Arte a dos voces
A la manera de... (II) | Crítica
La galería Rafael Ortiz acoge una nueva entrega de 'A la manera de...', una exposición en la que unos 40 creadores se inspiran y homenajean a los autores a los que admiran
La ficha
'A la manera de… (II)' Galería Rafael Ortiz. Mármoles, 12. Sevilla. Hasta el 25 de julio
"A veces, cuando una obra de arte nos impresiona, nos la llevamos a casa: queda en la imaginación que sigue trabajándola sin que logremos precisar qué y por qué nos ha tocado". No sé si son las palabras exactas pero creo ser fiel a lo que me decía Rafael Ortiz, viendo esta exposición. Hay obras de formas correctas, impulsadas por grandes ideas o con gran fuerza expresiva que admiramos pero pronto, casi sin querer, las olvidamos. Otras, sin embargo, nos dan quehacer: les buscamos paralelos, las asociamos con otras, pensamos que podían haber llegado más lejos, las relacionamos con problemas y cuestiones de la vida diaria, y no nos basta con verlas una sola vez.
Esta es una potencialidad del arte. Hace más de tres siglos Kant dijo que las ideas estéticas son aquellas que nos hacen pensar mucho sin que logremos definirlas con precisión, porque no encajan en ningún concepto lógico. Por eso ningún lenguaje logra expresar del todo la obra de arte. Los románticos, siguiendo estas ideas, sostenían que una crítica de arte tenía que ser una nueva obra para que no se perdiera la fecundidad de la obra comentada. Hace medio siglo Umberto Eco habló de la obra abierta: la obra de arte necesita ser leída, interpretada por el espectador, respetándola, sí, pero con la libertad necesaria para hacerla suya y aun añadirle un algo más.
Si este modo de ver el arte proporciona trabajo (y placer) al espectador, ¿qué producirá en el artista? Los artistas conectan mejor con las obras, su reflexión es más amplia y sobre todo, pueden comentarlas no con unas notas, quizá apresuradas o una conversación más o menos intensa, sino con otra obra de arte. Quizá por eso a la propuesta de la galería Rafael Ortiz, hacer una segunda exposición A la manera de…, esto es, trabajos que glosen, prolonguen o comenten obras de otros artistas han respondido más de cuarenta profesionales.
Creo ver en sus trabajos diversas actitudes. Una de ellas es el homenaje. Es el que Tete Álvarez presta a Antoni Muntadas, al señalar que la televisión, sea cual sea su país, muestra siempre los mismos tópicos institucionales, o la evocación de Concha Ybarra de los círculos de de esa artista secreta que fue Hilma Klint. En el mismo sentido, Carlos Aires rememora la obra de Mona Hatoum y Gloria Martín recrea, con tanto respeto como libertad, el mundo de María Blanchard.
Otros autores eligen el camino del apropiacionismo: hacen suya la obra sin ocultar la huella personal de su intervención. Así dialoga Salomé del Campo con las insidiosas figuras de Ernst, FOD (Francisco Olivares Díaz) construye un móvil de Calder pero cuelga en ellos sus esculturas, materiales de desecho, y Teresa Lafita despierta los ecos del mundo de Carmen Calvo sin renunciar a sus propias inquietudes.
No falta la ironía. Juan del Junco se acerca con ella a Ed Ruscha: convierte la célebre foto de Sunset Strip en una sucesión no de edificios, que sólo miramos al paso, sino del vuelo de las aves al que tampoco prestamos atención. También hay ironía en el acercamiento de Ángeles Agrela a Alex Katz y en el trabajo de María José Gallardo aunque la sorna no se dirige a Maruja Mallo sino apunta más bien al retrato.
Otras autores parecen rastrear el camino abierto por el autor de referencia para internarse en él sin renunciar a sus propias inquietudes. Son trabajos a dos voces: se aprecia en la reflexión de José Piñar sobre Barbadillo, la de Rosa Brun sobre Goeritz, la de Ruth Morán sobre Anni Albers, el cuidado trabajo de Ángela Mena sobre Youngerman o los excelentes dibujos de Jorge Thuillier sobre Ensor. Son auténticos diálogos: el interlocutor acepta la palabra del otro sin renunciar a la suya.
Otros autores recogen, con inteligencia, del artista comentado aquello que mejor sintoniza con su inquietud y su propia línea de trabajo. Ana Barriga fortalece su entusiasmo por el color al hacer justicia a los trabajos de Josef Albers, María José García Matres despliega un panorama de formas geométricas en memoria de Sadamitsu Neil Fujita (aunque en él no faltan ecos de Picasso) e Irma Álvarez Laviada recuerda a Imi Knoebel con unos exactos monocromos.
Hablaré finalmente de afinidades electivas. Artistas que encuentran de repente otro autor que es, más que compañero, cómplice. Creo advertir esa sintonía entre Fernando Clemente y los trabajos geométricos de Emil Robinson y con más claridad, en la obra en que Rubén Guerrero replica al austríco Zobernig. José García Vallés emula a Wade Guyton aplicando al lienzo técnicas propias de las impresoras 3D: el resultado hace pensar tanto en la pintura gestual como en las nuevas prótesis del gesto.
La exposición es laboriosa pero grata. Es también exigente porque recuerda al espectador que no basta con mirar o sentir el calosfrío de una emoción pasajera, ni esperarlo todo de la visita guiadas. Sin el espectador activo el arte sería un lujo estéril.
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