cambiando el país, pero también cómo he ido cambiando yo mismo". El Rivero Taravillo maduro, "ya muy atemperado ese primer deslumbramiento, y con muchos años encima ambos, el país y yo", alterna en sus páginas el reconocimiento y la extrañeza: "Ni uno solo de los pordioseros / que vi en estas calles por primera vez / hoy sobrevive, / pero quién dice / que yo no haya muerto también".

Portada del libro.
Portada del libro. / D. S.

Al ganador del Premio Comillas y el Antonio Domínguez Ortiz por sus acercamientos a Cernuda y Cirlot le atrae Irlanda "por lo inútil, / por su gran capacidad para lo impráctico", también "por el genio, el humor", enumera en sus versos. "Hoy en día", analiza Rivero Taravillo, "lo que predomina es lo que da rédito. Estamos en una sociedad muy mercantil, que tiende a lo práctico, que aparta lo lento. Y como mediterráneo que soy aprecio esta lentitud, esta forma diferente de ver el mundo. En Irlanda, que curiosamente es un país atlántico, pero posee un espíritu muy mediterráneo, siento una conexión. Me gusta que frente al puritanismo inglés protestante ellos prefieran dejarse llevar, tengan una manera más relajada de encarar la vida".

El también director de la revista Estación Poesía destaca que la patria irlandesa propicia que sus hijos se inspiren antes en las derrotas que en las victorias. "De todas las canciones las más bellas", celebra el poeta, "son las de quienes cantan lo que pierden". Rivero Taravillo señala que "en Estados Unidos hay muchos irlandeses, pero se han adaptado muy bien y ya son más anglosajones que célticos, y en esa mentalidad anglosajona el perdedor es lo peor del mundo, carga con un estigma tremendo. Sin embargo, el irlandés que se ha quedado en su tierra, quizás por sus derrotas históricas con Inglaterra, por el dominio que han padecido, ha sido siempre más de cantar a los perdedores".

"Hay mucho cliché en la visión de Irlanda. La celebración de San Patricio en EE UU se ha vuelto algo estridente"

Dublín, tan dado a idealizaciones, es retratado por la mirada de Rivero Taravillo también con sus miserias: "Entre casas de apuestas y casinos, / la suerte despelleja a quienes juegan / pero también hace perder / a quien recorre / aceras en que gana la fealdad". La ciudad ha perdido en las últimas décadas parte de su encanto: "La música en los pubs, sin ir más lejos, / enronquece más las gargantas / que diez vasos de whiskey". El poeta opina que "Dublín es muy humana, tiene una gran vitalidad, pero también se ha dejado arrastrar por las circunstancias. A Irlanda le hizo mucho daño la bonanza económica de los años 90, esa especie de dinero fácil, la llegada de los nuevos ricos, que afectó a su estética. Y algo que ha sido nefasto fue la inclusión de la televisión en los pubs. Con el pretexto de los deportes, el espacio del bar se ha adulterado, se ha perdido la conversación, y también se ha arrinconado a los músicos. Siguen estando, pero ya no se les presta tanta atención", lamenta este "irlandés de corazón y africano circunstancial" que nació en Melilla y reside en la capital andaluza.

Antonio Rivero Taravillo.
Antonio Rivero Taravillo. / Juan Carlos Vázquez

Por Suite irlandesa desfilan figuras de las letras como Yeats o Seamus Heaney, pero Rivero Taravillo también se detiene estremecido en un poema al que dio forma un monje en el siglo IX: "¡Ah! El Señor me protege: / qué bien escribo bajo un bosque en el llano". Irlanda, expone, "tiene, resumiendo mucho, dos tradiciones literarias muy sólidas: la escrita en inglés y la gaélica. Y la última se remonta a más de 15 siglos atrás, ha tenido antes de llegar aquí una continuidad con baches, pero hoy goza de una gran viveza, ha recuperado el brío".

El poeta registra en sus versos el desarraigo que le provoca su pasión por Irlanda, "una sensación muy irlandesa, por otro lado, porque la emigración favoreció esa añoranza, ese estar pendiente no sólo de lo que tienes donde estás, sino de lo que dejaste allá. Yo no soy irlandés, no debería echar en falta nada, pero una parte de mi corazón pertenece a esa tierra, se quedó allí. Lo que siento es un amor, y, como todos los amores, tiene un elemento irracional".

En uno de los poemas, Michael Collins, la película, Rivero Taravillo toma la biografía del líder revolucionario irlandés para preguntarse si "hay algo que nuestra edad no banalice". ¿Se han tergiversado mucho la Historia y la cultura irlandesas? "Hay mucho estereotipo en la visión de Irlanda, por ejemplo en la festividad de San Patricio, que al trasladarse a Estados Unidos se ha vuelto estridente y pintoresca, y poco tiene que ver ya con la celebración real. Yo estuve en Dublín cuando se rodaba Michael Collins, y me llama la atención cómo hechos trágicos como el Levantamiento de Pascua y la Guerra Civil se despachan en dos horas mientras la gente come palomitas".

stats