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La cultura silenciada

Alhambra Monkey Week

Las nuevas condiciones que el Ayuntamiento sevillano ha impuesto al festival provocaron desajustes que la organización del mismo trató de paliar en la medida de lo posible pero afectaron muy negativamente a su funcionamiento

El Alhambra Monkey Week, sin embargo, sigue desarrollándose con la calidad y alegría habitual entre los artistas y el público asistente

Hasta donde la música nos lleve

"Ha sido más difícil sacar adelante el festival este año que el de la pandemia"

Dalila y Ángeles Toledano / Javier Rosa

Al despertar ayer por la mañana nos encontramos con la noticia de que el Ayuntamiento realizó en la noche anterior una medición de sonido en el recinto del parking del Teatro Central y cambió las limitaciones de dicho sonido para el Alhambra Monkey Week, bajándolas en la franja horaria de once a doce de la noche a un valor que hacía imposible la celebración de cualquier concierto con una calidad aceptable. Eso llevó a la organización del festival a volver a reestructurar los horarios en las noches del viernes y el sábado. Los cambios, en esta segunda jornada, afectaron a los Meridian Brothers, que se movieron desde las 23:00 en el escenario Alhambra, a las 19:00 en el escenario Jägermusic, y al artista que ocupaba ese lugar en la programación inicial, LVL1, que se vio relegado a tener que pasar su concierto al escenario Alhambra, a las 22,15, obligado también a recortarlo lo suficiente para terminar antes de las 23:00 y, además, soportando ser el primer concierto que se solapaba con otro, porque el de Marcelo Pantani seguía programado a su hora normal en el escenario Jäggermusic. Si esos motivos no eran suficientes para deslucir la actuación de LVL1 añádanle ustedes unos minutos de inevitable retraso en el montaje y desmontaje del concierto anterior, porque entre ellos no hubo la pausa de las veces anteriores en las que se podía trabajar holgadamente mientras la música se había trasladado al otro escenario. Eso llevó a que cuando eran las once de la noche en punto LVL1 todavía se hallaba en la interpretación de la penúltima de sus canciones y el limitador cumplió su función, saltando y recortando los decibelios sensiblemente. ¡Y tanto que sensiblemente!: la voz de LVL1 apenas nos llegaba a través de su micrófono, los graves se disiparon por completo y, en general, la música pasé a escucharla desde la primera fila de espectadores, donde me encontraba, de una manera más baja y con menos calidad que la que escucho desde el salón de mi casa cuando mi mujer tiene el JBL bluetooth asociado a su móvil en la cocina para escuchar a Manolo García mientras prepara el puchero de garbanzos con fideos finos. El festival, con buen criterio, además suspendió la venta de abonos y entradas diarias, aunque eso afecta de forma muy negativa a su presupuesto.

No voy a hablar de semana santa, feria y otras celebraciones que nuestro consistorio sí considera como culturales, tampoco del agravio comparativo en el trato con otros festivales que bastante tienen ya con defender sus propias embestidas municipales sin morir en el intento, ni siquiera de tantos y tantos actos organizados por asociaciones, clubes, organismos y entidades varias, que todos tenemos en mente, que nada tienen que ver con la música que se aparta de los cánones que las sevillanas maneras consideran aceptables. Tampoco voy a atacar el justo derecho al descanso vecinal de los sevillanos, por supuesto. Pero… un viernes y un sábado, a las once de la noche, casi en el extremo noroeste de la ciudad, al otro lado de río, ¿era necesario, por una hora solamente, después de haber faltado pocos días antes a los acuerdos firmados sobre horarios, volver a faltarle al respeto a unos artistas y a un festival que tanto contribuye en, no solo sostener, sino aumentar las dosis de CULTURA -con mayúsculas, sí- en Sevilla?

