Alejo Stivel: "Canto todas esas canciones de Tequila que la gente quiere escuchar, y no escatimo"

ALEJO STIVEL | Cantante

Alejo Stivel ofrece mañana un concierto en la Sala X en el que recupera las canciones que cantaba con Tequila y marcaron una época importante en el rock español

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Alejo Stivel, momentos antes de esta entrevista
Alejo Stivel, momentos antes de esta entrevista / Juan Carlos Vázquez

Alejo Stivel, un nombre que resuena como un acorde eterno en la historia del rock en español, es mucho más que un músico: es un faro de energía y autenticidad. Con su voz inconfundible, que rasga el aire como un grito de libertad, se erigió como el latido vital de Tequila, la banda que encendió los corazones de una generación en los albores de los 70 y 80. Nacido en Argentina, pero arraigado en España, Stivel no solo cantó, sino que vivió cada nota, dejando una huella imborrable en el alma del rock hispano. Tras la cima del éxito, no se detuvo; transformó su arte en producción, moldeando sonidos y descubriendo talentos, colaborando con gigantes como Joaquín Sabina, La Oreja de Van Gogh y M Clan. Su visión, siempre fresca y audaz, ha sido un puente entre épocas, creando himnos que son abrazos colectivos, canciones que son memoria viva. Hoy, con el fuego intacto, sigue en pie, demostrando que la música no es solo su pasión, sino el pulso imparable de su existencia. Alejo Stivel es, y será, un verso eterno en la poesía del rock. Mañana lo veremos estallar en el escenario de la Sala X, con una parada fulminante de su Muy Vivo Tour, para regalarnos un concierto que promete ser pura electricidad.

Pregunta.-¿Qué vamos a tener en ese concierto?

Respuesta.-Mucha gente no viene a mis conciertos o se pregunta: ¿qué va a tocar este?, pensando que quizás interprete temas nuevos que no conozcan. Pero quiero dejar claro que toco todas esas canciones que tú quieres escuchar. Es como si fuera un concierto de Tequila. En ese sentido, si viniese con Tequila llenaría dos noches en esa sala. Si vengo solo, vendo la mitad. Es una cuestión de marca, pero mi voz es la que canta esas canciones, las mismas que todos conocen. La banda es prácticamente la misma también que en la última gira de Tequila, salvo por Ariel Rot, a quien sustituí por Julián Kanevsky. Este no puede estar aquí porque lo comparto con Calamaro y ahora le toca estar con él haciendo unos shows. Pero tengo otros guitarristas que son tan buenos como Kanevsky o como Ariel. En realidad, cuando escuchas las canciones, no hay diferencia con Tequila. La única es que ese nombre vende miles de entradas y yo vendo cientos. Me gustaría que la gente entendiera esto: cuando compran una entrada para verme a mí, es como si fuera un concierto de Tequila.

P.-¿Alguna vez se ha encontrado tarareando una canción de estas de Tequila sin darse cuenta y pensando: Oye, este tema es bueno?

R.-No estoy seguro; la verdad es que no lo sé. Sin embargo, adoro las canciones. A diferencia de muchos artistas que, con el tiempo, llegan a distanciarse de sus éxitos pasados o parecen cansarse de interpretarlos una y otra vez, cada vez que yo las canto las siento renovadas, como si las reviviera. En una noche de concierto en particular, la emoción que transmití no fue la misma que la noche anterior ni será igual a la siguiente. Para el público, esa canción es única en ese momento, y eso es algo que disfruto profundamente, de verdad.

P.-Si un día se despierta y ha olvidado todas las canciones que ha cantado o producido, ¿cuál es la primera que querría volver a aprender?

R.-Salta. Porque Salta tiene una historia bastante peculiar. Resulta que perdí la letra de esa canción justo el día que iba a grabarla. La tenía apuntada en un papel, pero desapareció, y no lograba recordarla. Lo único que me venía a la mente era la palabra Salta. Esa misma noche, tuve que reescribirla para poder interpretarla. La letra que todos conocen, esa que dice: Salí de casa con la sonrisa puesta, hoy me he levantado contento, de verdad, no es la original. Aunque quedó bastante bien. Nunca sabremos qué hubiera pasado si la hubiera cantado con la letra inicial. Quizás no le habría gustado a nadie y la canción nunca habría sido un éxito.

