Delicada guitarra de salón
Álvaro Toscano | Crítica
La ficha
ÁLVARO TOSCANO
***
XV Festival de la Guitarra de Sevilla. Álvaro Toscano, guitarra.
Programa: ‘Il faisait encore nuit’
Johann Sebastian Bach (1685-1750): Preludio, Fuga y Allegro BWV 998 [c.1735]
Marco Smaili (1967): Il faisait encore nuit [2015]
Miguel Llobet (1878-1938): El testament d’Amelia / El noi de la mare / Cançó del lladre
Isaac Albéniz (1860-1909): Almería de la Suite Iberia [1907] [transcripción de Javier Riba] / El Albaicín de la Suite Iberia [1908] [transcripción de Carles Trepat]
Lugar: Espacio Turina. Fecha: Miércoles 6 de noviembre. Asistentes: Unas 60 personas.
Alumno de Javier Riba en su ciudad natal y de Francisco Bernier en Sevilla, el guitarrista zurdo Álvaro Toscano (Córdoba, 1997) mostró maneras de extraordinaria delicadeza desde su apertura con una de esas piezas laudísticas (o clavecinísticas) de Bach que muchos guitarristas han hecho suyas, el tríptico BWV 998: un Preludio introspectivo, un punto trascendido; una Fuga de apreciable transparencia, pese a algún pequeño roce; un Allegro ágil, literal, sin demasiado contraste.
El estilo íntimo e introvertido del cordobés sirvió luego estupendamente para la obra que daba título a su concierto, Il faisait encore nuit, pieza del argelino Marco Smaili, un músico que ganó hace años el Premio de composición Manuel de Falla asociado a este festival. Música de sonoridad leve y entraña poética que funcionó a la perfección.
Las tres armonizaciones de Miguel Llobet de canciones populares catalanas siguieron en versiones melódicamente impolutas, tocadas con encanto, tempi siempre lentos y dinámicas planas. Esa sonoridad pequeña y esas dinámicas no muy variadas marcaron también el final albeniciano del recital. A pesar de la multitud de transcripciones guitarrísticas que hay de su obra, la música de Albéniz es consistentemente pianística: siempre que escucho una versión para guitarra de esta música (sobre todo si son, como en este caso, dos virtuosísimas piezas extraídas de Iberia, “Almería” y “El Albaicín”) echo de menos el piano. Toscano lo llevó a su terreno, al salón, reforzando su sentido melódico, y enfatizando tanto la flexibilidad en el fraseo como, ahora sí, ocasionalmente, las dinámicas, incluso con algún crescendo llamativo.
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