Meridian Brothers / Javier Rosa

Hoy no me voy a extender demasiado en las crónicas de los conciertos que presencié en otros escenarios que no fuesen el Alhambra. En realidad, tampoco me llamaron la atención de una manera que me permitiese poder redactar sobre ellos unos textos solventes y detallados. Cuando llegué a la Cartuja ya estaba Ciutat en el escenario Jägermusic; cuatro músicos ataviados con algo que parecían chándales con capucha, de un blanco casi inmaculado, solo roto por unas letras con el nombre de su disco, Ciutat l’Amistat, haciendo una música maquinal de texturas noventeras con un pulso muy bailable, aprovechado para moverse a su ritmo por los espectadores de las primeras filas, chicas y chicos de poco más de veinte años en su mayoría. Tras ellos pasaron por ese escenario los colombianos Meridian Brothers, que dieron su concierto con una cantidad de público que quintuplicaba prácticamente la que había en el anterior, inmerso en una explosión de baile de ritmos latinos en los que el rock psicodélico que el Manual de supervivencia del festival decía que llevaba fusionado no lo aprecié por ningún lado. Posteriormente la sevillana Dalila convirtió la pista de coches locos en una rave ya de por sí animada, pero que adquiría tintes de verdadera locura cuando de sus consolas dejaba salir piezas de breakbeat. Y a Marcelo Pantani, el último de los artistas que aparecieron en ese escenario no lo vi porque estaba en el concierto de LVL1. Luego las salas de la calle José Díaz las abandoné más temprano que ayer porque hoy la mayoría eran sets de cantantes respaldados por bases pregrabadas y sesiones de DJs y tras comprobar cómo se retrasaba la aparición de Xenia en la sala La2 y como con Eigen Risico en la Even no había rastros de que sus bases electro-punkies nos fuesen a volar la cabeza, sino más bien a levantarnos dolor de ella, nos volvimos a casa lamentándonos de no haber entrado mejor en la Sala X para algunas de las sesiones que organizaba el colectivo sevillano Los Dominguito, que estaban triunfando de tal manera que esa sala era la única de las tres que mantenía una larguísima cola para poder acceder a ella. En esta sala X fue donde primero entré al venir, porque tenía mucho interés en ver qué hacían Hassam K vs Edi Pou, un multinstrumentista francoíraní armado de una consola de aparatos electrónicos y una guitarra eléctrica que seguramente necesitará algunos ajustes técnicos después de esta noche, y el batería de Za!. Los dos juntos y en algunas piezas por separado fueron creando todo tipo de estructuras sónicas y texturas ruidosas capaces de golpearte cualquier parte del cuerpo, no solo los oídos, que estuviéramos dispuestos a dejarnos masacrar, aunque sin llegar a alcanzar nunca las increíbles e inimaginables cimas que Edi alcanzó el año pasado con la violinista Sara Fontán.

Ángeles Toledano / Javier Rosa

En el escenario Alhambra a las seis y cuarto de la tarde comenzó a vislumbrarse en la oscuridad la figura solitaria de Ángeles Toledano trasteando sobre una caja electrónica de la que se sirvió para acompañarse en la primera de sus canciones, Araora, una toná de ritmo tan tétrico como la apariencia de ella antes de comenzarla, que parecía la de una bruja moviendo su caldero. Esta canción abre también su reciente disco, Sangre sucia, que estaba interpretando en directo por primera vez, y que seguramente por eso el concierto, sin ser malo en absoluto, no estuvo nunca a la par de otros anteriores en los que he tenido la fortuna de estar. Benito Bernal le acompañó a la guitarra flamenca después, junto a Belén Vega y Sara Corea, en los coros y palmas y Manu Masaedo, batería, aunque esta vez solo usase el cajón en las bulerías de Nocturna manzana. Así fue desgranando el disco, lleno de tarantas, romances, jaleos, unas alegrías, X las niñas, en uno de los momentos más celebrados por el público, que Ángeles fue interpretando a veces con la compañía únicamente de la guitarra, otras sin música y la compañía de Belén y Sara, otras todos juntos, incluyendo la discreta percusión de Manu. Para la Seguiriya del disco subió al escenario Dalila -a la que presentó como una de las pioneras de la identidad andaluza- que le dio a la base electrónica muchísima más profundidad que la que oímos en la versión grabada. Sentados en sillas de enea, Benito y Ángeles, fascinantes falsetas de él, voz pródiga en delicias de ella, dieron una dimensión a la versión de Qué bonito aquella noche, la canción de Las Grecas, en la que la intensidad y la exuberancia fueron subiendo desde casi un rumor hasta el rugido de las gargantas de todas y cada una de las personas que había en ese momento bajo la carpa del recinto. Las palmas no cesaban y Ángeles seguía ya cantándola, ella sola, de pie y colocando el micro rebelde que no se quedaba quieto. No podíamos dejar que la bruma fantasmagórica que envuelve algunas de las piezas interpretadas se apoderase de la alegría actual, y como ella era consciente de eso, terminó el concierto por bulerías; con la pieza del disco que tiene un nombre que parece una declaración de intenciones: Nada ha pasado, pero todo ha sucedido. Emocionante a ratos, el concierto de Ángeles Toledano, siempre sensible y poderosa, con una alegría absolutamente contagiosa cuando no está sumergida en el conjuro del cante más serio, se terminó y no supe discernir del todo por dónde nos habían llegado las impurezas de la Sangre sucia para que la complacencia no fuese rotunda y perfecta.

