Antonio Onetti: "Rosalía, Quevedo o La Zowi son socios de SGAE"
ANTONIO ONETTI | PRESIDENTE DE SGAE
El presidente de SGAE hace balance de sus cuatro años de gestión en la institución y valora si presentarse a las elecciones que se celebrarán en noviembre
Considera que ha terminado una "etapa negra"
El presidente de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), Antonio Onetti, asumió el cargo en 2020. Un año marcado por la pandemia y el daño feroz que causó a la cultura. Pero además, el guionista tuvo que navegar por lo que él mismo considera una “etapa negra”. La institución tenía un apercibimiento de expulsión del Ministerio de Cultura, estaba fuera de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores y lastraba una imagen absolutamente inestable. Ni la gente ni los socios creían en la labor de la entidad. Literalmente, la institución estaba al borde del abismo, con la credibilidad por los suelos.
Onetti acaba su primer mandato en apenas unos meses. El 21 de noviembre habrá elecciones. Su, todavía, presidente considera que la casa está mucho más limpia que cuando llegó. Al menos está normalizada. No cree que haya sido el gran estabilizador, pero sí reconoce la labor del equipo que lo ha acompañado durante el viaje. Un periplo que desea continuar. Aunque no afirma con rotundidad que volverá a presentarse, sí que tiene claro que “los cambios que se han hecho necesitan consolidarse y este periodo ha sido el cierre de una etapa negra”.
–Acaba un mandato de cuatro años. ¿Cómo estaba la casa cuando asumió el cargo y cómo la deja?
–Estábamos en una situación muy delicada, con un apercibimiento del Ministerio de Cultura que suponía la posible retirada de la licencia. También estábamos expulsados de la Cisac, –Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores– que provee de herramientas que fundamentales para nuestra actividad. Lo fuimos solucionando a la mayor brevedad posible y ahora, por supuesto, estamos totalmente regularizados, tenemos todos los estándares internacionales, hemos cumplido todos los requisitos legales, reglamentarios y de funcionamiento para volver a la normalidad. Hemos vuelto a ser miembros de los derechos de Cisac y hemos recuperado la recaudación que tuvimos en 2007. En los años anteriores a la pandemia, la recaudación había bajado progresivamente. Hemos recuperado un ingreso que roza los 350 millones, tanto en 2022 como 2023. No sólo hemos recaudado más –lo que significa que la casa está funcionando bien–, sino que lo hemos repartido entre 87.000 socios. Estamos llegando a más autores y ellos lo notan, porque son sus derechos.
–Llegó en un momento muy duro para la institución. Con el caso de “La Rueda” sobrevolando y con una pandemia que afectó duramente a las artes escénicas. ¿Cómo lo recuerda?
–Soy socio de esta casa desde los 35 años y sólo hace 10 que me he metido en estos berenjenales. A mí me ha dado de comer la institución y he contribuido con mi trabajo a su desarrollo. De algún modo, hay un sentido de la responsabilidad. Es verdad que fue una época muy dura. Destinamos muchísimos recursos a ayudar a los autores que lo estaban pasando muy mal, incluso con un Banco de Alimentos.
La próxima legislatura será la primera que empiece con una SGAE limpia
–En 2021 se produjo la absolución de Teddy Bautista. ¿Cómo recuerda ese linchamiento público?
–Lo que pasó me pareció una gran injusticia. Todo estuvo encajado dentro de una campaña de desprestigio contra la SGAE y Teddy era la cara visible. Cuando las grandes tecnológicas descubren el consumo masivo, no les interesa que haya una barrera en los derechos de autor. Lo que llaman cultura libre. Todo eso influyó en la imagen negativa de SGAE y del propio Teddy. Puedo no concordar con algunos aspectos de su gestión, pero reconociendo que fue uno de los grandes modernizadores de la institución. Que haya estado 10 años pendiente de una absolución y siendo considerado el enemigo público número uno...creo hay mejores candidatos en este país.
–Si Bautista fue el gran modernizador, ¿a usted se le podría considerar el gran estabilizador de la institución?
–Hay que reconocer que Teddy tuvo un funcionamiento muy personalista. Era muy líder supremo. Yo no soy un presidente ejecutivo. Todo lo que he hecho ha sido gracias a una junta en la que todos hemos estado de acuerdo en normalizar la casa. Recogimos un hartazgo bastante general y yo he sido la cara visible, pero ha sido una junta directiva de 39 personas en la que todos hemos puesto nuestro granito de arena.
–La pregunta es evidente, pero no puedo no hacérsela. ¿Se volverá a presentar?
