Hasta donde la música nos lleve
Alhambra Monkey Week
La primera jornada del Alhambra Monkey Week nos deparó conciertos que bascularon entre la sensibilidad de Yerai Cortés y el poder de Derby Motoreta's Burrito Kachimba
"Ha sido más difícil sacar adelante el festival este año que el de la pandemia"
Estos son los conciertos que no te puedes perder en el Alhambra Monkey Week 2024
Comenzó su camino la edición de este año del festival Alhambra Monkey Week con los siempre interesantes encuentros profesionales que se desarrollaron en las distintas instalaciones del Espacio Santa Clara; casi una veintena de ellos enfocados en muchos aspectos de la música como arte tanto como negocio, de los que tuve el placer de ser partícipe en uno que tenía como objetivo interconectar artistas, profesionales de la industria y medios de comunicación que desarrollan su trabajo en las zonas periféricas, alejadas de los centros de poder del sector musical independiente, para ayudarlos a unirse de tal forma que cuando en esos lugares se corte el bacalao a ellos les llegue algo más que las migajas que se han quedado fuera de los paquetes en los que se envasa para su reparto y consumo. Dos sesiones, matutina y vespertina, cortas y divertidas, antes de que la música comenzase a sonar al otro lado del río cuando pasaba un cuarto de hora de las ocho de la tarde.
Frente al Teatro Central, con el parking de por medio, se alza la carpa de circo que alberga el escenario Alhambra, este año mayor y mejor estructurado que en la anterior edición, por el que pasarán las figuras más mediáticas del festival, y junto a él la pista de coches locos que tanta diversión como buenos conciertos esperamos que propicie en su interior, donde se encuentra situado el escenario Jägermusic para ir alternando conciertos con la carpa durante los dos días que siguen a este jueves inaugural. Yerai Cortés y su espectáculo de Guitarra coral fue un excelente inicio, en el que el joven guitarrista alicantino apareció enmarcado por seis -como las cuerdas de la guitarra- figuras femeninas que parecían marmóreas cariátides hasta que cobraron vida al comenzar a cantar, marcando el ritmo con la percusión de sus palmas y pisotones sobre el suelo del escenario. María Reyes, Salomé Ramírez, Elena Ollero, Triana Maciel, Nerea Domínguez y Macarena Campos, coro y eco del maestro guitarrista, que se conozcan sus nombres, que no queden en el olvido de las piezas de atrezzo, porque desde los verdiales del principio, hasta la coda final acompañadas por las palmas del público después del increíble Sonar por bulerías, su presencia mantuvo una perfecta sincronía con las modulaciones de tono de la guitarra de Cortés, también con los silencios; con los registros y la profundidad de los silencios que se producían entre los jaleos extremeños, la brisa de Levante, los aires de Cádiz, la solemnidad de la toná, la dulzura de las tarantas y soleares, la pureza de las seguiriyas, con el guitarrista ahora de espaldas al público. Cortés jugó con los tiempos entre compases maestros, notas certeras y exactas, mágico bordón: si algún día me veis perdío amarradme a mi guitarra.
Otra clase de folclore tuvimos a continuación en el escenario Jägermusic, en el que Brama nos sorprendió muy agradablemente con el tratamiento psicodélico que le dio a la música popular del Macizo Central francés. Guitarra, bajo y batería, además de una chica que manejaba una zanfoña electrificada a través de una cadena de efectos. El resultado era un potente rock en una escala mixolidia, diatónica, modal, que, lejos de inquietar al personal que los escuchaba, conectó rápidamente con todos. Me llamó la atención el hecho de que no entendiese nada de lo que cantaban, pero es que no usan ni el idioma francés, con el que me dijeron tener ya una conexión demasiado directa porque lo hablan todos los días; ni el inglés, porque piensan que les anclaría a propuestas artísticas más comunes que la suya; por lo que sus canciones están creadas en lengua occitana, muy cargada poéticamente. Así surgen canciones como Aï tant montat, la que marcó el mejor momento del concierto, llena de riffs de guitarra que, esos sí, entendíamos todos los presentes.