Queralt Lahoz / Javier Rosa

Queralt Lahoz empezó por rumbas y para cuando estaba interpretando Tan rico, la segunda canción, ya se había adueñado del escenario con su actitud; era un vendaval físico y emocional, nos hechizó con su manera de cantar y también de aprovechar las connotaciones sexis de un cuerpo como el suyo en movimiento. Se centró un buen rato en su disco Pureza, acelerando los ritmos y nuestros corazones: De las cuevas a los olivos, Con poco, El tiroteo con guiño -la aurora de Nueva York gime- al Omega. Hasta que rompió el hilo conductor confesándonos que siempre ha hablado de la vida que le envolvía a base de metáforas y por fin puede hablar de ella sin tapujos. Nos dijo que el nuevo disco que va a lanzar es un nuevo comienzo en su vida y todos lo celebramos cantando junto a ella QL, la canción que ya conocemos de él, la última que Queralt ha lanzado -si no ¿quién sería yo?, seguramente no sería Queralt Lahoz-. Cuando se movía y cantaba con tanta pasión En otro lugar, uno no podía dejar de pensar en lo afortunado que será el destinatario de sus versos -yo no quiero estar en otro lugar que no sea dentro de ti- sobre todo si después de hacerlo ella se quita las gafas negras que desde el principio del concierto nos privaban de ver sus ojos para estrenar una canción que todavía no está en las plataformas de escucha; no nos dijo su título, pero nos contaba que ya le dijo su padre que tú no me convenías. Dame doblones nos achicharró, aunque la letra de la canción diga que no conocemos el fuego. ¿Cómo no lo vamos a conocer si hemos estado en un concierto de Queralt? Con Me gusta terminó el concierto, el último de la gira que estaba manteniendo: ahora queda descansar y preparar el nuevo disco, nos dijo después de presentarnos a su banda: Arnau Alonso a la batería, Anna Kay a los teclados y bases y Fede Yasmin a la guitarra; perfectos los tres dándole más garra y fuerza si cabía a la visceralidad de Queralt.

Baiuca / Javier Rosa

Alejandro Guillán le ha dado a Baiuca una orientación hacia las pistas de baile que le ha sentado la mar de bien. Ha convertido las muñeiras en música de raves. Le ha dado al folk gallego la electricidad del rayo. Dos compañeros electrificándolo todo y haciendo surgir percusiones del pozo de los tiempos; tres cantantes que además bailaban y percutían ocasionalmente sobre una sartén, sobre una vieira, sobre el hierro de unas azadas de las que se echaban el palo al hombro. Todo valía para retorcer, amplificar y resignificar las canciones de ritmos rápidos y voces melódicas del interesante y magnífico repertorio que ahora manejan.

De LVL1 ya he hablado antes. Su nombre puede leerse también como Level One, el primer nivel de los videojuegos, que al final acaban al enfrentarse con el Final Boss, precisamente el otro alter ego del artista; cuando ejerce de DJ usa ese nombre. Aquí el que le acompañaba era Cerescente y entre los dos dieron forma a las cinco piezas que componen su segundo EP, Hardcore World, que ha significado un cambio en su manera de relacionarse con la música. Ahora su electrónica es mucho más rápida, con un punch superior al del house de sus principios para acercarse al hardcore, incluso al gabber. En el concierto que nos ofreció estuvieron todas ellas enlazadas como si fuese una sesión de clubbing, las cuatro que narran la historia de las dificultades de una vida singular y Quererte+++, que es una versión españolizada del Luv U More de Paul Elstak. Alguna más pudo añadir, pero para cuando quiso terminar el concierto con la primera de las canciones que le conocimos, la fantástica FVN!, las condiciones sobrevenidas por la intransigencia de nuestro ayuntamiento ya le había saboteado el show por completo. Esperemos que hoy no le acurra lo mismo a ninguno de los artistas participantes en la jornada final del festival.

 

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