El amable colonizado
Blackie Books reúne en un volumen todas las historias ilustradas que el francés Jean de Brunhoff dedicó al elefante Babar entre 1931 y 1937, con prólogo de Maurice Sendak.
BABAR. TODAS LAS HISTORIAS. Jean de Brunhoff. Trad. Juan Carlos Silvi. Prólogo de Maurice Sendak. Blackie Books. Barcelona, 2015. 316 páginas. 22 euros.
El elefante Babar nació, como Bilbo Bolsón, en la boca de un progenitor dispuesto a entretener a sus pequeños al calor del hogar. Fue Cecile, la mujer del ilustrador francés Jean de Brunhoff (1889-1937), la que acuñó el nombre y la que imaginó al personaje a modo de canción de cuna para sus polluelos. El artista cayó igualmente rendido y decidió trasladar aquel relato al papel, con sus dibujos y textos sencillos para incipientes lectores. Así vio la luz en 1931 Historia de Babar, que se convirtió en un éxito tan descomunal como inesperado: el pequeño elefante adquirió la categoría de icono popular y no tardó en hacerse querer también fuera de Francia. De Brunhoff realizó otros cinco álbumes ilustrados hasta su muerte en 1937, si bien los últimos vieron la luz de manera póstuma en diversas entregas hasta 1941. Para entonces Babar había vendido cuatro millones de ejemplares, pero el fenómeno no se detuvo con el fin del autor. Su hijo, Laurent de Brunhoff, continuó la saga con igual fortuna, permitió la adaptación televisiva de 1969 y convirtió a Babar en un imperio comercial dejándolo en manos de la estadounidense Clifford Ross Company a mediados de los 80. Mucho antes, en 1940, el compositor Francis Poulenc alumbró un acompañamiento musical pensado para la lectura en voz alta de Historia de Babar, inspirado en Pedro y el lobo de Prokofiev (inspiración que el mismo Poulenc siempre negó), pieza compuesta sólo cuatro años antes. Una legendaria grabación de esta partitura con Jacques Brel como narrador terminó de ganar a Babar, también, para la causa de la élite cultural francesa en un siglo desquiciado. Ahora, el sello Blackie Books acaba de lanzar un volumen que contiene todos los libros de Babar realizados por Jean de Brunhoff: La historia de Babar, El viaje de Babar, El rey Babar, Las vacaciones de Zefir, Babar en familia y Babar y Papá Noel, en una exquisita edición con portadas alternativas, una nueva traducción a cargo de Juan Carlos Silvi y, a modo de apetitoso prólogo, el artículo que Maurice Sendak (el autor de Donde viven los monstruos) escribió en 1981 para celebrar el cincuenta aniversario de Historia de Babar. Si busca usted, lector, un libro con el que ganar el corazón de pequeños y grandes esta Navidad, esta opción resultará fetén para su regalo.
La importancia esencial de Babar tiene que ver con su condición fundacional en la historia del libro ilustrado: la sencillez del trazo, el gusto por el detalle, la fabulosa recreación de ambientes (tanto los más exóticos como los más caseros) y, especialmente, el uso de colores vivos y vistosos, en una conjunción armoniosa con la depurada caligrafía para la inserción de los textos, ejercieron un atractivo irresistible no sólo para lectores de todas las edades, también para artistas que vieron en el libro ilustrado una forma por derecho de expresión artística, al mismo nivel que cualquiera de las categorías ilustradas y académicas. Uno de ellos fue el estadounidense Maurice Sendak (1928-2012), que compartió una larga y honda amistad con Laurent de Brunhoff y que en su texto de 1981 apunta: "Al fin y al cabo, los franceses prácticamente reinventaron el libro ilustrado entre finales del siglo XIX y principios del XX. Jean de Brunhoff comparte con André Hellé, Edy Legrand, Boutet de Monvel, Félix Valloton y Pierre Bonnard una libertad de encanto y una visión fresca que te seducen y te cortan la respiración. Como las composiciones poéticas virtuosas, la interacción entre unas pocas palabras y la imagen, lo que solemos llamar álbum ilustrado, es una técnica difícil y exquisita en la que muy pocos han sobresalido. Los trabajos conseguidos son tan brillantes y profundos que, con todo el derecho, deberían situarse entre las obras de arte para adultos con un nivel comparable de sofisticación". A este ideal, la definición del libro infantil ilustrado como objeto artístico mucho más allá del mero pasatiempo y de los rancios criterios distributivos en torno a la edad, se consagró Sendak como artista (y también, cierto, como hombre). Y, con él, toda una legión de creadores que, por más que la excelencia siga quedando al alcance tan sólo de unos pocos, han regalado al género un esplendor que se extiende hasta el presente.
Desde su misma aparición, no obstante, y especialmente en las tres últimas décadas, Babar tampoco se ha visto exento de polémicas al ser considerado por algunos como un cándido promotor de las actitudes colonialistas con las que Europa se condujo en el siglo XX. Y los dardos han ido dirigidos, de nuevo, al primer álbum de la serie, Historia de Babar: en él, el pequeño elefante africano queda huérfano cuando un cazador mata a su madre y emprende la huida. Sin detener su rumbo, llega a una ciudad en la que se queda maravillado por sus edificios y automóviles. Allí, una anciana señora siente compasión por él y decide adoptarlo, haciendo de Babar un europeo ejemplar: le compra trajes a medida, le inculca las costumbres civilizadas y se lo lleva de paseo en su coche. Cuando, ya adulto, Babar decide regresar a África, su superioridad respecto a los demás animales es palpable y no tarda en alzarse como rey. El escritor chileno Ariel Dorfman, uno de los más críticos con la obra de Jean de Brunhoff, denunció la presentación de Babar como indígena asimilado desde el tercer mundo por el primero, y la de la anciana señora como agente asimilador, a la manera del imperio o la Iglesia. Las ideas de Dorfman fueron a su vez duramente criticadas por otros autores como Mario Vargas Llosa, aunque la sombra de la sospecha nunca se ha separado del todo de Babar. Lo cierto es que en el segundo libro, El viaje de Babar, Jean de Brunhoff lleva a su héroe y a su esposa Celeste a las manos de un empresario de circo llamado Fernando que muestra un perfil bien distinto del imperio, seguramente con ánimo corrector. La polémica de Babar, de cualquier forma, nunca revistió los delirios que afectaron a Tintín en el Congo, y el tiempo, más o menos, ha ido poniendo las cosas en su sitio.
Sendak apunta otra clave en el prólogo: Jean de Brunhoff contrajo la tuberculosis en 1930 y empezó a dibujar a Babar sabiendo que no le quedaba mucho tiempo por delante, lo que se traducía a menudo en una sombría preocupación por su familia; sin la enfermedad, por tanto, Babar no habría tenido su oportunidad. "La verdad es que no es fácil criar a los hijos", dice el elefante en Babar en familia. Esa melancolía impregna todas y cada una de las ilustraciones. Hasta parecerse tanto a la vida.
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