–No lo sé. Pero si me gustaría explicarte una cosa. En la última asamblea acordamos que las candidaturas tienen que ser colectivas. Antes dependía de mí. Podía presentarme por mi cuenta y dentro de la junta ya vería si encontraba apoyos o no. Si ahora me presento será porque cuente con un equipo, con una candidatura que me apoye y con un programa común. Si tengo ese equipo, que confío en ello, me presentaré. Lo que no te voy a negar es que creo que sí. Todos los cambios que se han hecho necesitan consolidarse y este periodo ha sido el cierre de una etapa negra. Será la primera legislatura que comience en una SGAE limpia, tranquila y en calma. Necesitamos una estabilización. En cuatro años hemos acometido las reformas más profundas y que afectan a todos, pero en una entidad como la nuestra hay muchísimo margen de mejora. No te negaré que me gustaría seguir, pero lo haré si tengo un equipo que me apoye.
125 años, más cerca de las nuevas generaciones
–Este año se ha celebrado el 125 aniversario de la entidad y una de las actividades, realizada en Sevilla además, fue un concierto de música urbana con nombres tan controvertidos como el de La Zowi, que parecen estar al margen de las instituciones. ¿Están intentando llegar al público más joven?
–Estos artistas no están al margen. Rosalía es socia nuestra, Quevedo también. Incluso el rapero argentino YSY A –que también actuó en este evento– quiere serlo. Y por supuesto, La Zowi lo es. En el momento en el que los artistas comprenden que los derechos de autor son su patrimonio se apuntan a la SGAE para gestionarlos, como todo el mundo. Es lo normal. Tenemos contratos con Google, con Youtube, con Twitch y con todas las plataformas en las que se editen obras y haya gente pagando por ello. Lo que me quedo de ese día que mencionas es que había 4.000 chavales disfrutando de un concierto sin ningún tipo de prejuicios contra la SGAE. Cada 20 años hay una nueva generación y esa en concreto no vivió el desprestigio de la institución.
–¿Cómo es la relación con esos artistas que han forjado su trabajo en un universo sin cortapisas como son las redes sociales?
–Con total naturalidad. El negocio de la música ha cambiado a lo largo de la historia. El 125 aniversario lo abrimos con un concierto dedicado a los compositores de zarzuela y en Sevilla hicimos el de música urbana. Dos universos totalmente opuestos y gestionamos ambos. La línea de recaudación que más crece ahora mismo en todo el mundo es la relativa a redes digitales. La música que se distribuye a través de internet tiene un crecimiento impresionante.
Los desafíos de la inteligencia artificial
–El Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial verá la luz verde a finales de este mismo mes. ¿El público sabrá diferenciar algo hecho con la máquina frente a las creaciones de los seres humanos?
–La inteligencia artificial ha venido para quedarse y lo tenemos que asumir, pero tiene que estar bien regulado. En nuestro caso, depende de la Unión Europea. Si no se regula no tendremos protección frente a cualquier tipo de abuso. Aquí hay dos cuestiones capitales: ¿Qué vamos a hacer con las obras que genere la inteligencia artificial, donde no conozcamos claramente al propietario de la obra?, y ¿cómo vamos a compensar a los autores que han compuesto todas esas obras que han servido para que la máquina se entrene? Hay gente que piensa que puede vetar su futura obra para que la inteligencia artificial no se nutra. A nivel individual e incluso a nivel colectivo es imposible. No se puede controlar. La mala noticia es que los programas de inteligencia artificial ya han digerido toda la literatura, la filmografía y la música a nivel universal. La única manera de que los autores estemos un poco protegidos es que se nos compense por el uso que se ha hecho de nuestras obras. Y esto sólo se puede hacer a través de la gestión colectiva. En cuanto a si el público sabrá identificar una obra creada por una máquina... pues lo que no debería suceder nunca es que algo realizado por inteligencia artificial lo intenten colar como creado por el ser humano. Eso es un fraude que está pasando.
La inteligencia artificial ha venido para quedarse y lo tenemos que asumir, necesita estar bien regulada
–Estamos en verano y proliferan los festivales en cualquier municipio. ¿Cómo es la relación con los promotores para que abonen la famosa tasa del 8,5% de sus ingresos por venta de entradas?
–La gran mayoría de los promotores la pagan religiosamente sin ningún tipo de problemas. Esto no significa que no haya promotores que intenten ahorrar dinero pagando menos. Nosotros estamos en la media europea, pero siempre se crea una cierta tensión entre el que paga y el que cobra. Desde hace tiempo tenemos un convenio sólido y no tenemos una gran conflictividad.
–Se ha convertido en un filón y mucha gente que nunca se ha dedicado a la gestión de este tipo de eventos se ha subido al carro.
–Pero eso también pasa en un bar o en una peluquería. Hay un ciclo vital de estos establecimientos que, aunque parezca sorprendente, su media de vida es de cinco años. A veces no lo notamos, porque lo único que cambia es el dueño, pero cuando entra le tienes que explicar lo que tiene que pagar y las razones. Estamos acostumbrados a esta labor pedagógica, incluso cuando cambian las corporaciones municipales. De repente llega a un Ayuntamiento que estaba pagando religiosamente un partido diferente y entonces el concejal se pregunta por qué tiene que pagar una tasa.
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