Todos amamos a Anouk Aimée, inspiración de Fellini, Demy y Lelouch
Cine
Muere la actriz de ‘La dolce vita’, ‘Lola’ y ‘Un hombre y una mujer’, por la que fue candidata al Oscar. Supo ganarse un lugar destacado en la memoria sentimental de los espectadores
Teatro Central: temporada 24/25
Hay actrices con cuyas muertes nos morimos un poco porque representaron un ideal de inteligencia, elegancia y belleza que brilló –para no apagarse nunca– en un momento muy concreto de nuestras vidas. Es un sentimiento que tiene que ver con lo que ellas, sus películas, sus personajes y su presencia en pantalla significaron para nosotros en los años en los que descubríamos a la vez la vida y el cine que, como escribió André Bazin y citaba Godard en el inicio de Le mepris, no es sino la sustitución de nuestra mirada por un mundo más en armonía con nuestros deseos. Eran amores platónicos, como el que sintió, y siempre que pudo proclamó con respetuoso sentido del humor, el gran crítico Alfonso Sánchez por Anouk Aimée, la actriz que ha fallecido a los 92 años. Alfonso Sánchez era mucho mayor que ella y los de mi generación éramos mucho más jóvenes. Pero para ambos, y para muchos otros, fue algo más que una gran actriz, que lo fue, y algo más que una hermosísima mujer, que también lo fue. Fue Anouk Aimée. Y punto. Solo Francis Lai, con las canciones que compuso para la película que convirtió a la que ya era una gran actriz en una estrella internacional, quizás puede expresar lo que Anouk Aimée representó para nosotros. Oigan a Nicole Croisille y a Pierre Barouh cantar Plus fort que nous o Aujourd’ hui c’ est toi de Un hombre y una mujer y tendrán una idea. Y después oigan Los más bellos años de una vida que Francis Lai compuso y la voz maravillosamente envejecida de Nicole Croisille cantó para la hermosa, tierna y dulcemente amarga despedida de Lelouch a los personajes de Aimée y Trintignant 53 años después de Un hombre y una mujer, y acabarán de comprender quién fue Anouk Aimée para mí, para nosotros, para muchos. Suene para ella la canción de Francis Lai: “A l’ombre de nous / restera toujours, / au nom de l’amour, / un goût d’éternité. / Au nom de nôtre amour/ une ombre va rester”. Ojalá sea así.
Anouk Aimée, de verdadero nombre Nicole Françoise Florence Dreyfus, nació en 1932 del matrimonio formado por el actor Henry Dreyfus –quien por las connotaciones antisemitas tras el famoso caso actuaba como Henry Murray– y de la más conocida actriz Geneviève Soria, que actuó en cine a las órdenes de Jean Epstein, Julien Duvivier o Jean Paul Le Chanois. Cuando cayó Francia en 1940 sus padres la enviaron a un internado en los Alpes para salvarla de las persecuciones contra los judíos, cambiando su apellido por el de su madre. De regreso a París tras la guerra el director Henri Calef la descubrió mientras cenaba en un restaurante con su madre y le dio su primer papel en La maison sous la mer, interpretando a la jovencita Anouk, de la que tomará el nombre. Era 1947 y ella tenía 15 años. Impresionado por su belleza Marcel Carné la contrató ese mismo año como primera actriz para La Fleur de l’ age permitiéndole compartir cartel –ya como Anouk Aimée– con los consagrados Serge Reggiani, Arletty y Martine Carol. Desgraciadamente la película quedó inconclusa, aunque le permitió conocer al poeta Jacques Prevert, su guionista, que la recomendó para su siguiente proyecto, Los amantes de Verona, dirigida por André Cayatte en 1949.
Inició una lenta pero ascendente carrera en la década de los 50 –destacando sus trabajos con Alexandre Astruc en Les crimes de l’ amour y Les mauvaises rencontres, con Jacques Becker en Montparnasse 19 (interpretando gracias a su fría y elegante belleza a Jeanne Hébuterne, la pintora, amante y modelo de Modigliani) y con Georges Franju en La tête contre les murs– hasta que, con un nombre ya hecho en Francia, Fellini le dio en 1960 su primera gran oportunidad internacional confiándole el papel de la rica y hastiada Maddalena en La dolce vita.Fellini utilizó el registro más frío y distante de la elegante belleza de Anouk, oponiéndola a la belleza cálida y carnal de Yvonne Fourneaux, ambas amantes de Mastroianni. En este mismo registro volvió a utilizarla en 1963 en Otto e mezzo, dándole el papel de la inteligente y fría mujer de Mastroianni, otra vez en oposición a una amante carnal y simplona interpretada por Sandra Milo.
Entre una y otra obra maestra, que hubieran bastado para consagrarla, un joven director que no había logrado los 250 millones de francos que necesitaba para la filmación de su primera película, una comedia musical en color y cinemascope, aceptaba filmarla por 45 millones, en blanco y negro y sin canciones. Podía contar con Anouk Aimée porque el éxito de La dolce vita aún no había disparado su caché. El director era Jacques Demy, la película era Lola y la extraordinaria interpretación de Anouk, coincidente con el estreno de la película de Fellini, la convirtió definitivamente en uno de los primeros nombres del cine francés. Mientras Fellini había utilizado los rasgos más fríos y elegantes (modiglianescos) de la belleza de la actriz, Demy descubrió sus más cálidos, sensuales y acogedores registros. Vino tras ella un cierto bache en coproducciones con Italia –con la excepción, por supuesto, de Otto e mezzo– hasta que en 1966 Claude Lelouch le dio el papel que definitivamente la convertiría en una estrella internacional en Un hombre y una mujer, ganadora de la Palma de Oro, dos Oscar (siendo ella nominada a la mejor interpretación femenina) y dos Globos de Oro (ganando ella el de mejor actriz).
A partir de ahí Anouk Aimée, solo dejando unos años el cine en los 70 tras su boda con Albert Finney, desarrolló una larga carrera –ya hemos comentado que en 2019 retomó su personaje de Un hombre y una mujer para Lelouch en Los mejores años de nuestra vida– trabajando con Delvaux, Bertolucci, Lumet, Cukor, Bellocchio, Chouraqui, Skolimovski, Varda o Kaurismaki y siempre con su fiel Lelouch. Desde 1990 a 2014 se dedicó intensamente al teatro. Fue amiga de Picasso, Jean Genet (que escribió para ella el guión Les rêves interdits que finalmente interpretó Jeanne Moreau), Jacques Prevert, Jean Cocteau, André Breton o Raymond Quenau, tras ser iniciada en los círculos intelectuales por su segundo marido, el cineasta y director artístico griego afincado en París Nikos Papatakis, que regentaba el célebre cabaret La Rose Rouge, uno de los centros de la intelectualidad –allí debutaron Leo Ferré o Juliette Greco– del París de la posguerra y los años 50. Para la gran y más exigente historia del cine quedan sus interpretaciones en Montparnasse 19, La Dolce vita, Lola, Otto e mezzo y Un hombre y una mujer. Como icono capaz de representar una época de la historia del cine queda su imagen contándole a su hija Caperucita roja mientras una y otra vez se recoge el pelo que el viento de una invernal playa de Deauville le alborota en las primeras imágenes de Un hombre y una mujer.
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