Aníbal Soriano | Crítica
Rasgueos barrocos
Aníbal Soriano | Crítica
ANÍBAL SORIANO
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XV Festival de la Guitarra de Sevilla. Aníbal Soriano, guitarra barroca. Programa: ‘Gaspar Sanz. Sones y danzas para rasgueado y punteado’ (obras de Sanz). Lugar: Espacio Turina. Fecha: Viernes 1 de noviembre. Aforo: Media entrada.
La guitarra de cinco órdenes para la que se escribieron infinidad de colecciones y tratados en los siglos XVII y XVIII (no sólo en España) empezó siendo un instrumento menospreciado por los nostálgicos de la música polifónica (que tan bien representaba la aristocrática vihuela), pues estaba orientada sobre todo al acompañamiento de las canciones y a las danzas, y por eso su recurso continuo al rasgueo. Por supuesto, pervivieron también géneros de música punteada que además se asentaron conforme la técnica de los intérpretes fue adaptándose al instrumento, y este fue refinándose y a la vez fortaleciéndose. Los tres libros de la Instrucción de música sobre la guitarra española de Gaspar Sanz están un poco a medio camino entre la vertiente más popular y la cortesana, aquella más volcada hacia el ritmo y el rasgado, esta más contrapuntística y punteada.
El paseo que Aníbal Soriano se dio por la colección del músico aragonés se movió entre ambos mundos, aunque todo sonó mejor cuanto más cercano a lo popular. Para empezar, el recital era de alto riesgo, por la débil sonoridad del instrumento, que tardó en hacerse con la acústica de la sala. Soriano optó por una larga primera sección en que fue enlazando diversos aires, con mezcla de tiempos rápidos y lentos. Siempre salieron beneficiados los primeros. En las Españoletas, por ejemplo, el fraseo se entrecortó, lo que afectó a la expresión lírica. En el lugar opuesto, unas Paradetas chisposas y fluidas. Esta dicotomía en la interpretación se extendió al resto de la actuación. Si en las Marionas o las Pavanas la articulación fue algo rígida, aunque a veces la melodía fue destacada con pequeños floreos ornamentales de buen gusto (Marizápalos), Folías, Zarabanda, Canarios y la Tarantela de propina se beneficiaron de un ágil sentido del ritmo, que el intérprete enfatizó con golpes eufónicos sobre la caja armónica, y unos atractivos, vistosos y sensuales rasgueos.
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