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Un aire inglés | Crítica
Un aire inglés. Ensayos hispano-británicos. Ignacio Peyró. Fórcola. Madrid, 2021. 400 pp. 25,50 euros
Justamente considerado como uno de los mejores prosistas de su generación, Ignacio Peyró ha recorrido en muy poco tiempo el camino que lleva de las páginas efímeras de los diarios al ensayismo de calidad, acogido a numerosos referentes foráneos –él mismo ha calificado su anglofilia como pretexto– pero sólidamente anclado en la tradición española. En este sentido, su ágil escritura se muestra deudora de autores con los que comparte un estilo elegante, bienhumorado y amable en el mejor de los sentidos, es decir el que combina la ironía, la benevolencia y una mirada agradecida, propicia a la celebración y a la vez consciente de lo que toda celebración tiene de elegía. Lo vemos en todos sus libros y de nuevo en estos "ensayos hispano-británicos" donde Peyró ha reunido artículos anteriores y posteriores (2008-2021) a la aplaudida aparición de Pompa y circunstancia (2014), el extenso y memorable Diccionario sentimental, ahora reeditado, con el que inició su andadura. Como entonces, el ensayista ciñe su contenido a una cierta idea de lo británico, de expresa filiación conservadora, que si bien nace del imaginario insular extiende su significación más allá del ámbito original, puesto que se presenta y homenajea como una forma de civilización admirable, en parte desaparecida.
Hay en la recopilación textos espléndidos y otros, aunque valiosos, más circunstanciales o menos perdurables, pero en general vale para el conjunto lo que el propio Peyró afirma de los artículos de Augusto Assía, esto es, que nacieron como periodismo –o también en forma de prólogos o conferencias– y nos llegan ahora como literatura. El profundo conocimiento, la inteligencia analítica y la limpia prosa del ensayista brillan en las secciones dedicadas a artistas, escritores y estetas, entre ellos William Morris, Kipling, Galsworthy, Turner o Lord Leighton. Dos autores españoles, representantes de la tradición antedicha, el mencionado Assía y Josep Pla, son abordados en piezas magistrales que dicen mucho del modo en que Peyró concibe la anglofilia y de una perspectiva que no pierde de vista su nacionalidad, presente en una sección donde entre otros asuntos se aborda la "hispanomanía". Leemos del croquet, de las salsas, de la invención de la Navidad o de dos excelentes autores de Nueva Inglaterra, Edith Wharton y Louis Auchincloss, pero como en Pompa y circunstancia el denominador común apunta a la nostalgia de un mundo añejo y contradictorio que se recrea en su vertiente más luminosa. El modelo caballeresco del gentleman, la cultura de raigambre clásica, el gusto por la extravagancia dentro de un orden, la vida tradicional de las casas de campo, muchos de los rasgos que conforman la mitificada identidad británica hace tiempo que están en decadencia –la constatación ha dado lugar a una "declinología" en torno al finis Britanniae– y el país tiene ya poco que ver, en bastantes sentidos para bien, con el utópico de la Merry England anterior a la industrialización o el bien real de la edad del Imperio, pero algo de la vieja mentalidad subsiste, en particular el fuerte apego al pasado y una idea de continuidad casi religiosa.
En el plano político, Peyró traza una "cartografía" del torismo donde desarrolla las bases de una cosmovisión menos relacionada con la doctrina, nos dice, que definida por un temperamento. Especialmente lúcido es el ensayo dedicado a la insospechada actualidad de Edmund Burke, referencia mayor de un linaje en el que se inscriben las aportaciones de otros pensadores, todos ellos citados y comentados, como Michael Oakeshott, Walter Bagehot o Roger Scruton, a quien dedica un emocionante obituario. El amor a las libertades, el respeto y aun el culto de los valores heredados, la renuencia a los discursos ideológicos, la flexibilidad adaptada a las circunstancias o el "digno uso" de la institución monárquica, que merece una sección entera, serían los aspectos consustanciales al "partido de la nación", que dio grandes hombres de Estado como Disraeli o Churchill y no vive desde luego sus mejores horas. Peyró no ejerce como estricto propagandista, pero sabe bien lo que defiende. El aquí descrito es un conservadurismo exigente en lo moral, en lo estético y en lo intelectual, que se ejerce desde el sentido del deber y con amplitud de miras, muestra su escepticismo respecto de las promesas irrealizables y hace gala de un ethos orgulloso e incompatible con la servidumbre.
Sostiene Peyró que en la convulsa historia de la España contemporánea, tan llena de episodios viscerales, pueden localizarse dos momentos ingleses: la Restauración de Cánovas, que con todas las limitaciones de aquella monarquía parlamentaria dotaría de estabilidad institucional a una nación agotada por las guerras carlistas, y el hoy cuestionado pacto constitucional del 78 que puso fin a la dictadura de Franco. En ambos se habría puesto de manifiesto la búsqueda de acuerdos y equilibrios que asociamos al sistema británico, caracterizado por el pragmatismo, las reformas graduales –valdría del otro lado el caso de la Sociedad Fabiana– y la desconfianza hacia las revoluciones. También de puertas adentro, no es difícil ver, cuando Peyró trata de los debates políticos que han ocupado a los tories a lo largo de su trayectoria centenaria, una reivindicación indirecta de sus homólogos en España, a menudo acusados de pasividad por los integrantes de esa derecha reaccionaria o alternativa, entregada a los excesos liberaloides y el patrioterismo obtuso, que no se reconocen en la tradición moderantista de los conservadores no aventureros. Entre nosotros o en la propia Gran Bretaña, como demuestra el anunciado desastre del Brexit, no conviene que sean los populistas quienes se impongan a los cabales.
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