Una antigua forma de vida
Cátedra publica un magistral ensayo de Antonio Bonet Correa donde el escritor y miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando reúne décadas de apasionada investigación en torno a los cafés históricos.
Los cafés históricos. Antonio Bonet Correa. Cátedra. Madrid, 2012. 346 páginas. 28 euros
Hace unos años, en 2007, Antoni Martí Monteverde quedó finalista del premio Anagrama de Ensayo con Poética del Café, un excelente recorrido por los cafés considerados como espacios de la modernidad literaria, escenarios de esa "vida interior de la ciudad" a la que se refirió Ramón Gómez de la Serna. Poco antes, en 2005, Siruela había publicado La idea de Europa de George Steiner, un ensayo breve pero luminoso -en realidad, una conferencia- donde el gran autor de Errata cifraba en los cafés una de las cinco señas de la identidad europea. "Europa -escribía en el prólogo Vargas Llosa- es sobre todo un café repleto de gentes y palabras, donde se escribe poesía, conspira, filosofa y practica la civilizada tertulia, ese café que de Madrid a Viena, de San Petersburgo a París, de Berlín a Roma y de Praga a Lisboa es inseparable de las grandes empresas culturales, artísticas y políticas de Occidente". Pero ya en 1987, Antonio Bonet Correa -hoy presidente de la institución- había abordado el tema de los cafés en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, recogido en un opúsculo de corta tirada que se agotó pronto y no había vuelto a ser reeditado.
Titulada como entonces, la nueva y espléndida edición de Cátedra ofrece íntegro aquel discurso germinal, al que Bonet Correa ha añadido unas Apostillas donde amplía con mucho su tema y lo extiende a buena parte de los países de Europa y América. En lo formal, Los cafés históricos es un libro impecablemente editado, con doble columna de texto y numerosas ilustraciones escogidas -empezando por el óleo de Barradas reproducido en la cubierta- que remiten a pasajes concretos, de forma expresa o elegantemente alusiva. Ahora bien, siendo un libro muy hermoso y agradable de manejar, lo mejor es su contenido, una verdadera fiesta para los aficionados a la historia, la sociología, el arte o la literatura.
Surgido en el siglo XVIII, coincidiendo con el nacimiento de las sociedades urbanas modernas, el café es una de las instituciones fundacionales de la vida contemporánea, un espacio de libertad donde se han fraguado tratos, amistades, manifiestos, rumores o conspiraciones, pero sólo por el rastro -aquí documentado- que ha dejado en la obra de escritores y pintores estaría justificada esta monumental compilación que tiene algo de guía o itinerario, de lugares visitables o ya desaparecidos. A partir de centenares de pistas recogidas en viajes o lecturas, Bonet Correa ha trazado y glosado toda una geografía mítica que incluye los nombres consabidos -el Café de Flore o Les Deux Magots de París, Pombo de Madrid, Els Quatre Gats de Barcelona, el Greco de Roma o el Central de Viena, por citar sólo unos pocos- y muchos otros menos o apenas conocidos, descritos por su decoración o por su arquitectura y también por los episodios señalados que tuvieron lugar entre sus paredes.
Con epígrafes tan sugerentes como Patrick Modiano y los cafés, una Loa de los camareros, una colección de Máximas sobre el café o una breve Antología poética seguida de una utilísima bibliografía comentada de títulos en varias lenguas, Los cafés históricos es un libro enciclopédico pero amenísimo que mezcla la historia cultural, la crítica literaria y de arte, la divagación ensayística, la crónica de costumbres, el anecdotario pintoresco y algunas pinceladas autobiográficas, dado que el autor -"por mi edad pertenezco a una generación para la cual el asistir a una tertulia intelectual era un privilegio inapreciable"- ha conocido de primera mano la materia de su estudio y no se resiste a compartir algunas de sus impresiones y experiencias, ligadas, como él mismo dice, a la educación sentimental de varias generaciones. Por cierto que una de las fotografías incluidas en la edición muestra a don Antonio en el Gijón junto al escritor y camarero José Bárcena, que ha ejercido como cronista oficial del Café y lucha ahora por garantizar su pervivencia.
Durante mucho tiempo y al margen de su papel principal como lugar de encuentro y espacio de la sociabilidad por excelencia, los cafés han sido el centro de un mundo en el que confluían el periodismo, la literatura, el arte y la política. Es verdad que en las últimas décadas, por distintas razones, muchos de los cafés históricos han ido languideciendo, cerrando o transformándose en meros decorados, pero incluso si acabaran por desaparecer completamente -lo que no es descartable, dado el ritmo al que se extienden las franquicias depredadoras-, los más de dos siglos en los que fueron la "plaza mayor cubierta" de la vida ciudadana convierten a estos venerables establecimientos en parte fundamental de la historia contemporánea. En todo caso, los que aún permanecen abiertos -pocos en España, donde, como dice Bonet Correa, no hemos hecho demasiado por conservarlos- se ofrecen al visitante como vestigios o monumentos donde aún pueden escucharse los ecos de una antigua forma de vida. "La decadencia del café -escribió Josep Pla, que dedicó muchas páginas al asunto- implica la decadencia de una civilización entera".
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