Alejo Stivel
Alejo Stivel / Juan Carlos Vázquez

P.-Su gira lleva por nombre Muy vivo, su último tema grabado se titula Yo era un animal y su libro de memorias se llama Yo debería estar muerto. ¿Son estas expresiones artísticas un reflejo de un profundo proceso de reconciliación, redención o incluso de ajustar cuentas con lo que fue usted y con lo que ha superado?

R.-No; en el puente de la canción Yo era un animal digo: No me arrepiento de probar, no tengo cuentas que saldar ni peso que cargar. Y es cierto, estoy al día con mis cuitas, con mis deudas personales. No cargo con nada pendiente, me siento muy bien. Aunque, evidentemente, he pasado por momentos en los que pude haberme ido al otro barrio, pero lo he esquivado con soltura y elegancia. Por eso el libro se titula Yo debería estar muerto. Pero como ahora salgo de gira, y normalmente se anuncia como Stivel en vivo, pensé que, a raíz del título del libro y de todo esto, quedaba bien llamar a la gira Muy vivo. Es un tour que organicé por salas pequeñas, algo que no había hecho antes; es la primera vez que lo hago como solista. Y me encanta la conexión que se crea, la comunicación con el público en una sala pequeña no tiene nada que ver con la de un estadio.

P.-¿Está redefiniendo su identidad a través de la música?

R.-No lo sé; la verdad es que no me detengo mucho a pensar en eso. Simplemente sigo adelante, hago lo que me nace y voy improvisando sobre la marcha. Lo que soy hoy es el resultado de lo que fui ayer y de lo que seré mañana.

P.-En esa canción última, recuperada para cantarla a dúo con Sabina, este cambia el final de una estrofa, que en la versión original suya de hace más de siete años decía: Mi único destino es mi dirección, lo voy eligiendo al paso que voy. ¿Normalmente usted ha tomado sus caminos siempre de manera consciente o condicionado por las circunstancias?

R.-Es un poco lo que le comentaba antes: soy bastante improvisador; de esos que se tiran a la piscina sin saber si hay agua o no. Siempre he sido así, de tomar decisiones en el momento, sin darle demasiadas vueltas a las cosas. Tiene usted razón en que Joaquín le hizo algunos cambios a la letra de esa canción; donde yo decía lo voy eligiendo al paso que voy, él me propuso: lo voy eligiendo con cada canción. Me pareció brillante. Luego está el cambio del que hablábamos antes, donde yo cantaba no me arrepiento de probar, no tengo cuentas que saldar ni pesos que cargar, él sugirió: ni amores que olvidar. También me encantó. No tengo peso que cargar y tampoco amores que olvidar. Además, hizo otro cambio muy sutil, pero, aunque parezca pequeño, transforma radicalmente el sentido de lo que yo estaba expresando. No es que lo cambie, sino que lo lleva aún más lejos. Yo decía: Todo demasiado, todo en cantidad, no era suficiente, iba hasta el final. Y él modificó solo esto: Todo demasiado, todo en cantidad, no era suficiente ir hasta el final. Mi versión implicaba que, al llegar al final, se suponía que era suficiente. Sin embargo, él lo elevó diciendo que ni siquiera yendo hasta el final era suficiente. Ahí está la genialidad de un poeta.

Cumplimos un rol que nos coloca en un lugar de mucha visibilidad, y aportamos cosas valiosas, como alegría, emoción o confort emocional. Pero no me creo eso de ser una leyenda del rock"

P.-¿Cuál fue el momento en su carrera en el que pensó: Vale, creo que ya soy oficialmente una leyenda del rock?

R.-No, no; nunca me he considerado una leyenda del rock. No me despierto cada día y, mientras me lavo los dientes, pienso: Mira, una leyenda lavándose los dientes. La verdad, tengo los pies en la tierra. Me veo como un entretenedor, alguien con un oficio, como un zapatero, un cerrajero o un fontanero. Solo que, en lugar de hacer llaves o arreglar tuberías, yo hago canciones. No me creo el cuento de que somos gente especial ni de que somos más que nadie. Creo que cumplimos un rol que nos coloca en un lugar de mucha visibilidad, y aportamos cosas valiosas, como alegría, emoción o confort emocional. Pero, al fin y al cabo, el cerrajero te permite abrir puertas. Si el cerrajero no hace su trabajo, no entras en casa. Y ni hablar del cirujano o del fontanero. Si el fontanero no viene, tu casa se inunda. Personalmente, prefiero tener la casa sin inundar que escuchar una canción. Y, bueno, piense en el basurero, por ejemplo. ¿Se da cuenta de lo importante que es su trabajo? Si hacen huelga cuatro días, estamos llenos de ratas. Así que no, no me creo eso de ser una leyenda del rock.

