A los 50 años de la muerte de Herman Hesse
El autor de 'El lobo estepario', ídolo de la contracultura y el pacifismo, recibió el Premio Nobel en 1946.
La fama le llegó tarde y de forma inesperada, pero el éxito del Premio Nobel de Literatura en 1946 Hermann Hesse (1877-1962), todavía hoy un gran incomprendido, sigue siendo abrumador 50 años después de su muerte por la vigencia y universalidad de sus temas. Poeta, novelista, crítico literario, pintor y humanista, es aún "desdeñado o mitificado en su patria", reconoce el semanario alemán Der Spiegel, que dedica su actual edición a quien califica de "perturbador, buscador de sentidos, poeta y anarquista". Antibelicista y antinacionalista, ídolo de la contracultura y "el primer ecologista", según la revista, Hesse habría adoptado con entusiasmo el actual "movimimiento de los indignados". Lo habría hecho -afirma la misma publicación- para defender el que fue su tema por antonomasia, la búsqueda de la identidad personal, y para oponerse a la cultura de masas, el poder del dinero, la pérdida del espíritu.
Para Der Spiegel y otros diarios como The New York Times, el autor era "inaccesible" para los lectores extranjeros. Hoy, con 150 millones de libros vendidos el literato alemán más exitoso del siglo XX y uno de los más influyentes en la historia de las letras germanas. Sus títulos han sido traducidos a más de 60 idiomas, aunque para ello fuera necesario superar varios obstáculos. Ellobo estepario, por ejemplo, fue retirado de las librerías estadounidenses por incitar a perversiones sexuales y al abuso de drogas, y en la extinta RDA fue tachado oficialmente de "antisocial". Mucho han cambiado las cosas. Según una reciente encuesta, Hesse, fallecido un 9 de agosto a los 85 años, es para los alemanes su cuarto escritor más importante, detrás de Thomas Mann, Bertolt Brecht y Günter Grass.
La devoción por Hesse apareció a finales de los 60, inesperadamente en Estados Unidos, con la guerra de Vietnam. Los jóvenes pacifistas vieron en el escritor un hombre sincero y austero que se había opuesto hasta el final al belicismo y había defendido con garras la identidad personal y los valores humanos en una Europa teñida de sangre.
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