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“Hace falta una pedagogía que acabe con los prejuicios sobre nuestro cine”

Santi Amodeo y Alberto Rodríguez. Directores de cine

Sus películas 'Las gentiles' y 'Modelo 77' acaparan las nominaciones a los premios Asecan y a los Carmen, que galardonarán en las próximas semanas lo mejor de la producción andaluza

Santi Amodeo y Alberto Rodríguez, fotografiados antes de la entrevista. / Antonio Pizarro

Hace más de dos décadas, antes de emprender por separado dos de las carreras más estimulantes del cine español, el tándem formado por Santi Amodeo (Sevilla, 1969) y Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971) se presentó al mundo con un cortometraje, Bancos, y el largo El factor Pilgrim. Ahora, Las gentiles,Las gentiles la personalísima mirada a la adolescencia de Amodeo, y Modelo 77,Modelo 77 el emocionante drama carcelario que Rodríguez ambienta en la Transición, encabezan las nominaciones a los Premios Asecan y los Premios Carmen, que galardonan lo mejor de la producción andaluza y que se entregan en las próximas semanas. Una oportunidad para hablar con estos dos creadores de una generación, la suya, que materializó un sueño, el de poder vivir en el sur de una profesión que parecía reservada únicamente a quienes se trasladaban a Madrid.

–Las nominaciones a los Asecan y los Premios Carmen recogen propuestas tan diversas como Modelo 77, Las gentiles, A las mujeres de España. María Lejárraga o La consagración de la primavera. Hoy el cine andaluz goza de una vitalidad quizás inimaginable cuando comenzaban…

–(Alberto Rodríguez) Nosotros formábamos parte de lo que se llamó Generación Cinexin, y los Cinexin empezaban con un cartel que decía: Estos cortos no han sido subvencionados por la Junta de Andalucía. La protesta estaba hecha con humor, pero representaba ese espíritu que nos guiaba entonces, el de hazlo tú mismo, no te va ayudar nadie. Continuamos ahí durante un tiempo, porque no había nada prácticamente entonces.

–Fueron ustedes, con otros compañeros de viaje, los que contribuyeron a la evolución que ha vivido el sector en la comunidad. ¿Se sienten orgullosos?

–(Santi Amodeo) Bueno, más bien sentimos que era el momento y que nos tocó a nosotros.

–(A.R.) Aquello eclosionó porque se abrió la Facultad de Ciencias de la Información, estaba el Centro Andaluz de Teatro… Y eso junto a la apertura de Canal Sur conformó un caldo de cultivo interesante que permitió que montáramos nuestros proyectos. Nosotros somos el ejemplo de las alianzas que se podían producir entonces. Yo venía de la Universidad, y Santi del CAT, y éramos muy complementarios a la hora de trabajar. Al principio dirigíamos juntos porque, en el campo en el que flaqueaba uno, el otro sabía, tenía la formación.

"Quizás hayamos perdido frescura, pero ahora tenemos un control como directores que antes no teníamos"

–Una de esas primeras colaboraciones fue el corto Bancos. ¿Qué recuerdan de él?

–(A.R.) Ganamos un montón de premios, y fue posiblemente el corto que más sonó ese año. Tenemos una anécdota de esa época. Nosotros íbamos a una productora pequeña, Intermedia, a recoger el correo que había llegado, a hablar lo que hubiese que hablar del proyecto, y un día salieron las nominaciones a los Goya, y aunque el corto había funcionado muy bien no nos habían seleccionado. Llegué ese día a la productora y me dijeron que había llamado un tío de Barcelona muy enfadado porque la Academia hubiese ignorado el corto. Ese hombre había dejado el número de teléfono, lo llamamos... y era Bayona. Nos hicimos amigos.

–Grabaron El factor Pilgrim en Londres. Eran primerizos y estaban en otro país. ¿El rodaje fue una odisea?

–(A.R.) Es curioso cómo el tiempo te cambia la perspectiva: ahora evoco aquello con nostalgia, como algo bonito, pero hubo muchos momentos malos en el rodaje.

–(S.A.) ¿Sí? Tantos no hubo, ¿no?

–(A.R.) Yo me recuerdo sentado en el suelo [se lleva las manos a la cabeza mientras lo dice], desesperado. Todos los días había una aventura. Los tres primeros que llegamos a Londres fuimos Álex O’Dogherty, Santi y yo. Alquilamos una casa en el barrio indio y nuestro casero era el vecino de al lado. La noche en que nos instalamos no había luz y nos dieron una lámpara de pie con una alargadera e íbamos con eso por la casa. Si uno iba al baño, los demás nos quedábamos a oscuras. Llamé a Mariano Agudo, un compañero de clase, y le propuse que viniera y nos grabara. Le dije: Yo no sé qué película saldrá, pero la película de cómo estamos haciendo la película será brutal.

–¿Cómo perciben a aquellos chavales que empezaban? ¿Añoran su frescura?

