Yinka Esi Graves. Una conversación desde un cuerpo disidente

Bienal de Flamenco

Yinka Esi Graves durante su conferencia ilustrada en el Teatro Central.
Yinka Esi Graves durante su conferencia ilustrada en el Teatro Central. / Archivo Fotográfico Bienal De Flamenco / Claudia Ruiz Caro

Tras dedicar los últimos trece años de su vida al flamenco, la británica afincada en Sevilla Yinka Esi Graves se había ganado un lugar en la presente edición de la Bienal para estrenar su primera producción en solitario: The Disappearing Act.

Sin embargo, su reciente maternidad entre otras cosas la ha obligado a retrasar el estreno –“quizá sea en enero próximo, en el Festival de Nimes”, dijo- y, en su lugar, ha impartido una interesante conferencia sobre la invisibilidad de las personas ‘diferentes’ en las sociedades en las que viven y que, generalmente, tienden a “borrarlas”.

Nacida en el Reino Unido, pero con raíces en Gana, Jamaica, Cuba y otros países, la bailarina se formó en danza afrocubana y en ballet clásico, donde cuenta que empezaron sus primeros conflictos a causa de su pelo y de la curva de su espalda de mulata.

Ya en Sevilla, en 2014 cofundó la compañía de flamenco contemporáneo dotdotdot dance, con la que presentó I come to my body as a question’', y ha colaborado con muchos artistas flamencos. Entre otros, fue una de las intérpretes del aplaudido trabajo de Chloé Brulé y Marco Vargas Los Cuerpos Celestes.

Sentada ante una mesa con distintos materiales, la artista bromeó con el hecho de que con su danza, siempre abstracta, quizá no hubiera logrado expresar todo lo que haría en la conferencia, con la ayuda de sus apuntes.

Respecto al flamenco, afirmó que para ella “es absolutamente liberador” al ser un gran contenedor de todas las problemáticas humanas. Aunque también confesó su propia esquizofrenia -y la de casi todos los extranjeros que bailan flamenco- al sentirse observada como algo “raro” y, al mismo tiempo, encontrar una fuerte conexión física, dadas las diferentes culturas que convergen en él.

“El flamenco -afirmó- también me crea contradicciones como la que siento al bailar la guajira, algo muy satisfactorio para mi cuerpo de bailarina, pero cuyas letras -casi siempre sobre mulatas vistas como objetos sexuales- me hacen dudar de cómo situarme ante ella”.

Apoyada por unas breves pero sabrosas intervenciones de la cantaora Rosa de Algeciras, el guitarrista Raúl Cantizano y el batería Remi Graves, así como por algunas diapositivas y filmaciones de la propia artista en lugares emblemáticos para ella, la bailarina tocó también cuestiones como la diáspora africana y las repercusiones del tránsito atlántico, e introdujo también a una más que atenta audiencia en conceptos como danza táctica, espacio negativo o cripsis, que es la capacidad que tienen algunos animales (mediante el camuflaje, el mimetismo y otros recursos) para pasar desapercibidos.

Al final se abrió un animado debate en el que quedó claro que no se trata de hablar de discriminación ni de ser victimista, sino de cambiar la estructura mental colonialista que hemos heredado y liberarnos de los prejuicios que nos limitan. Una tarea en la que iniciativas como la de Yinka Esi Graves resultan imprescindibles.

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