Amparo Muñoz, la reina que renunció a su corona
Libros
Miguel Fernández publica 'La vida rota', una biografía que vincula la historia de la Miss Universo a la de las mujeres de su tiempo
Al periodista y escritor Miguel Fernández le gusta particularmente un momento en la filmografía de Amparo Muñoz: una escena de Mamá cumple cien años en que su personaje le asegura a Rafaela Aparicio que todos son unos hipócritas. Se refiere a la familia protagonista, pero en aquel rodaje complicado en el que la malagueña no era bien vista por parte del equipo debido a su relación sentimental con el productor Elías Querejeta y en el que no se entendió con Carlos Saura, después también de un recorrido vital donde unos y otros quisieron aprovecharse de su belleza, la actriz parecía hacer suyo ese diálogo, soltarlo desde las entrañas. Sí, por lo que ella había vivido todos eran unos hipócritas, así lo expresaban sus ojos en esa secuencia. "Aquella frase se puede trasladar a la sociedad", opina Fernández, "y en la forma en que la dice yo reconozco a la Amparo genuina, a la mujer que había tras el icono".
Fernández (Granada, 1962) es el autor de La vida rota. La biografía definitiva de Amparo Muñoz (Roca Editorial), con la que regresa a las librerías tras Desafiando al olvido, la semblanza del músico Waldo de los Ríos. Igual que entonces, el periodista toma un referente como premisa para plasmar las contradicciones y circunstancias de un tiempo. Porque la peripecia de esa joven que llegó a ser Miss Universo y que después intentaría labrarse una carrera en el cine "es muy singular, desde luego, pero en realidad no es muy distinta de la historia de las mujeres del final del franquismo, de la Transición, de los primeros años de la democracia. Ella representa esa visión cosificada de la mujer que presupone que puede ser utilizada y que está a disposición del varón en cualquier momento", analiza el biógrafo.
Ya antes de convertirse en noticia y alcanzar una gloria que resultará engañosa, Muñoz (Vélez-Málaga, 1954 - Málaga, 2011) tiene que dejar su primer empleo en los Almacenes Mérida debido al cerco y la insistencia de uno de los jefes, "y ahí empezará a dar manotazos contra un mundo de hombres que no van a dejar de acosarla hasta prácticamente los días finales de su vida", sostiene el autor, que conoció bien a su protagonista: coescribió las memorias que ella publicaría en 2005, La vida es el precio.
"Ha llegado el momento de revisar la historia, no sólo la de Amparo y de otras actrices, también de las mujeres de aquel tiempo, condenadas a un papel secundario", considera Fernández, que en su libro recoge cómo una nueva generación de escritoras, Marta Sanz y Herminia Luque entre ellas, ha denunciado en sus novelas el fraude de aquel destape en el que participó Amparo Muñoz, un movimiento que se vendió como liberación y no fue sino otro episodio de explotación de la mujer. "Es muy interesante, porque hoy estamos asistiendo a una relectura de muchas cosas que habíamos dado por sentadas. Corrientes como el #metoo nos hacen ver con otros ojos la experiencia de la población femenina en los últimos 50 años en España, y el ejemplo de algunas famosas nos ayuda a entender cómo la historia que nos contaron es radicalmente distinta a lo que vivieron", prosigue Fernández, que se apoya también en testimonios de otras actrices como Ágata Lys, retirada por un tiempo del cine tras cansarse de salir de la ducha sin coger una toalla, y que se quedó sin trabajo por no complacer y por darle "una patada en los huevos" al mandamás de un programa de televisión. "El acoso estaba normalizado", señala el autor de La vida rota, "entonces nadie lo denunciaba, y si lo hacías te colocaban la etiqueta de rebelde, de complicada, de problemática, y te quedabas fuera de los rodajes porque los productores y directores preferían contratar a chicas dóciles".
Con su triunfo en aquel certamen de belleza, con su personalidad libre, Amparo Muñoz trajo aires nuevos a esa España en la que agonizaba el franquismo y asomaba por el horizonte un cambio de mentalidad. "La gente joven la adoraba", se asegura en el libro. "En ese momento, ¿qué porvenir tenía una mujer joven? Aguantar al marido, criar a los hijos, colocarse en Galerías Preciados y pare usted de contar". Pero la sonrisa con la que Amparo Muñoz celebra sus triunfos se congelará pronto. "Entre ese enjambre de cámaras comprendí que la belleza podía abrir muchas puertas". Así recordaba la modelo su victoria en Miss España, y añade posteriormente: "Qué ingenua fui". Le esperaba entonces el viaje a Manila, donde ganará Miss Universo en julio de 1974, un destino exótico en el que aquella jovencita cándida se enfrentará a vivencias insospechadas –entre otros episodios, es recibida por Imelda Marcos en el palacio presidencial– sin saber que se está activando una turbia maquinaria.
