Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
Literatura
“Nadie le había contado que en Madrid había vida, una vida tan agradable”. Benjamin Smith viaja a España en 1945 como ciudadano estadounidense, pero en realidad está volviendo a las raíces. No hacía mucho respondía al nombre de Benjamín Buenaventura Cortés, y su retorno, ahora, tiene un propósito: debe fingir que es un especialista en arte interesado en formar una colección, pero bajo ese disfraz tiene la misión de deshacerse del coronel Alfonso López Peñaflor, quien se resiste a la alianza del régimen de Franco con el gobierno de EE UU. “Pese a los lutos, Madrid le gustó mucho. No había pensado que tanto”, se lee al comienzo de Me piden que regrese (Destino), la nueva novela de Andrés Trapiello.
El autor de Las armas y las letras o Al morir Don Quijote invitó este jueves al público de la Feria del Libro de Sevilla al Madrid de la posguerra, un escenario lleno de contrastes en el que conviven “muchos mendigos, viejos raídos y acabados” y “gentes vestidas de fiesta, que reían, hablaban en voz alta, fumaban”. El narrador y poeta inauguraba, en una charla con la periodista Mabel Mata, una nueva edición del encuentro librero que cambia este año de ubicación a los Jardines de Murillo.
“Yo he tenido en la vida muy pocos temas: he hablado muchas veces de la Guerra Civil y de la posguerra, por razones familiares, y también he frecuentado mucho en mi obra Madrid, por razones personales”, explicaba Trapiello en una entrevista horas antes de protagonizar la apertura de la Feria del Libro. “Llevo 50 años viviendo en Madrid y es un sitio muy especial, en el que nadie es de allí y todo el mundo es de allí. Y al mismo tiempo, si se compara con otras capitales europeas, es una ciudad muy modesta, más modesta por ejemplo que Lisboa, por decir un lugar, y esto lo hace más simpática. No eclipsa la parte humana: en París, en Londres, en Viena, en Roma, destinos tan monumentales, uno se siente abrumado y se queda en segundo lugar. Madrid es enormemente hospitalaria, porque lo que hace es realzar a los personajes: les acompaña y es un telón de fondo apropiadísimo para que ellos se luzcan”, argumenta el escritor.
Los personajes principales de Me piden que regrese son el citado Benjamin Smith, “alto, guapo, inteligente”, y Sol Neville, “más joven que él, rica, muy lectora de novelas”. Es ella la que sugiere al visitante, la noche que ambos se conocen, que en España, después de la guerra, hay una novela en cada esquina. “Y juega con ese dicho popular de que Madrid es un poblachón de mala muerte, sólo que cambia poblachón por novelón. Y en ese momento más, porque muertos hay por todos lados”, añade Trapiello.
Frente a la ciudad apesadumbrada que plasman tantos retratos de la posguerra, Benjamin Smith se topa con un Madrid en el que “la gente se divertía, de eso no hay duda. Acaso con más ganas y brío que antes de la guerra: había muchas más cosas tristes de las que olvidarse”, escribe Trapiello en su libro. “La parte luminosa, la parte alegre de Madrid es la parte cervantina”, apunta en persona el traductor al castellano actual del Quijote. “Cervantes es otra de las fatalidades de mi vida, una fatalidad escogida realmente, porque es el escritor que representa lo mejor de la condición humana: alguien que lo tuvo muy difícil, y que nunca perdió la sonrisa ni la dignidad. En mi libro nadie quiere ser una víctima, es gente que ha sufrido, pero que no se queja y que mira hacia delante. Benjamín y Sol no llevan piedras en la mochila, van ligeros de equipaje y al estar con ellos te gustaría que fueran tus amigos”.
El protagonista se sorprende al abrir los periódicos y hallar en ellos una sucesión de “anuncios de medicinas, panaceas, reconstituyentes” que reflejaban una “España enferma, España convaleciente”. “Y cuántos remedios contra el estreñimiento: la mala alimentación y el miedo a partes iguales”, cuenta Trapiello en Me piden que regrese. “La guerra se había llevado por delante a medio país y había dejado el otro medio desquiciado, tuberculoso, estreñido, hipocondriaco y aterrado de caer enfermo: lo que no habían matado la guerra, las checas o Falange lo mataba el hambre”.
Madrid es una ciudad hospitalaria. Su modestia no eclipsa la parte humana, no abruma como otras capitales europeas”
La documentación para el proyecto “ha sido exhaustiva, pero también compartida con los libros anteriores que había publicado ya sobre Madrid. Hablamos de periódicos publicados en una dictadura, un tiempo en el que es muy difícil informar de casi nada, y por eso las páginas se dedican a estas cosas cotidianas y un poco absurdas, detalles que pasado el tiempo para mí son más útiles que si hubieran sacado muchas noticias sobre política. De la misma manera que me ha sido más útil la lectura de novelas malas que de novelas buenas, porque las novelas buenas están más elaboradas y más preocupadas por la literatura, y se detienen menos en lo que está más vivo. Y con las películas me ocurre lo mismo: Cateto a babor o Las chicas de la Cruz Roja no alcanzan la calidad del cine de Berlanga, pero me han sido utilísimas”, expone Trapiello sobre la redacción de su última obra, en la que los personajes encuentran en el cine una ventana al mundo y un modo de explicarse la vida. “La ficción es lo que nos une, porque la Historia es divisiva”, considera el Premio Nacional de la Crítica y Premio Nadal.
Trapiello describe en Me piden que regrese las fiestas del Palace o los cócteles en el Embassy. “La idea que tenemos nosotros de la posguerra se centra mayoritariamente en los que perdieron. Pero la población de Madrid era entonces un millón de habitantes, y no un millón de cadáveres como decía Dámaso Alonso, de los cuales medio millón estaba encantado porque había ganado la guerra. Posiblemente Franco no les diera nada, porque no había nada que repartir para todo el mundo y lo poco que había se perdía en los generales corruptos y las corruptelas de Falange, pero a esa gente Franco les quitó el miedo. El otro medio millón decidió pasar página. Habían sufrido la guerra, una represión brutal, y hay que insistir en ello, hubo persecuciones, y encarcelamientos, y torturas, procesos sin garantías, a menudo penas de muerte, todo eso es cierto, pero se puede decir que en una pequeña parte, porque después del fracaso estrepitoso del atentado de Cuatro Caminos el Partido Comunista dejará la lucha armada, y Franco concluye el estado de guerra. Es un momento muy interesante el que yo narro, pero lo importante en la novela no es la acción política, es la historia de amor”.
La estela de Baroja, que tiene un cameo en la trama, se advierte en las hechuras de esta obra. “De él me atrapa esa manera de novelar, muy rápida, casi esquemática, sin la sensación de que la reflexión entorpece”, dice del autor de Zalacaín el aventurero. “Lo que he buscado en esta obra es que la parte ideológica, la parte histórica, la parte doctrinal, entre comillas, ni se note. Que solamente al final, cuando cierre el libro, el lector empiece a pensar y decida quién es bueno y quién es malo, y tome sus propias conclusiones”.
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