Andersen también quiso ser un cisne
Artes escénicas
Álvaro Prados celebra al autor danés en 'HANS: The Cosmic Dancer', un poemario y un espectáculo que lleva del 26 al 28 a la Sala Cero
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"No es ningún secreto / la búsqueda de la belleza es un camino doloroso / hay que profesar una entrega total / no temer al sacrificio / y tener siempre en mente / que puede ser / que no la encuentres nunca", afirma Álvaro Prados en HANS: The Cosmic Dancer, una emocionada carta de agradecimiento a Hans Christian Andersen que se bifurca en dos proyectos: un poemario que ha publicado Holográfica Editorial y un espectáculo que se representa en la Sala Cero la semana próxima, del 26 al 28 de este mes. Dos propuestas en las que Prados, actor, escritor y director, ahonda en la identificación que aún siente ante los personajes del autor danés. "Yo también he lastimado mi cuerpo porque no era como quería, he sufrido por afectos no correspondidos y he intentado cambiar el statu quo sin éxito. Y lo único que me ha redimido y me ha hecho seguir adelante ha sido el amor", manifiesta el sevillano.
De la mano de Andersen y sus narraciones, Prados intuyó siendo niño, y comprendió ya adulto en toda su magnitud, que quien se atreve a ser uno mismo y desafía el papel que le adjudica su entorno "está obligado a la soledad, a que no se le entienda. Pero hay algo que se repite en estos cuentos: los personajes siempre terminan mejor que como empiezan, han ganado algo en el camino, aunque tengan finales tristes, agridulces", analiza el creador. "Entonces cayó en la cuenta", se lee en HANS: The Cosmic Dancer, "de que también él / podía convertirse en un cisne. / Pero / ¿estaba el mundo preparado para entenderlo?". Las cartas y diarios, lo que ha trascendido de la biografía del autor de La sirenita, El patito feo o Las zapatillas rojas apuntan a que Andersen, como sus criaturas, también anheló lo imposible y albergó el temor a ser diferente. "Él nunca se casó, ni tuvo hijos, a pesar de que triunfó con sus historias para niños. Y tuvo amores con hombres y con mujeres, no sabemos si sólo platónicos o fueron más allá. Su vida se vislumbra en sus creaciones, pero él lo contaba de manera ambigua, para que no lo vetaran", cuenta Prados sobre un autor "muy conocido y desconocido a la vez: sus obras forman parte del imaginario popular, pero pocos lo han leído realmente".
"Oh, querido Edvard, cómo te quiero (...) Cuando estemos cara a cara me avergonzará expresarme de tal manera", le escribe Andersen al aristócrata Edvard Collin, una confesión que asoma por el poemario. "En el libro aparecen citas de diarios y cartas, pero lo que más me ha inspirado son las situaciones y la simbología de sus textos, su interés por la luna o los cisnes. Me interesaba trasladar esas imágenes a lo contemporáneo y hacer una relectura de eso", dice el artífice de otros montajes como #Autotune o Yo quiero ser Nomi Malone, creado junto a Antonio L. Pedraza.
Prados trabajó de forma paralela el libro y el espectáculo. "Se puede leer uno sin ver el otro, y viceversa. Empecé a escribir sobre Andersen, más tarde fui seleccionado en los encuentros de creación de Magalia, promovidos por la Red de Teatros Alternativos, y allí trabajé esos textos en escena, y después terminé el libro. La estructura es la misma, pero un proyecto y otro tienen naturalezas distintas. Ahora hay muchos autores, como Alberto Cortés y Angélica Liddell, que publican los textos sin acotaciones, como literatura, y que proponen en los teatros otra experiencia con el mismo punto de partida".
HANS: The Cosmic Dancer trasciende la lógica del tiempo, y Prados sitúa a Andersen dialogando con Sophie, la cantante que murió al caer de una azotea ateniense tras querer fotografiar la luna; deslumbrado con la belleza de Ewan McGregor en Velvet Goldmine o la de un joven Miguel Bosé que "no es el Miguel Bosé que conocemos ahora / aquí encontramos a un niño con cara de ángel / grácil inocente ligero pícaro atlético".
"No es algo que haya meditado mucho, pero lo de acudir a esos referentes me sale de manera orgánica", admite el poeta, que también levantaba otro santuario pop en su anterior libro, De carne y plástico. "He intentado varias veces lo de ser un autor serio", admite entre risas, "pero me propongo hacer una biografía de Andersen y me sale otra cosa, no puedo evitarlo. También hablo de la hija de Victor Hugo, Adèle, que se obsesionó con un señor y lo persiguió por el mundo, o de La chica danesa, Lili Elbe, porque La sirenita es una gran metáfora trans y porque es impensable que no apareciera esta persona, del mismo país que Andersen", reflexiona el creador.
"Me estimula", prosigue Prados, "mezclar personajes reales con personajes ficticios, aspectos biográficos míos con la figura de Andersen. Que la gente se pregunte: ¿Esto le pasó a Hans? ¿A Álvaro? Con el tema de la autoficción ocurre que cuando pones tu nombre el público cree que es la verdad absoluta, y puede que, simplemente, te lo estés inventando", argumenta este intérprete que ha trabajado con Alfonso Zurro, Elena Bolaños o Rafael R. Villalobos. Quizás porque con los autores que nos acompañaron en la infancia se forja un fuerte vínculo, Prados se ve reflejado "en su estilo de vida, en la manera en que Andersen afrontaba ciertos temas".
En la Sala Cero, en la que ya presentó Yo quiero ser Nomi Malone, Prados estará acompañado en el escenario por el bailarín Adrián Baruque –junto con Victoria Aime uno de sus aliados en Magalia– y el músico Paco Montañez al piano. La palabra de Prados, los audiovisuales de Eva Viera, Ce R. Revert y Antonio L. Pedraza o el vestuario de Lola Pedraza y Daniel Alcaide contribuirán a invocar a un autor que admiró todo lo que de sublime tenía la belleza: "Es la ley de los grandes sentimientos / ni los elegimos ni los domamos / pero nos humillamos nos doblegamos a ellos / por unos instantes de eternidad / lamentarse por no ser un cisne no sirve para nada".
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