Y de vuelta al escenario Alhambra una corta espera nos trajo a Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. Mientras los altavoces nos lanzaban la intro de Agua Grande los seis componentes de la banda iban ocupando su sitio en el escenario para estallar desde el principio con Seis pistones, y durante una docena más de canciones, rebozarse en apoteosis. El sintetizador de Machete nos trajo a territorios más conocidos cuando comenzamos a escuchar la melodía, tan familiar ya a nuestros oídos, de The New Gizz, el arranque de sus conciertos anteriores a la edición del disco Bolsa amarilla y piedra potente, del que extrajeron la mitad de las canciones, ahora seguidas Prodigio, La fuente, Ef Laló y Manguara, para traer más tarde a El Chinche antes del espectacular final de Aliento de dragón y El salto del gitano con el público extasiado haciendo surfear el cuerpo de Dandy sobre sus cabezas. Tardaron un buen rato las guitarras de Bacca y Gringo en sobreponerse a los graves de la batería de Papi y del bajo de Soni, que eran una bola de demolición que se llevaba por delante toda la definición de sonidos, pero que no fue capaz de aplastar al duende flamenco de Ef Laló y desde ahí todas las piezas encajaron perfectamente en la psicodelia estroboscópica que tuvo su punto culminante en Gitana. Dandy salmodiaba desde el suelo que todo estaba baldío, sus palabras, como las de la Guadalupe de la canción, nos entraban como cuchillos. Los golpes de la batería fueron marcando el ritmo hasta que el tiempo se detuvo unas décimas de segundo que parecieron eternas, cuando el galope del metal parecía que iba a derribar la carpa sobre nosotros. Hay canciones que parecen tener un año y cincuenta años al mismo tiempo y Gitana es de esa clase; cuando Dandy cita a la luna en la mañana los acordes les anclan a nuestra tierra como hacían las canciones de Triana en 1974; reconocemos arpegios de los que hicieron brillar al rock andaluz; la batería y el bajo apenas dejaban paso a la amalgama de todos los demás instrumentos, hasta que la música y la voz enmudecieron porque ya no quedaba nada que escuchar, solo teníamos que salir del hipnotismo. Y para eso, nada mejor que la alegría de Las leyes de la frontera, plena de kinkidelia poliganera en estado puro, inyectada en la médula y en la espina vertebral de una marea de gente que se movía como los Motoreta’s quisieran. Esta banda evoluciona con los motores musicales básicos para los nuevos tiempos, por eso su fusión sigue una de las trayectorias más enriquecedoras en este sentido. El mejor mestizaje se produce cuando nadie pretende ser otro y sabe que a la vez todos somos lo mismo, algo que ellos tienen clarísimo y por eso ya están tan apartados de los clichés a los que en algunos momentos de su carrera se les haya podido asociar.
La fiesta continuó en la calle José Díaz, las tres salas estaban abiertas y los anfitriones Raso, Say it Loud y Sound Isidro, nos invitaban a esperar la salida del sol del viernes con sus artistas y DJs. Mi corazón me pedía entrar en la sala Even a escuchar a Queralt Lahoz, pero mi cabeza me decía que a esta iba a tener oportunidad de verla hoy en el escenario Alhambra y que mejor era acogerse al lema del festival: descubre hoy la música del mañana; así que encaminé mis pasos a la Sala X para comenzar la sesión nocturna con los Niños Bravos. No fue la decisión más acertada; encontré a una banda que parecía surgida del indie primigenio, juvenil y deslenguada, camisetas de fútbol y letras sobre sentirse gilipollas, sé que soy un cabrón, me cago en la leche, por parte de dos guitarristas, un batería y una bajista a la que si le hubiesen quitado las tres primeras cuerdas de su instrumento no se habría dado cuenta siquiera, necesitados de algo más para mantener divertida, al menos, una propuesta bastante desfasada hasta en el nombre -mi abuela llamaba a nuestro eterno crooner Niño Bravo hace ya cincuenta años-. Cuando quisieron glorificar al mito interpretando su mítica Noelia, consideré que era el mejor momento de buscar sonidos nuevos, en todas las acepciones de esta palabra.
Lo conseguí en la sala de al lado, La2, con Atención Tsunami, a los que hasta ahora no conocía, a pesar de que ya llevan cinco discos y casi una década y media de carrera. Su post-punk heterodoxo no sabíamos cómo ubicarlo. Entre las canciones hablábamos algunos… cuando el músico de la derecha cambia la guitarra por el teclado, ¿no se os parecen a León Benavente…? Nooo, qué va, esto es más variado e intenso, desmesurado, incluso. ¿Y no os recuerdan a Nudozurdo en su primera época…? Nooo, este sonido es todavía más radical, más drástico. Ya puestos a decir insensateces aporté yo la mía: pues a mí me parecen un cruce entre Santana y The Prodigy, del que han nacido unos Talking Heads deformes… oigan, y me lo compraron. Puestos a pensar casi me lo creo también yo cuando el guitarrista de la izquierda parecía estar extendiendo una alfombra de Soul sacrifice para que los demás bailasen sobre ella a ritmo de breakbeat. Canciones estiradas, con increíbles transformaciones ya fuese a través de la psicodelia, del frenesí rítmico, de las estructuras de otro mundo musical alternativo al nuestro; una increíble reacción alquímica que nos hizo a todos los espectadores esclavos de un ritmo psíquico.
Tenía difícil mantener a esa altura nuestro ánimo Belén Natalí en la sala Even después de eso. No lo consiguió, pero la cantante argentina y su trío de instrumentistas acompañantes mantuvo nuestra atención bien constante con el toque poético, elocuente y también rebelde de su tratamiento a la bossa nova, al reggae, al dub. Entre la introspección y el arrebato, Natalí fue poniendo las últimas notas a la intensa noche. Allí todavía quedaba gente para Jordi Ganchitos, Boyanka Kostova, Lucía Tachetti, Teo Lucadamo, a alguno, como es el caso de este último, lo recuperaré en otros escenarios durante los dos días que todavía quedan de Monkey Week, pero el descanso me llamaba. Nos vemos de nuevo hoy ante el escenario de Ángeles Toledano. Y desde ahí, hasta donde la música nos lleve.
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