Agustín Gómez Arcos, fantasma hecho carne

Laura Hojman reivindica en ‘Un hombre libre’, su nueva película, al escritor de ‘El cordero carnívoro’, un autor que triunfó en Francia con una obra atravesada por el recuerdo de España

Honores a la maestra Merche Esmeralda

La cineasta Laura Hojman, fotografiada hace unos días en el Festival de Sevilla, donde presentó ‘Un hombre libre’.
La cineasta Laura Hojman, fotografiada hace unos días en el Festival de Sevilla, donde presentó ‘Un hombre libre’. / Juan Carlos Vázquez
Braulio Ortiz

17 de noviembre 2024 - 06:30

Agustín Gómez Arcos (Enix, Almería, 1933 - París, 1998) regresa a España en los años de la democracia con la ilusión de que su país le conceda el abrazo que llevaba décadas negándole. En Francia los premios, las críticas, los lectores se han rendido a la honestidad casi incandescente de sus páginas, a ese universo literario en el que se cruzan la sensibilidad y la osadía, el dolor y la esperanza. Las intervenciones en televisión, más frecuentes de lo que un tímido como él habría querido, lo han situado entre los autores más respetados del momento en el país galo. Por eso Gómez Arcos vuelve a los orígenes con un pálpito: podrá compartir con sus paisanos, y la idea le despierta emoción y orgullo, esos textos escritos en francés y tejidos con un hondo sentimiento de España. Pero el retorno del exilio del hijo pródigo no da lugar esta vez a un festín de bienvenida: la biografía de Gómez Arcos, el hijo menor de una familia republicana que sufrió la represión franquista, es una historia triste que no se acompasa a los tiempos. La sociedad, y por tanto los editores y los medios de comunicación que deberían haber prestado su atención al creador, quieren mirar ahora a esa tierra promisoria llamada futuro. Nuestro hombre asume con tristeza el sino que le aguarda en el sur: para sus hermanos no será más que un fantasma.  

En Un hombre libre, su cuarto largometraje tras Tierras solares, Antonio Machado. Los días azules y A las mujeres de España. María Lejárraga, la cineasta Laura Hojman toma al autor de El cordero carnívoro y Un pájaro quemado vivo como protagonista, un trabajo que ya se ha visto en el Festival de Sevilla y en el LesGaiCineMad y que se proyecta en unos días en el Festival de Huelva y en el Fical de Almería. En la figura compleja de Gómez Arcos, en su prosa beligerante y hermosa, Hojman prolonga cuestiones que ya asomaban por su filmografía: “Cuando decido hacer el documental no es solo por traer al presente y reivindicar la obra de Agustín Gómez Arcos, que me parece apasionante, también hay otro tema muy claro que entronca con todo lo que había hecho anteriormente, que está en todos mis documentales: el tema de la memoria, la memoria no como visita al pasado y algo muerto, sino como algo que está vivo y mira al presente y al futuro”, señala una directora a la que le interesa detenerse “en esas personas, esas voces, que no son las vencedoras. La gente que lo pasó mal, los que fueron perdedores de alguna forma, los silenciados, los que se tuvieron que ir... Me parece que todos ellos cuentan mucho más de nuestro propio país que quienes supuestamente escribieron la Historia con mayúsculas”, defiende.

Fue la periodista María D. Valderrama, corresponsal en Francia, coordinadora de la exposición del Instituto Cervantes de París Agustín Gómez Arcos. Entre memoria y olvido y que firma como coguionista en Un hombre libre, quien sugirió a Hojman la lectura del almeriense. “Me explotó la cabeza”, recuerda la directora, que comprobó al mencionar esa fascinación súbita que en su entorno eran muchos los que amaban de manera febril al narrador: el antes librero y hoy galerista Jesús Barrera “me decía que si no hacía ese documental no me hablaba más en la vida”; el director teatral y dramaturgo Julio León Rocha “me contaba que había regalado como 60 veces El cordero carnívoro por lo importante que era para él esa obra. Ahí me di cuenta de que Gómez Arcos es tremendamente actual. Yo no quería estrenar más documentales de escritores, mientras preparaba el de María Lejárraga tenía claro que ahí se acababa un ciclo. La estrategia lógica tal vez habría sido dar un giro hacia otra historia, pero no pude resistirme, me lo pedía el cuerpo”.  

Gómez Arcos, en un fotograma del documental.
Gómez Arcos, en un fotograma del documental.

Apoyado en los testimonios del director Pedro Almodóvar –que llegó a compartir piso con Gómez Arcos y que considera “inadaptable” al cine, por su transgresión, El cordero carnívoro–, los dramaturgos Alberto Conejero y Paco Bezerra, la actriz Marisa Paredes y la traductora Adoración Elvira, entre otros, Un hombre libre recrea la trayectoria vital y literaria de ese muchacho andaluz que viajará de la miseria de la posguerra a un singular estrellato literario: admirado por millones de lectores, entre ellos el ilustre François Mitterrand, traducido a más de una docena de idiomas, será finalista al prestigioso Premio Goncourt en seis ocasiones, y condecorado como Oficial de las Artes y las Letras. 

