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Los “matices” de Antonio El Bailarín, el genio inabarcable

Congreso 'Antonio. Cien años de Baile'

Manolo Marín, Merche Esmeralda, Ana María Bueno, Rafael Estévez, Nani Paños o José Antonio, “el eslabón de Antonio entre las nuevas generaciones”, resaltaron la figura de este “artista único e inagotable” en la clausura del encuentro por el centenario del sevillano

Participantes de la mesa 'De Antonio a José Antonio' con la que se cerró el congreso / Antonio Pizarro

Sevilla/“Cuando Antonio (El Bailarín) decía que íbamos a matizar un paso nos echábamos a temblar porque sabíamos que podía significar cambiarlo todo”, reconocía el bailarín, director y coreógrafo, José Antonio recordando al maestro en cuya compañía ingresó con sólo 14 años y del que “más que a bailar, aprendí a ser artista”, resaltaba.

La anécdota es sólo una de las muchas que se han oído en el congreso Antonio. Cien años de baile, que ha organizado la Universidad de Sevilla, junto al Ayuntamiento y la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, con motivo del primer centenario del nacimiento de Antonio Ruiz Soler, pieza clave en la historia de la danza española y universal y un bailaor y coreógrafo “único, inimitable e inabarcable”, tal y como coincidieron en señalar los investigadores, profesionales, creadores y compañeros de profesión que han participado estos días en el encuentro.

Claro que, por encima de su virtuosismo, o del incalculable valor de su legado, quienes le conocieron no dudan en destacar su personal estilo e inteligente visión para la danza y, sobre todo, un magnetismo mágico que le llevaba “a acaparar todas las miradas”. “Antonio era por encima de lo demás artista y le bastaba mover un brazo para que todo el mundo cayera rendido”, contaba Manolo Marín, otro gran maestro del baile sevillano que formó parte de su compañía “en un tiempo en el que los hombres teníamos poco que hacer porque Antonio lo bailaba todo”, y que, junto al mencionado José Antonio, Rafael Estévez, Valeriano Paños y Úrsula López, de moderadora, analizaron el papel de este “genio inmenso” como coreógrafo en piezas míticas como el martinete, las sonatas, la Fantasía galaica o Puerta de tierra, por citar algunas de las que subrayaron en la mesa.

En concreto, Estévez y Paños, que confesaron tener muy presente a Antonio en la forma de concebir el arte y en sus creaciones, incidieron en el “carácter” que imprimía en sus obras. “Él se dejó nutrir de lo que vio de Massine, Gene Kelly, en los night club de Hollywood que paseó con Rosario... y supo hacer un cóctel de todo eso con su escuela en la Alameda con Realito y coetáneos como Carmen Amaya, la Argentinita o Antonio de Triana para enseñarnos que el arte no tiene límites”, apuntaba Rafael Estévez. Es decir, tanto para quienes aprendieron directamente de él como para las nuevas generaciones, Antonio El Bailarín ha actuado de “surtidor, generador e inspiración inagotable”, algo que no se consigue sólo siendo un buen intérprete “porque podemos repetir sus pasos, pero no su esencia”, apuntaron.

De hecho, manifestaron, Antonio supo adelantarse y explorar las posibilidades de la danza española -la bolera, el folclore, el flamenco- sin límite alguno, “llevando nuestro baile a lugares donde no había llegado nunca”. Todo en una época dorada de la danza y de absoluta efervescencia artística que le permitió beber de personalidades como Falla, Albéniz, Lorca o Picasso, quien, como mostró en su conferencia Dolores Vargas Jiménez, quedó fascinado al verle y le dedicó un dibujo donde parece levitar sobre unas olas por aquello de que el malagueño advertía pintar “tal y como lo siento no tal y como lo veo”, recalcó la historiadora.

En este sentido, la crítica de este diario Rosalía Gómez defendió que es de vital importancia dar voz a quienes “han sido y son un puente indispensable entre esa edad de oro del baile y los bailaores de hoy”. De ahí cerrar la cita con la emotiva mesa redonda De Antonio a José Antonio, en la que participaron la maestra de baile y autora de su próxima biografía, Elna Matamoros, el reconocido compositor de cine y teatro, José Nieto, y las bailaoras sevillanas Merche Esmeralda y Ana María Bueno, junto a José Antonio.

Un homenaje que, en palabras de Gómez, quien es comisaria de la exposición sobre el bailaor que se puede ver hasta el próximo 9 de enero en la Sala Santa Inés, sirve para poner de relieve la increíble labor de José Antonio en su rica trayectoria tanto en su propia compañía como en las etapas en las que dirigió el Ballet Nacional de España y el Centro Andaluz de la Danza, actual Ballet Flamenco de Andalucía, manteniendo un estilo, una identidad y una manera de entender la danza desde la pasión y la disciplina. Así, se reconoció la valentía y la honestidad del creador, “la perfección, seguridad y limpieza de su baile”, como apuntó Merche Esmeralda, la “mirada global” -que señaló Nieto- y la búsqueda de la excelencia por encima de la popularidad “que es lo único que me ha preocupado en mi vida”, reconoció.

Su tributo, de paso, sirvió también para reconocer a figuras como Héctor Zaraspe (que arrancó el aplauso de los asistentes con su interpretación de palillos sobre una pieza de Albéniz que se retransmitió por vídeo), su primera maestra, María Rosa, o Aurora Bosch, bailarina del Ballet Nacional de Cuba, presentes en el patio de butacas y testigos vivos de la historia de la danza que desgraciadamente no estarán en el próximo centenario.

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