P.-Hablemos de su libro, ¿lo ha contado todo o hay cosas que no se pueden contar por mucho tiempo que pase? No sé tampoco si con la perspectiva actual cambia el aspecto de muchos recuerdos de los que tiene.

R.-¿Cambia la perspectiva de los recuerdos con el paso del tiempo? No podría asegurárselo, porque yo recuerdo las cosas como las recuerdo. Es posible que las esté recordando de manera distinta a como fueron, pero ¿significa eso que lo que recuerdo tiene un significado diferente al que le daba cuando estaba sucediendo? Quizás en algunos casos sí. La verdad es que tengo muy mala memoria. Cuando me propuse escribir el libro, creí que no sería capaz. El camino que seguí para recuperar esos recuerdos fue emocional. Me sumergí en esas situaciones, reviví esos momentos desde la emoción para poder acceder a ellos. En realidad, fue eso. No fue un esfuerzo de memoria, sino un esfuerzo emocional, y eso me llevó a recordar. Es curioso, porque yo solía decir: No puedo escribir un libro si ni siquiera recuerdo qué hice ayer. Me preguntaba: ¿Con quién hablé ayer? Alguien me dijo algo muy interesante, pero no recuerdo ni quién fue ni qué me dijo. Por eso tuve que recurrir a esa técnica para escribir el libro.

Cuando voy a ver a un artista quiero que cante las canciones que marcaron mi vida. Y eso es lo que hago en mis conciertos"

P.-(Delante de donde estamos hablando hay un televisor con la voz silenciada pero Stivel se fija en la noticia que aparece rotulada y la lee: Imágenes sexuales creadas con inteligencia artificial. Eso me lleva a preguntarle por el video de su canción con Sabina, creado con IA). ¿Ha quedado contento con el resultado?

R.-Nuestras imágenes no son sexuales, pero ahí estamos Joaquín y yo, de jóvenes. Creo que ha quedado muy gracioso, al menos eso me dicen quienes lo han visto. Incluso, para algunos, resulta emocionante ver a esos jovencitos, Joaquín y Alejo, cantando una canción actual. Yo mismo me emocioné cuando me vi abrazándome con mi yo joven. Fue algo así como: ¡Qué joven eras! ¡Qué bien estabas! Sí, sí, me emocioné. Y claro, esa emoción surgió por la sublimación que estaba experimentando. Aunque en realidad estaba abrazando a otra persona, yo sentí que me estaba abrazando a mí mismo.

P.-¿Qué diferencias nota entre esta primera gira en solitario y las de aquellos años dorados de Tequila, cuando era así de joven? ¿Más profesionalismo o simplemente menos resacas?

R.-Resacas, ninguna. Ahora duermo un poco más. Antes solía encadenar un concierto tras otro sin apenas descansar. Lo normal era dormir un día sí y un día no. Hoy, después del concierto, me quedo charlando un rato, sobre todo en las salas pequeñas, con la gente. Les dedico libros, discos, camisetas, lo que quieran. Charlo un poco y luego me voy al hotel. Si intentara llevar el ritmo de vida de aquellos años, creo que no aguantaría más de dos o tres conciertos, o quizás solo uno. Pero los conciertos ahora son pura energía. Yo no los llamo conciertos, los llamo fiestas. Monto una fiesta en la que el público participa de manera activa, donde se convierte en parte de la banda, en un miembro más. No son simples espectadores. Es una celebración que compartimos todos. Una fiesta de rock and roll, una fiesta de la vida, de que estamos vivos, de que hemos llegado hasta aquí y de que aún nos queda camino por delante. Es una noche para pasarlo bomba, para olvidarnos de todo lo que dicen las noticias y de los malos rollos durante una hora y media. Canto todas esas canciones de Tequila que la gente quiere escuchar, y no escatimo. No hay lugar para la tacañería; no les privo de ninguna. Porque cuando yo voy a ver a un artista, quiero que cante las canciones que marcaron mi vida. Y eso es lo que hago en mis conciertos. La verdad es que se arma un lío increíble, y al final todos terminamos agotados, incluido yo. Si no terminamos agotados, no me quedo contento. Y si la gente no disfruta, si no se va feliz, hago como los grandes almacenes: les devuelvo el dinero.

P.-Si Julián Kanevsky no viene, ¿le acompañará a la guitarra solo Javier Quintana?