Una historia asombrosa que representa, para Hojman, la salvación que brinda la cultura. Como Antonio Machado o María Lejárraga, protagonistas de los documentales anteriores, Gómez Arcos también conoció, él a destiempo, las ideas de la Institución Libre de Enseñanza, gracias a su maestra Celia Viñas, que abrirá una inestimable ventana al mundo, a los clásicos y a la literatura, en aquella castigada Almería de la posguerra. “Quería que Celia estuviese en el documental, porque me parece un personaje precioso. Es como un resto de esa España que no pudo ser, la España del espíritu republicano, de las Misiones Pedagógicas. En la historia de Agustín aporta luz: es la que le enseña el teatro, la que despierta su vocación, la que advierte que hay talento en él”.

La película, dice Hojman, “habla de la memoria como algo vivo, algo que mira al presente y al futuro”

Un hombre libre cuenta cómo fueron las constantes prohibiciones de la censura, que Gómez Arcos sufrió en su faceta de dramaturgo, las que motivaron su marcha inicialmente a Londres y después a París, donde se instala. “Gana dos veces el Premio Lope de Vega [por Diálogos de la herejía y Queridos míos], pero las dos veces le arrebatan el premio porque las obras son demasiado subversivas. Es la gota que colma el vaso: Agustín se siente asfixiado, y decide que se va de España”, relata Hojman.

Pero España, pese a la distancia geográfica, nunca se fue del pensamiento de Gómez Arcos, que como se apunta en el documental nunca quiso la nacionalidad francesa. Emociona ver en las imágenes de Un hombre libre a ese exiliado referirse al Quijote y La Celestina como “el futuro” y considerar el país donde nació “la cuna de la civilización occidental”. Hojman se conmueve con la tenacidad “con que Agustín no cede la idea de España a quienes se apropiaron del concepto, de los símbolos. Somos muchos en la actualidad los que tenemos que hacer ese proceso de reivindicar algo que también es nuestro. Agustín, a pesar de haber sufrido tanto, de haberse tenido que ir, nunca renuncia a ser español. Le quieren dar la nacionalidad francesa porque eso le favorece para estrenar en teatros, acceder a determinados sitios, pero se niega. Cuando le oí decir que España no era la gente que lo silenciaba, que España era él, entendí qué iba a contar el documental. Lo tuve claro”, confiesa la directora. 

Marisa Paredes ofrece uno de los testimonios del documental.
Marisa Paredes ofrece uno de los testimonios del documental. / Summer Films

Para Hojman, que Ana no se estudie en los liceos franceses mientras Gómez Arcos no aparezca en los planes de estudio españoles, como denuncia la escritora Lara Moreno en un momento del documental, “nos habla del silencio que ha imperado en este país, de cómo este país se reconstruyó después de la dictadura no desde la memoria sino sobre el silencio y las ausencias. Las consecuencias de eso duran hasta hoy, y que no conozcamos suficientemente a Agustín Gómez Arcos ni conozcamos su obra es una de ellas. Que sus libros se estudiaran en Francia y no aquí resulta doloroso, porque el tema principal del que tratan es España. Creo que ese detalle refleja muy bien la deuda que tenemos con el exilio y con todo ese patrimonio cultural que está todavía guardado en un cajón, en espera de ser revisado”.

El documental explora cómo el país que se abría a la democracia apostaba en su voluntad de consenso por la desmemoria, un panorama en el que la querencia por el pasado de Gómez Arcos resultó incómoda. “Quería contar que la Transición fue un proceso necesario, pero ahora podemos revisitarlo y señalar cosas que quizás no se hicieron bien, igual porque no era el momento, y ahora sí estamos en condiciones de hablar de ello. Agustín vuelve a España convencido de que con la democracia va a tener su sitio, pero no es así. Se encuentra con esa España que quiere olvidarse de la posguerra y la dictadura, que mira hacia otro lado, y alguien como él, sencillamente, no interesa”.

El autor nunca aceptó la nacionalidad francesa y aludía al ‘Quijote’ y a ‘La Celestina’ con orgullo

Un hombre libre resalta entre otros rasgos de la obra de Gómez Arcos los poderosos personajes femeninos que logra el autor. “Eso es algo que se percibe en cuanto empiezas a leerlo”, analiza Hojman. “No sé si es porque sus hermanos se marcharon a la guerra cuando él era niño y él se cría entre mujeres, pero quizás explica por qué Agustín conecta tan bien ahora con la gente joven. Ana no, por ejemplo, es la historia de una mujer que nunca ha tenido identidad propia porque siempre ha vivido para los demás, pero al final del libro es Ana sí, porque esa mujer adquiere cultura, adquiere una voz propia. Igual estaríamos en otro lugar como sociedad si hubiésemos tenido a más creadores como Gómez Arcos”.

La película de Hojman recoge el pequeño milagro que ha promovido Cabaret Voltaire, cuyos responsables han devuelto a la vida, felizmente, a Agustín Gómez Arcos entre sus paisanos. “Adoración Elvira, su traductora, me dice que es un final gomezarquiano, y es verdad. Los libros de Agustín son muy duros, son radicales y no son amables, pero terminan con un canto a la vida, a la esperanza”, como en el cierre de El niño pan, donde una familia abandona el luto y observa al chaval protagonista sonriendo mientras duerme.  “Agustín se muere pensando que en España no lo querían, pero años después viene una editorial pequeñita, una editorial independiente, que prueba a publicar al autor, y se despierta un fenómeno que no para de crecer. Lo que ha ocurrido con Agustín y con Cabaret Voltaire arroja”, concluye Hojman, “una esperanza que necesitamos en estos tiempos difíciles, que nos pueden conducir a la apatía y al derrotismo”. 

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