"Es una historia fantástica que está enmascarando una gigantesca operación de marketing político", afirma Fernández. "La corporación que organiza el concurso está casi siempre al servicio de gobiernos con dictadores y en problemas, como la Grecia de los coroneles, la Filipinas de Imelda Marcos… y la pelota venía directa a la España de Franco. Pero ahí no salieron las cosas como se planearon: Franco se puso enfermo y el régimen se empieza a descomponer, y a pesar de que había un preacuerdo para celebrar Miss Universo en España eso se va al traste". Mientras, Muñoz va descubriendo que su sueño tiene en realidad la textura de una pesadilla, y acabará renunciando a ese título.
"Todo fue muy opaco. Amparo es menor de edad, y, además, según la ley que no se derogó hasta octubre del 75, estaba inhabilitada por el hecho de ser mujer para suscribir ningún acuerdo. ¿Quién firmó ese contrato y en nombre de qué? Si ella no tenía capacidad legal, y su padre no estaba en Filipinas, ¿cómo y cuándo se formalizó esa operación? En la corporación se hacen con Amparo y la someten a un plan que no dista mucho de lo que hoy hacen los implicados en la trata de mujeres con sus víctimas: la aíslan, la someten a un control riguroso, que llega hasta los espacios más íntimos de la persona, la anulan por completo. La embarcan en viajes por todo el mundo, almuerzos y cenas con hombres poderosos con intenciones oscuras pero más que claras... y a la opinión pública se le vende que todo es una fantasía. Hoy en día toda esa maquinaria, tal cual, sería inadmisible". El abandono de la corona de Miss Universo por parte de Muñoz y el interés del entorno de Franco por deshacerse del compromiso con aquel certamen hicieron que proliferaran reportajes contra los concursos de belleza, "y es gracioso, hay personas conocidas ahora por su progresismo que defienden la oportunidad para la mujer que suponen iniciativas así, mientras el enemigo que más en contra se pronuncia de estas propuestas es la Sección Femenina".
Fernández ha preferido "ser un narrador, no un juez" y por eso no emite "veredictos" sobre las parejas que tuvo su protagonista, algunas tan célebres como Máximo Valverde, Patxi Andión o Querejeta, con quien mantendría la amistad y quien le daría a Muñoz su último gran papel en Familia. "Con Máximo, con quien tuvo una relación sincera, inició una dinámica que le resultaría perjudicial, su coqueteo con la prensa rosa. La gente, entonces, conocía a los actores por sus apariciones en televisión, pero también por las revistas, y los dos necesitaban promocionarse… Y Amparo acabó siendo un rehén del sensacionalismo. Más tarde, cuando rompe con Patxi, creará un discurso que repetirá en las entrevistas a corazón abierto, sin darse cuenta de que esa exposición empaña su prestigio".
En las páginas de La vida rota se refleja cómo la prensa abordó con despiadada indiscreción sus problemas con las drogas o el cáncer por el que moriría, e incluso, años antes, se inventó que la actriz padecía sida. "Y aquí se aprecia también un doble rasero: a Miguel Bosé lo perjudicaron con el mismo bulo, pero tuvo la oportunidad de la reparación, del resarcimiento, lo invitaron a un programa en prime time con Mercedes Milá en el que lo aclaró todo, y su carrera no se resintió. Pero Muñoz hizo dos entrevistas en la puerta del Hotel Málaga Palacio y durante ocho años ningún actor quiso acercarse a ella. Los medios siempre insistieron en su pasado oscuro, con una verborrea perversa la definían una y otra vez como un juguete roto".
La fortuna no acompañó a una intérprete a quien Méndez-Leite pronosticó que, si se preparaba, "dentro de diez años no habrá quien te tosa". Fernández la ve como una mujer "desarmada", en busca de "alguien que la entienda", aunque al biógrafo le guste destacar esa fortaleza que mostraba en las distancias cortas, también los principios y valores que albergaba. "Yo creo que la búsqueda de la luz, de la verdad, fue el motor de su vida. La muchacha rebelde que rechaza al jefe en los Almacenes Mérida es la misma que se enfrenta a la organización de Miss Universo, o a Carlos Saura... A mí me emociona mucho ese momento en que, ya madura, el cine le ha dado la espalda, está saliendo de las adicciones, entra en el budismo y se convierte en una activista. Era una persona mucho más sólida de lo que su fragilidad daba a entender".
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