Zelenka, maestro absoluto

Andrés Moreno Mengíbar

26 de marzo 2012 - 12:08

Collegium 1704. Femàs 2012. Programa: 'Missa Sanctae Caeciliae' ZWV 1 y 'Miserere' ZWV 57, de Jean Dismas Zelenka. Collegium 1704. Director: Václav Luks. Lugar: Catedral. Fecha: Sábado, 14 de marzo. Aforo: Lleno.

No será su nombre tan conocido al aficionado medio como el de otros maestros del Barroco, pero una vez que se acerca uno a la música de Jean Dismas Zelenka no tiene más remedio que reconocer de forma gozosa que se está ante uno de los más impresionantes genios creadores del siglo XVIII. Incluso en una obra tan temprana como la Misa de Santa Cecilia, rescatada por Václav Luks y compuesta antes de la formación del autor con ese maestro del contrapunto que fuese Fux, es imposible no admirarse ante la maestría de Zelenka en la sabiduría de los juegos polifónicos (esas monumentales fugas), de las combinaciones de las voces y de algo tan característico de toda su carrera como es la experimentación con las combinaciones tímbricas y armónicas. Baste como ejemplo de audacia la manera de combinar las violas con las sopranos y altos en el Agnus Dei, creando un clima de colorido sonoro muy especial.

El conjunto checo Collegium 1704 tiene su fuerte en la dirección y en la sección coral. Luks no desfalleció ni un compás en su interés por articular de la forma más efectiva y teatral posible, subrayando los contrastes dinámicos (paso del piú piano al piú forte sobre la palabra passus en el Crucifixus) o marcando enérgicos sforzandi en los pasajes más dramáticos, como en la impresionante introducción orquestal del Miserere (¡por fin un Miserere de calidad en la Catedral!), donde la acumulación de energía y dinámicas diseñó un momento de belleza dramática indescriptible. Muy eficaz fue también su capacidad para sostener los tempi en los abundantes pasajes montados por Zelenka sobre muy rítmicos ostinati (un rasgo muy característico de su estilo) en el continuo, con el que también jugó Luks a variar las combinaciones instrumentales.

El coro, a dos voces por parte, es de una ductilidad magnífica, como lo demostró en la naturalidad con la que abordaron la compleja polifonía de las fugas (Cum sancto spiritu y Et vitam venturi saeculi) y en la delicadeza con la que interpretaron a capella, ya como propina, el responsorio también de Zelenka Sepulto Domino (ZWV 55). Resalta la homogeneidad en la emisión de todos sus componentes y su consecuente empaste tímbrico, al que quizá le pueda faltar un poco más relieve en las sopranos. Los ataques y los finales fueron siempre de una precisión absoluta.

Salvo unos violines de sonido poco redondeado y de empaste dubitativo, la orquesta sonó con color y con energía, especialmente en la mencionada introducción del Miserere. La calidad del coro se explicó al comprobar la calidad de sus integrantes como solistas. Ante todo, el bajo Tomás Král, voz redonda, resonante y flexible. Y la segunda soprano (Alena Hellerová), de bellísimo timbre y sensible legato. Kamila Mazalová, alto, lució una bellísima voz, pero de muy escaso volumen.

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