–(S.A.) Me encantan esos recuerdos y me emociona que sigamos siendo amigos, pero no me paro a pensar mucho en el pasado. Mira, el control que yo tengo ahora como director no lo tenía antes ni de coña. Pierdes algo y ganas otras cosas, no hay que vivirlo como un drama. Y diría incluso que aquella frescura de los comienzos la conservo, en cierto modo. ¿Sabes lo que ocurre? Que los directores hacemos muy poco cine, con lo que cuesta levantar cada proyecto. Sólo tengo seis películas, y soy un tipo afortunado, pero cualquier técnico con los que trabajamos ha hecho treinta. Con tan poca filmografía tampoco tienes muchas oportunidades de reinventarte. Si analizas el cine de Alberto, se puede decir lo mismo de él, que ha sido fiel a lo que le interesaba. No hay diferencias entre Grupo 7 y Modelo 77. Quizás en sabiduría y técnica sí ha ganado, pero el espíritu y el interés en lo que quiere contar son los mismos.

–(A.R.) A mí me emociona Las gentiles precisamente porque Santi ha vuelto a la energía que tenían sus trabajos de los principios. Cuando entramos en el circuito profesional colaboramos en una película, El traje, que yo dirigía y que coescribimos. Lo pasé fatal, viví como un infierno mi primer contacto con un sistema de producción profesional. Pero recuerdo que después Santi hizo Astronautas y me invitaron un día al rodaje. Bueno, dos días, que uno me pusieron de figurante, en la consulta de un psiquiatra [ríe]. Y viéndolos en acción a él y al equipo sentí que aquello era una lección de libertad. Al ver Las gentiles sentí que había recuperado esa libertad, ese cariño por lo que hacía. A mí la experiencia con Astronautas me sirvió muchísimo para 7 vírgenes.

–(S.A.) Muchos espectadores de nuestra edad me han dicho eso, que al ver la película sentían que se reencontraban con el universo de Astronautas o Cabeza de perro. Pero, claro, eso con los jóvenes, que han conectado mucho con la película, no ha ocurrido, porque yo para ellos no existía. Es gracioso porque están viendo ahora lo que había hecho antes. En los medios digitales, donde escribe gente más joven, estamos arrasando, hay críticas tan buenas que me dan pudor.

"Lo que hoy tenemos es posible porque en un momento hubo un apoyo institucional. Ese apoyo tiene que seguir"

–En Las gentiles regresa efectivamente a ese universo personal, pero lo adapta a los códigos del TikTok y el Instagram.

–(S.A.)Tengo que reconocer que me han ayudado mucho. Las actrices cogían el guión y me indicaban: Quillo, es que guay ya no se dice. Yo siempre les doy libertad a los actores para que hagan suyos los diálogos, porque si no, no funciona, pero esto era ya pasar a otro nivel [ríe]. Había toda una zanja entre ellas y yo. Y con lo de las redes, ha sido fundamental la labor de los montadores, que estuvieron investigando por internet. Mientras escribía cogí muchas cosas de Instagram y les di coherencia dramática.

–Alberto, vayamos a Modelo 77. En la presentación, la definió como su película más emocional, y ciertamente lo es.

–(A.R.) No sé si por el contacto que tuvimos con la gente que vivió aquello en el proceso de documentación. Quieras o no, a la hora de escribir, vas siguiendo las huellas del que ha pisado antes que tú, y aquí pasaba eso. Quizás sea ese el motivo, o que me estoy haciendo mayor.

–(S.A.) Te has metido más dentro de los personajes esta vez, en otras ocasiones te colocas más fuera…

–(A.R.) Había también una intención: que el preso no fuera una caricatura de un preso, que fuera un ser humano. Queríamos contar que quienes están dentro de la cárcel son personas, que a veces se nos olvida. También influyó, supongo, que Falete [Rafael Cobos, el coguionista] y yo llevábamos rumiando esta historia mucho tiempo. Tardamos, en parte, porque no encontrábamos la cárcel donde rodar. En 2006 visitamos la Modelo. Nos dijeron que seguramente se cerraría al año siguiente, pero no se cerró hasta el 2017.

Santi Amodeo. / Antonio Pizarro

–¿Esperaba tanta presencia de Modelo 77 en los Goya? Lograr 16 nominaciones el gran año del cine español es toda una proeza.

–(A.R.) No, qué va. Es de los años que más he celebrado las nominaciones. Por el equipo, por el hecho de que prácticamente estén los mismos de la Generación Cinexin y El factor Pilgrim, gente que está también en las pelis de Santi. Me he alegrado mucho por eso y porque este año de cine español ha sido, como dices, brutal. Hay veinte películas que podían haber estado seleccionadas. Estaban carísimas las nominaciones esta vez.

–Da la impresión de que los dos tienen un gran respeto por el trabajo de los actores. ¿Cómo es el proceso con ellos?

–(A.R.) A mí me parece que la mejor manera de improvisar es ensayar. Te puedes salir del guion cuando todo el mundo sabe dónde va. Es la fase que más disfruto, porque ahí todo es posible y equivocarse es gratis. Muchas veces se limpia el texto, y otra te das cuenta de que una escena no funciona después de ensayarla una y otra vez, siempre por el guión y no por los actores. Me divierte mucho.

