‘Ángela’, la religiosa que conmovió a los escépticos
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El cineasta y escritor Gervasio Iglesias recrea en una novela publicada por El Paseo cómo “Sevilla la roja” admiró la labor de Sor Ángela de la Cruz.
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Mientras investigaba para un documental, el productor Gervasio Iglesias encontró en los viejos periódicos que hojeaba en la hemeroteca una crónica inesperada: el rendido elogio que el concejal socialista Manuel Jiménez Tirado dedicó en el Ayuntamiento de Sevilla el 5 de marzo de 1932 a Ángela de la Cruz, unos días después del fallecimiento de la religiosa. Al cineasta y escritor le asombró que aquella “Sevilla de izquierdas, a la que llamaban Sevilla la roja, por donde se propagaba un anticlericalismo desaforado”, honrara sin reservas la labor de esa monja. Ese episodio soprendente inspira Ángela, una novela editada por El Paseo en la que su autor ofrece una “visión laica” que ahonda en las “contradicciones” pero también en “la fuerza de voluntad” de “la persona de carne y hueso”, María de los Ángeles Guerrero, rebautizada como Ángela de la Cruz.
“Yo conocía la obra de las hermanas porque siempre he vivido cerca del convento, y las veía salir por las noches, siempre en pareja, aunque estuviera diluviando o hiciera 45 grados... Y advertía también cómo todo el mundo comentaba la buena labor que hacían, incluso mi padre que no era nada religioso daba dinero a las monjas”, recuerda Iglesias. “Pero todo lo que leí sobre los días en que había muerto Sor Ángela me admiraba. Detalles como que la última persona que entró en la capilla ardiente fue un obrero que puso una rosa roja sobre el ataúd, o que en las cartas que la gente mandaba al Ayuntamiento pidiendo un homenaje a Sor Ángela hablaban de ella como obrera en la fraternidad me hicieron preguntarme qué había detrás de todo esto”, explica el narrador, que aquí vira a cierto clasicismo en su obra tras la aventura alucinada de Enteógeno 2312, su anterior libro.
Iglesias, reconocido por su participación en proyectos como La Isla Mínima o Modelo 77, entre otras películas, planeó en un principio retratar a su protagonista con el lenguaje del audiovisual, en una serie. “A las hermanas les gustaba mi punto de vista, pero no veían que una actriz interpretara a Madre”, comenta el creador, que entendió tras descartar un documental que acabaría escribiendo una novela a partir de esa premisa. “Intenté hacer un relato cronológico de su vida, pero me costaba mucho poner palabras en su boca. Por lo que contaban Sor Ángela tenía mucho sentido del humor, y también se ponía muy seria cuando debía... Pero, ¿cómo se expresaba? Me resultaba muy difícil recrear esos diálogos. Hasta que se me ocurrió que fueran otros los que hablaran sobre ella, y ahí todo fluyó”. En la ficción es Alfredo, el doctor Valenzuela, inspirado en el perfil de Jiménez Tirado, y su círculo quienes reflexionan sobre la huella que esa mujer menuda y beligerante deja en su ciudad al morir.
En una Sevilla que sufre una hambruna terrible y donde el pan llega “a los mismos de siempre”, a “los señores, a los canónigos”, la protagonista “tiene la vocación de ayudar a los demás. Pertenece a una familia humilde, pero que no vivía en la miseria porque los padres trabajaban”, resume Iglesias, “y ya con seis o siete años reserva la comida para llevársela a otra gente. Ella sueña un día con Cristo crucificado, y al lado hay una cruz vacía que entiende que es para ella. A partir de ahí quiere seguir un camino de sacrificio”, expone Iglesias sobre Ángela de la Cruz, a la que describe con una portentosa valentía –salva de la muerte a una mujer succionando su pecho infectado, un gesto que le dejará de por vida llagas en la boca–, pero también en su intimidad más vulnerable: cuando se siente “dominada” por la “rabia” o tiene “mucha tentación de blasfemias”.
"Ella cambia la idea de caridad cristiana y la acerca a lo que hoy llamamos solidaridad”, dice Iglesias
Su deseo de seguir la estela de Cristo, la extrema humildad con la que cuida a los enfermos que nadie quiere atender o toma decisiones controvertidas como montar una escuela para obreras y prostitutas, choca con la línea oficial del poderoso Spínola al mismo tiempo que sacude la conciencia de la infanta María Luisa. “Desde el primer momento en que Ángela empezó a intentar cambiar, si no el mundo entero, al menos su mundo, algo empezó a hacer ruido dentro de la Iglesia”, dice uno de los personajes. El libro reconstruye los “obstáculos” que sufrió la religiosa para abrirse paso en un entorno masculino: el orden eclesiástico obligaba “a que cualquier congregación de mujeres sea dirigida por un responsable. Como siempre, todo el poder de las mujeres queda supeditado a los designios de un hombre”, se señala en una de las conversaciones de Ángela.
Iglesias, que presentará su obra este jueves a las 19:00 en el Colegio San Francisco de Paula y firmará una hora más tarde ejemplares en La Botica de Lectores de Santa Catalina, se aparta en su narración de la “versión más bondadosa” de otros libros. “Me ayudó mucho leer el Bosquejo biográfico que escribe la hermana María del Salvador poco después de la muerte de Ángela de la Cruz, antes de que se construyera una leyenda alrededor de ella. Fue una mujer muy religiosa, pero a mí lo que me interesa es su contribución social, cómo cambia el concepto de caridad cristiana y la acerca a lo que hoy entendemos por solidaridad. Ángela se adelantó a su tiempo y fue un ejemplo en su comportamiento cívico”, concluye el productor, que presta a sus criaturas algunos diálogos de películas y series como El mundo es nuestro o El hombre de las mil caras. “No he podido evitarlo, me ocurrió lo mismo en la anterior novela. Son frases que aplico en mi día a día, y que acabo llevando a mis personajes”.
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