Diez universos femeninos

Antonio Oyarzábal | Crítica

Antonio Oyarzábal en el Espacio Turina
Antonio Oyarzábal en el Espacio Turina / Micaela Galván

La ficha

ANTONIO OYARZÁBAL

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Piano en Turina. Antonio Oyarzábal, piano

Programa: La Muse Oubliée

Mana Zucca (1885-1981): Prelude Op.73 [1925]

Amy Beach (1867-1944): Scottish Legend Op.54 nº1 [1903]

Florence Price (1887-1953): Sketches in Sepia [1947]

Mel Bonis (1858-1937): Femmes de légende [1909-25]: Phoebe / Desdemona / Viviane / Mélisande

Lili Boulanger (1893-1918): Trois Morceaux pour piano [1914]

Germaine Tailleferre (1892-1983): Deux Pièces [1963]

Emiliana de Zubeldía (1888-1987): Esquisses d’une après-midi basque [1923]

Matilde Salvador (1918-2007): Sonatina [1948]

Lūcija Garūta (1902-1977): Prélude en mi mayor [1927]

Vítězslava Kaprálová (1915-1940): Preludios de abril Op.13 [1937]

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Jueves, 14 de noviembre. Asistentes: Unas 25 personas.

Durante décadas el entretenimiento preferido de algunos críticos era discriminar los principios masculino y femenino en música. En este sentido el Beethoven heroico era el ejemplo mayúsculo de lo viril, mientras que compositores como Ravel o Puccini entraban en el terreno de lo afeminado. Afeminados habían de ser, ya que hombres, pues las mujeres rara vez cruzaban el radar de su escrutinio. Pero realmente, ¿hay un alma femenina en la música? La respuesta se me presenta de forma obvia y contundente: No. Hay individuos que crean música en su tiempo, con los concretos condicionamientos personales y sociales de cada cual. Sin más. El sexo del creador nos dice poco de su música, y reto a quien quiera a discernir a ciegas las obras de mujeres y hombres, me da igual la época.

Lo pensaba mientras escuchaba al estupendo Antonio Oyarzábal presentar en un gélido Espacio Turina un recital con obras de diez compositoras que vivieron y produjeron sobre todo en la primera mitad del siglo XX. (El día era algo desapacible, había un Turandot en el Maestranza y una gran guitarrista rusa en el Alcázar, pero ¡apenas 25 asistentes a un concierto como este! Cuántos alumnos de piano hay en los conservatorios de Sevilla, hoy además sin clases...) El recital se nutría de un par de discos ya grabados con este título de La musa olvidada y recogía una serie de miniaturas en estilos bien diversos, que iban de las claras trazas escolásticas del Romanticismo centroeuropeo a la pieza de carácter nacionalista, con abundancia de toques descriptivos, pretendidos dibujos de perfiles psicológicos y elementos impresionistas y neoclásicos.

Oyarzábal tocó todo el programa seguido, sin interrupción, esforzándose por distinguir el universo personal de cada autora a través de una matización que tuvo que ver sobre todo con el color y el ritmo. Así, de las tres compositoras americanas convocadas, el Preludio de Zucca fue sereno clasicismo, la Leyenda escocesa de Beach, exotismo folclorista y los Sketches in sepia de Price, un contrastado micromundo de armonías modales y síncopas.

En el apartado francés llegó, en mi opinión, lo mejor de la noche, no tanto en los dibujos psicologistas de cuatro mujeres un tanto ingenuos de Mel Bonis o en la elegante levedad del vals de Tailleferre, sino en las piezas de Lili Boulanger, que Oyarzábal supo colocar admirablemente en su contexto: línea impresionista, con acordes suspendidos, disonancias enfatizadas y la atmósfera evanescente de las dos primeras bien atrapada por muy eficaces matices de agógica y magníficamente contrastada con la ágil sustancia colorista de la última.

Luego el recital se aceleró en las piezas de querencia más o menos folclórica, intenciones descriptivas (¡esa agua del arroyo tan bien articulada por el pianista bilbaíno!) y perfume francés de Emiliana de Zubeldía, en la cantarina Sonatina de Matilde Salvador, de un neoclasicismo alejado de cualquier preocupación emotiva, hasta los virtuosísticos preludios de la letona Garuta y la checa Kaprálová, en los que Oyarzábal encontró el momento ideal para forzar los contrastes dinámicos.

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