R.-No, vengo con dos guitarras. También viene Manuel del Campo, otro crack. Fue compañero de Julián Hernández en Def Con Dos. Los demás son los habituales: Leo Vacas al bajo, Adrián Cheriff a la batería y Mauro Mietta al teclado.

Alejo Stivel
Alejo Stivel / Juan Carlos Vázquez

P.- ¿Tiene alguna relación concreta con Sevilla, algún recuerdo especial?

-Desde la primera vez que pisé Sevilla, me enamoré. No soy muy original al decirlo, pero es una ciudad que no deja indiferente a nadie. Hay ciudades bonitas, ciudades con una arquitectura impresionante, pero Sevilla es algo completamente distinto, algo de locos. La primera vez que vi el Barrio de Santa Cruz, me quedé maravillado. Y la primera vez que me senté en la plaza de Doña Elvira estuve escuchando el sonido de esa fuente y me quedé dos horas extasiado, en silencio, sin poder hablar. Y luego, por supuesto, está la gente. Ya es un tópico, pero es cierto: la simpatía, la gracia, el carácter de la gente de Sevilla es único. Como público, son fantásticos. Es uno de esos lugares a los que siempre quieres volver.

P.-¿Tiene director musical que actualice las canciones para que el concierto no sea solo un ejercicio de nostalgia? ¿Varían mucho los arreglos de las canciones más antiguas a como las conocíamos nosotros?

R.-No, no. En ese sentido, creo que lo que está bien hecho, hecho está. Es decir, ¿para qué cambiar algo que funciona y que está bien? Si algo no está roto, no lo arregles, ¿no? Es como un equipo de fútbol: si vas ganando la liga, no cambias nada, ¿verdad? Algunas canciones de otros artistas sí que las he modificado. Por ejemplo, Sábado en la noche es originalmente un rock and roll, pero yo la versiono con un estilo más country. Y Ojalá, de Silvio Rodríguez, que es una balada de guitarra, yo la transformo en un rock and roll. Sin embargo, con mis propias canciones, me mantengo bastante fiel a la versión original.

P.-¿Qué criterio ha seguido para elegir todas esas versiones de clásicos del rock y de cantautores?

R.-El criterio fue simplemente el gusto, mi apetencia. ¿Me apetece hacer esta? ¿Me apetece hacer aquella? No, no hubo un estudio de marketing detrás de las elecciones, nada de eso. Fue algo más intuitivo, más personal.

P.-De entre las de Tequila, ¿hay alguna que haya incluido a su pesar, por ser representativa de aquel pasado, pero que no sea de sus preferidas?

R.-Yo hago canciones que me gustan y que disfruto. No hago ninguna que me dé pereza ni que elija por pura especulación. No, no; ya no estoy en edad de imponerme cosas que no me apetecen.

No me queda nada por demostrarme a mí mismo. Lo que me queda es disfrutar"

P.-Otra de sus facetas más importantes ha sido la de productor, que si nos ponemos a contar los discos que ha producido creo que pasaremos ampliamente de los 250, sin embargo, últimamente esa faceta la tiene bastante olvidada…

R.-Pues acabo de producir un disco, aunque aún no ha salido. He rescatado del olvido a Rosa León y he grabado un disco con ella, que ha quedado fantástico. Es un trabajo lleno de duetos, con artistas como Sabina, Serrat, Miguel Ríos, Ana Belén, Víctor Manuel, El Kanka, Silvio Rodríguez, Rozalén...un proyecto fabuloso.

P.-¿Cree que esta gira y su música actual son una forma de cerrar ciclos o, más bien, de abrir nuevos caminos? ¿Le queda algo por demostrarse a si mismo?

R.-A mí no me queda nada por demostrarme a mí mismo. Lo que me queda es disfrutar. Me quedan muchos años por delante para hacerlo. Pero, como suele decir Raphael, yo estoy empezando. Tengo muchas ganas de hacer más conciertos, de hacer una película, de crear un programa de televisión, una obra de teatro, tengo ganas de hacer muchas cosas. Ya se verá si las hago. La verdad es que tengo muchas inquietudes y, sobre todo, muchas ganas de vivir.

P.-Hablemos del futuro, para terminar. Con todo lo vivido y aprendido, ¿qué le va a impulsar a seguir creando?

R.-Levantarte cada mañana, darte cuenta de que estás vivo. Ver el sol que entra por la ventana, sentir la compañía de mis gatas, que me apabullan pidiéndome que les ponga de comer -me enseña las fotos de sus dos gatas y alucina cuando le digo que yo tengo seis-. Y luego, encontrarme con amigos y amigas. Esas pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena.

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