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Algo se mueve en el otrora rígido mundo de la música clásica contemporánea. Puede que como parte de una misma estrategia de imagen que ha convertido a los solistas en una suerte de iconos pop, compositores de larga trayectoria en el rock de vanguardia como Nico Muhly (arreglista habitual de Antony and the Johnsons, Björk, Grizzly Bear, Bonnie Prince Billy o Jónsi), Jonny Greenwood (Radiohead), Richard Reed Parry (Arcade Fire) o Bryce Dessner (The National) graban hoy discos con su repertorio clásico para sellos de larga tradición ortodoxa y conservadora como Deutsche Grammophon o Decca.
El germano-británico Max Richter (Berlín, 1966), compositor de las bandas sonoras de Vals con Bashir y The Congress, acaba de firmar un contrato en exclusiva con DG después del éxito de su Recomposed by Max Richter, un disco de reinterpretaciones de las famosas Cuatro estaciones de Vivaldi en el que podían reconocerse, con respetuosa eficacia y una potencia musical arrolladora, las influencias de la escuela minimalista. Un contrato estelar que incluye también la reedición de muchos de sus discos anteriores, editados en un pequeño sello independiente, y la nueva grabación del que tal vez sea el más importante de todos ellos, Memoryhouse (2002).
Todos estos compositores de una misma generación comparten formación clásica canalizada a través del pop, el rock o la música aplicada, todos ellos se conocen, han colaborado entre ellos o forman ya parte de repertorios conjuntos; todos han derivado su trabajo hacia la sala de concierto, la grabación de discos, los arreglos para otros artistas o la composición de música para cine, teatro o proyectos multimedia.
Algunos, como Muhly (Vermont, 1981), curtido bajo la tutela de Philip Glass tras pasar por la Julliard School of Music de Nueva York, van más allá y se atreven con la ópera (Two Boys, con libreto de Craig Lucas, estrenada en 2011 en la English National Opera de Londres y recientemente editada por el sello Nonesuch, ha sido considerada como una de las mejores de lo que llevamos de siglo), sin dejar de trabajar para el cine (Margaret, Kill your darlings) o colaborar con cantantes folk & country como Sam Amidon, que forma parte, junto al productor islandés Valgeir Sigurdson, de su estrecho grupo de fieles colaboradores en el exquisito sello Bedroom Community.
Jonny Greenwood (Oxford, 1971), guitarrista del popular grupo Radiohead, se ha labrado una impresionante carrera como compositor de bandas sonoras junto a Paul Thomas Anderson (There will be blood, The Master) o Tran Anh Hung (Norwegian Wood), al tiempo que intercala las giras y grabaciones del grupo con colaboraciones con Steve Reich (Radio rewrite) o conciertos sinfónicos en los que sus piezas (Popcorn Superhet Receiver o 48 responses to Polymorphia, que dialoga con la música de Penderecki) forman ya parte del repertorio habitual de las orquestas más jóvenes y atentas a la música del siglo XXI.
El norteamericano Bryce Dessner (Cincinatti, 1976), uno de los dos hermanos líderes y fundadores del grupo The National, se ha destapado también en este 2014 como uno de los nuevos compositores a seguir tras publicar sendos discos con su música orquestal (St. Carolyn By the Sea, Raphael y Lachrimae, para DG) y de cámara (Aheym, para Nonesuch, interpretada por el Kronos Quartet). El no menos prestigioso sello de representación y edición musical Chester Novello lo tiene entre sus filas desde 2012.
También DG ha fichado recientemente al canadiense Richard Reed Parry (Toronto, 1977), del grupo Arcade Fire, cuyo disco Music for heart and breath presenta una serie de variaciones instrumentales sobre una misma pieza que conjugan ese eclecticismo estilístico propio de esta generación que ha sabido integrar el lenguaje más accesible de la vanguardia desde los presupuestos del minimalismo y por la senda tonal y tímbrica intermedia abierta por John Adams. Junto a Owen Pallet y otros miembros de Arcade Fire, también ha compuesto música para cine (The Box y Her, ésta última candidata al Oscar en 2013).
Hablamos, en definitiva, de un selecto grupo de compositores e instrumentistas con muchos elementos en común, un grupo estelar ya antes de su llegada al universo de la música seria, que ha entendido que en ellos se cifra tal vez el camino de renovación de su marca y de captación de una audiencia más joven y receptiva a las diversas formas musicales de su tiempo, una audiencia transversal y desprejuiciada para la que lo popular y lo culto estrechan sus lazos de contacto a través de un lenguaje que es a un tiempo riguroso, espectacular y accesible. Habrá que seguirles la pista.
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