Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Libros
El escritor y profesor de la Universidad de Sevilla Juan Vargas publica en la editorial Dolmen Alan Moore. La autopsia del héroe, una edición "revisada y mejorada" de su aproximación al autor que revolucionó la historia del cómic con obras maestras del calibre de Watchmen, V de Vendetta o From Hell. Un estudio exhaustivo y ameno de un creador osado y complejo que, en opinión del especialista, "reconstruye definiciones que eran imperturbables en las convenciones del noveno arte hasta su irrupción en escena: heroísmo, ética, culpa, estructura, ficción".
"En su momento, cuando asumí el proyecto, hace ya once años, no había nada sobre Alan Moore en castellano y tampoco en inglés, algunos libros de entrevistas y poco más", cuenta el investigador. "Y hoy sigue ocurriendo lo mismo, sobre todo en el ámbito hispano. Este libro cubre un vacío importante", considera Vargas, que se reconoce "fanático" del guionista de Northampton, "aunque en un principio lo fuera de una manera superficial: la obra de Moore necesita reposo". Con él "llega el enunciado artístico al cómic", opina el estudioso. "No es que el cómic no fuera arte antes, pero él descubre ahí unas potencias y lo eleva a otro nivel. Lo interesante es que hace eso dentro del mainstream. Él venía del underground, pero hizo una especie de hackeo, se insertó en el sistema y consiguió a partir de ahí una forma nueva de entender el cómic, también de entender al héroe. Fue un cambio radical".
Vargas explora cómo, superadas la edad de oro del cómic, "cuando a finales de los años 30 aparecen Batman y Superman, un tiempo en el que se trata el poder del bien frente al mal", y la posterior edad de plata, "con Spiderman y esa famosa frase de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad", Moore propone "un nuevo razonamiento. ¿Qué conlleva esa responsabilidad? Es algo que se deja en manos de unos pocos. ¿Quién vigila a los vigilantes?, esa cita de Juvenal que está a lo largo del cómic. Nuestro autor se pregunta en Watchmen, desde una reflexión ética, qué es el bien y qué es el mal, plantea el territorio en que la filosofía deja de ser metafísica y se convierte en política. Él es una persona de convicciones anarquistas, y aborda a los héroes con ciertas reticencias hacia las estructuras dadas, algo que se repetirá durante su obra. Tiene una visión muy posmoderna, pero un posmodernismo que se apoya en una especie de fundamento utópico".
La edición incluye un prólogo de Nacho Vigalondo en el que el cineasta recuerda cómo su encuentro, siendo adolescente, con La cosa del pantano le "aburrió y desagradó... pero no se me quitó de la cabeza", y cómo años más tarde volvería a aquella obra con un "interés desbocado". El autor de este ensayo muestra su predilección por otro proyecto en la vastísima producción de Moore, Miracleman. "Me gustaría ver un cómic adulto que no se caracterizara por las tetas grandes, las vísceras derramadas o la clase de balbuceos descerebrados que tanto gustan en la revista Heavy Metal", dijo el británico cuando expresó su deseo de revivir a un superhéroe, conocido originalmente como Marvelman, al que mostraría caído en desgracia y enfrentado a la convulsa realidad de los 80. "Es una propuesta que innova muchísimo, hasta el punto de que la serie WandaVision bebe de ahí. Ha sido muy aplaudida pero no inventa nada, se inspira en el Alan Moore no de ahora, sino de hace cuatro décadas".
Vargas, autor de otras obras como El gran Vázquez o House: Patologías de la verdad, recurre a Hitchcock, que "prefería adaptar al cine pequeñas novelitas pulp en el convencimiento de las grandes obras literarias ya habían llegado a su más excelente forma estética sobre el papel", para explicar la mala fortuna que Moore ha tenido en su traslado al cine o a la televisión. "Su obra es imposible de adaptar. Pasa con Watchmen, con V de Vendetta... Sus versiones acaban yendo a terrenos casi opuestos, a plantear conceptos distintos. Es muy interesante cómo la trituradora industrial del cine acaba pervirtiendo el discurso de los cómics de Moore", apunta el investigador, para quien "el héroe castrado, cauterizado, que ya no puede hacer nada, que se ofrece ahora no puede considerarse un legado de Alan Moore. Él no tiene nada que ver con ese conservadurismo, sus personajes hacen lo que quieren hacer".
El libro ahonda en la capacidad "asombrosa" del creador para reinventarse "dentro siempre de lo que él quiere hacer, sin salirse de su discurso, que siempre tiene un trasfondo", y dar forma a historias tan dispares como The Bojeffries Saga, en la que se toma "un pequeño descanso, o lujo personal, no del gusto de la mayoría" y despliega un delicioso humor negro, o Lost Girls, un ejercicio de independencia en el que se atreve con una historia sobre sexo. "Entre sus retos se marcó que el erotismo, siempre tan proscrito, tuviera sus potencialidades artísticas. Es alucinante lo que consigue ahí con Melinda Gebbie, y de hecho la unión fue tan potente que acabaron siendo pareja".
En esa evolución constante, el autor se replanteará una y otra vez la noción de heroísmo. "Con Watchmen, Moore pretendía lanzar una reflexión crítica sobre los héroes, pero llega un momento, a partir de los 80, en que los superhéroes empiezan a convertirse en Rorschach, todos empiezan a ser psicópatas, y el mensaje que queda es ése. Así que Moore desarrolla una perspectiva utópica, desde la ucronía, en la que se plantea qué pasaría si los héroes fueran, hubiesen sido, de otra manera. Si no se hubieran puesto antifaz, por ejemplo, que tiene un punto de enmascaramiento y de preservación de un poder... Y trabaja en distintos mundos posibles, con proyectos como Tom Strong y Promethea".
Moore, que nació en un barrio marginal de Northampton y creyó en el cómic como un medio para plantear la revolución, se muestra hoy desencantado al respecto. "Le decepciona que los cómics no lleguen a la clase obrera, que estén en las tiendas especializadas, en los tomos de lujo, y sean productos estrella para una élite. Él hizo mucho cómic reivindicativo: cuestionaba a la CIA en Brought to Light, retrataba la Inglaterra de Thatcher en Skizz... Quiso cambiar el mundo, una voluntad que no ha perdido, pero que con el paso del tiempo sí ha ido matizando".
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