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El desasosiego de nuestro tiempo | Crítica
El desasosiego de nuestro tiempo y otros escritos políticos. Simone Weil. Trad. Luis González Castro. Página Indómita. Barcelona, 2024. 224 págs. 21.90€
Simone Weil muere en el exilio, enferma de tuberculosis, en 1943. La autora fallece en una Europa en guerra, fracturada; en un tiempo en el que se han cumplido los horrores que años atrás vaticinó en sus textos. Un ejemplo de estos visionarios escritos sería Reflexiones sobre la guerra (publicado en 1933) o No empecemos otra vez la guerra de Troya (1937). Se trata de breves ensayos en los que Weil nos anticipa el auge del totalitarismo, la aniquilación sistemática del disidente, el campo de concentración, la racional justificación de la irracional barbarie.
Simone Weil muere sin conocer la victoria de sus ideas –el pacifismo, la justicia social-, esos consensos que, en términos generales, predominaron en Europa a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Pero Weil, a pesar de la evidente derrota de sus convicciones en aquel año de su muerte, jamás renunció al pensamiento humanista, a la inofensiva espiritualidad. La filósofa francesa jamás cedió a la violencia política ni a la negra crueldad, un temperamento recurrente, socialmente aceptado, en la Europa de entreguerras. En esas dos décadas en la que las que odiar al adversario político –y agredir, y asesinar- no se consideraba un despropósito. Habrá lectores que señalen aquí una incongruencia, pues nos recordarán la participación de Simone Weil en la Guerra Civil, en la columna Durruti; pero incluso ahí, en ese ambiente hostil, de crimen y de pólvora, nuestra autora se mantuvo firme en su pacifismo. Lo leemos en un conocido testimonio que luego analizaremos, la Carta a Georges Bernanos. Un imprescindible escrito para conocer el ideario y la personalidad de Weil.
Todos estos apuntes, toda esta introducción, se debe a la reciente publicación de El desasosiego de nuestro tiempo y otros escritos políticos, en la editorial Página Indómita, un volumen que recopila textos de la filósofa francesa, con una nueva traducción –a cargo de Luis González Castro-. Estos ensayos –unos más extensos, otros más breves- contienen reflexiones significativas y lúcidas. Aún más por la fecha en las que fueron escritas.
Por estas páginas diseccionamos ideas cuya hondura y agudeza son extraordinarias. Y quizá originales en su contexto, en su tiempo. Un ejemplo: “No hay dos naciones más similares en estructura que Alemania y Rusia, que se amenazan mutuamente con una cruzada internacional y fingen cada una tomar a la otra por la Bestia del Apocalipsis. Por eso podemos afirmar con seguridad que la oposición entre fascismo y comunismo no tiene ningún sentido”. Hoy quizá nos resulte un criterio anodino, naíf, convencional. Pero cabe recordar que Simone Weil escribe este párrafo en abril de 1937. Cuando no era tan habitual predicar esa visión respecto de las dos ideologías dominantes en aquellos años, tras el trágico fracaso de la democracia liberal.
Continuamos con esta reflexión de Simone Weil, donde nos relata las similitudes y errores de ambos totalitarismos, en esa época en la que tanto comunismo como fascismo suponían sistemas revolucionarios, es decir, modernos, regeneracionistas, esperanzadores. “Si examinamos el significado que hoy tienen los términos fascismo y comunismo, encontramos dos concepciones políticas y sociales casi idénticas. En ambos casos se da el mismo control del Estado sobre casi todas las formas de vida individual y social; la misma militarización frenética; la misma unanimidad artificial, obtenida por la fuerza, en beneficio de un partido único que se confunde con el Estado”.
Simone Weil creció en una Europa en la que la violencia era un método más de la acción política. Pero ¿por qué se aceptó esa deshumanización hacia el adversario? ¿Por qué el opositor era enemigo? ¿Por qué se llegó a tal nivel de ruptura social, de fracaso de la convivencia? Weil formula una espléndida tesis cuyo origen se plantea desde la semántica.
La autora, en primer lugar, entendió que la violencia era causa de la no-definición de palabras como capitalismo, nación o democracia. El razonamiento de Weil es el siguiente: estos conceptos se vaciaron de significados precisos durante las primeras décadas del siglo XX. Son palabras que pasaron a ser una especie de eslogan. Un contenido en el que volcar las frustraciones personales. El anarquismo –terreno en el que militó Simone Weil- nos dirá que todos los males del presente se deben al capitalismo. Por lo que el anarquista, quien sin más asume el dogma de su ideología, estará convencido de que el capitalismo, cuya definición no nos desarrolla, es el responsable de las miserias, atrocidades e injusticias de su tiempo. ¿Cómo solucionar ese problema? ¿Razonando? No: aniquilando a los individuos que defiendan la idea opuesta. Es lugar de combatir una idea –abstracta, no definida- es más efectivo matar a quien la defiende –pues este es un hecho concreto, objetivo-.
Simone Weil participó en la Guerra Civil, en el frente de Aragón, durante los primeros meses de la contienda. ¿Fue una decisión incongruente? ¿Cómo una mujer que aboga por el pacifismo toma un arma y combate con los anarquistas de la columna Durruti? La respuesta la encontramos en la crucial –en cuanto testimonio histórico y por reflejar la personalidad de Weil- Carta a Georges Bernanos: “No me gusta la guerra, pero lo que siempre me ha horrorizado más de ella es la situación de quienes se hallan en la retaguardia”.
La escritora no apoya la violencia, pero no puede mantenerse al margen de esta cuando todo ha sido devastado. A Simone Weil, como a otros tantos coetáneos, no le quedó más remedio que tomar partido, pues la fractura no admitía otra solución. Aun así, Weil no compartió las atrocidades de los suyos –y lo manifiesta a finales de los años treinta-. “Uno parte hacia España como voluntario, con la idea de sacrificio, y se encuentra en una guerra que se parece a una guerra de mercenarios”, escribe en la carta a Bernanos, para continuar confesando que se siente más cerca de este escritor, monárquico, católico, que de las facciones anarquistas que Weil conoció en el frente. Dejamos a los lectores que descubran los motivos.
No nos demoramos más, y resumimos: El desasosiego de nuestro tiempo y otros escritos políticos nos descubre a algunos, y nos recuerda a otros, el excepcional e inagotable testimonio, ético y estético, de Simone Weil.
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