–(S.A.) Para mí rodar Las gentiles ha sido una experiencia interesante, porque aquí las actrices, en mayor o menor medida, no tenían experiencia apenas. En general tengo la mente abierta, acepto sugerencias de los actores y el equipo, pero este rodaje me ha obligado a estar más receptivo, más pendiente de lo que necesitaba cada uno.

"Ahora las reuniones son por videoconferencia y ya no hace falta coger el AVE cuando quieres convencer a alguien”

–Ustedes son el ejemplo de que alguien se puede forjar una carrera en el cine sin vivir en Madrid. ¿Se han perdido algo por quedarse en la periferia?

–(A.R.) Supongo que hemos pagado un precio, un peaje, por quedarnos aquí.

–(S.A.) A ver, Alberto, tú has pagado poco, más arriba que tú no se puede estar [ríe]. Todos sabemos que en el mundo del cine, en la literatura también, un año te cogen y te aman y al año siguiente te desprecian. Y a ti, Alberto, llevan al menos diez años amándote. Ya no importa dónde vives, son habituales las reuniones por videoconferencia. Antes era más trabajoso, cada vez que querías convencer a alguien tenías que coger un AVE...

Modelo 77 llegó a los cines respaldada por Buenavista y ha sido un éxito, pero ¿qué hay que hacer para que otras producciones más modestas tengan su espacio en la cartelera?

–(S.A.) Con Las gentiles teníamos muy poca munición, porque producíamos nosotros, aunque nos arroparan Canal Sur, Televisión Española, Movistar. Ha funcionado muy bien en Sevilla, en Granada, porque la proyectaron en el mejor cine, el Madrigal, y en Barcelona y Madrid, donde pusimos más empeño en que llegara, pero en las demás ciudades es como si no se hubiese estrenado. Para que te vean en el cine tienes que gastar mucho dinero. Son épocas raras, de todos modos, porque la película de Alberto ha conseguido una recaudación estupenda [es la octava cinta española más taquillera], pero antes de la pandemia habría hecho tres veces más. No se ha recuperado del todo el sector, o quizás lo está haciendo tímidamente, no lo sé.

–(A.R.) La pena es que este año ha habido películas magníficas, que estaban planteadas para llegar al público y no han llegado. Ves las cifras de taquilla y son muy pobres, los espectadores se las han perdido y son, como digo, buenísimas. Tenemos que ser más creativos en cómo informar al público de que esos trabajos existen, pero también necesitamos una pedagogía que acabe con los prejuicios. Todavía no comprendemos qué riqueza tenemos. ¿Te acuerdas, Santi, de una vez que fuimos a jugar un partido, y tú te enfadaste con uno porque estaba diciendo que el cine español es una mierda? Al preguntarle resultó que no había visto casi ninguna película, y que las que había visto en concreto le habían gustado. El hombre lo que hacía, simplemente, era repetir un bulo, un estereotipo.

Alberto Rodríguez y Santi Amodeo. / Antonio Pizarro

–¿Tienen algún proyecto para 2023 o será un tiempo de barbecho?

–(S.A.) Yo espero rodar este año, sí. Y me temo que vamos a coincidir con Alberto, lo que está muy bien, pero parte del ruido se irá con él y eso desvía la atención…

–(A.R.) Bueno, en realidad, nosotros estamos empezando a escribir una historia que promete, pero no tengo muy claro aún de qué va. Se ambienta aquí y ahora. Es muy fuerte: desde After, desde 2008, estamos instalados en el pasado.

–(S.A.) El otro día leí una crítica muy buena, no recuerdo dónde era ahora mismo, que decía que Alberto contaba nuestra Historia como contaban los americanos la suya. Y es verdad. Si Modelo 77 hubiese sido un panfleto no le habría interesado a nadie, pero es una película entretenidísima, con la que pasas un gran rato, y al mismo tiempo comprendes la situación política del momento, el lugar de donde venimos.

–(A.R.) Cuando dicen que Falete y yo estamos firmando la crónica de un país… debo aclarar que ha sido algo azaroso. Vas enlazando un proyecto tras otro, sin darte cuenta del todo de lo que estás hablando. Aunque es verdad que a mí me gusta hacerme preguntas. Cómo se pasa de una dictadura a la democracia, cómo afectan las leyes a la gente, para qué sirve la cárcel. Esas dudas inspiraron Modelo 77.

"Astronautas’ me marcó el camino de ‘7 vírgenes’. Santi me enseñó un modo de hacer cine más libre”, dice Alberto Rodríguez

–Comenzaron la entrevista hablando de unos cortos que no habían sido subvencionados por la Junta de Andalucía. Para terminar la charla, ¿qué mensaje le mandarían al actual Consejero de Cultura, Arturo Bernal?

–(A.R.) Que parte de lo que hoy tenemos, que ha dado sus frutos pero también es precario, viene de que hubo un apoyo institucional. Un dinero público bien invertido, creo, y que no debería cortarse, sino incrementarse. Esperamos que el apoyo siga, porque es necesario para las futuras generaciones. El terreno está abonado.

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