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Veinte años de Montalbano

Salamandra publica la entrega número 22 de la serie negra de Camilleri, cuyo comisario vuelve a enfrentarse a una 'femme fatale' y a pistas falsas.

El escritor italiano Andrea Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia, 1925).
Fernando Pérez Ávila

18 de mayo 2014 - 05:00

Juego de espejos. Andrea Camilleri. Trad. Teresa Clavel Lledó. Salamandra. Barcelona, 2014. 224 páginas. 15 euros

Era la época de la guerra contra la mafia, que había matado dos años atrás al juez Giovanni Falcone y su ayudante, Paolo Borsellino. Aquella primavera, un tipo siniestro, un playboy bajito y dicharachero, dueño de una misteriosa fortuna, propietario de un imperio mediático y unas sospechosas relaciones con la Cosa Nostra, acababa de ganar las elecciones generales en Italia. Pero si le preguntan a un italiano qué recuerda de aquel 1994, probablemente lo primero que se le venga a la mente sea el fallo de Roberto Baggio.

Italia estaba ante una oportunidad única de ganar su cuarta Copa del Mundo (lo haría doce años más tarde, también por penaltis). La final contra Brasil había sido uno de los peores partidos de aquel Mundial que la FIFA había decidido llevar a Estados Unidos para implantar, con escaso éxito, el fútbol en Norteamérica. El partido acabó 0-0 y se tenía que resolver en la tanda de penaltis. La estrella italiana, Roberto Baggio, aquel delantero con coleta que agrandó la maldición de España en cuartos, estaba obligado a marcar. Se encaminó al punto de penalti, miró de soslayo al árbitro, tomó carrerilla y envió el balón un metro por encima de la portería.

Aquel mismo año, con toda Italia llorando el error de Baggio y desconociendo aún que mucho peor que perder un Mundial era el ascenso de Berlusconi, un anciano escritor siciliano publicó una novela negra divertida, amable, llena de humor y de ironía, protagonizada por un peculiar comisario al que bautizó como Salvo Montalbano, en homenaje a Manuel Vázquez Montalbán, en cuyo detective Pepe Carvalho se inspiraba claramente. La novela se titulaba La forma del agua y no llegaría a España hasta mucho después. Probablemente Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925) no sabía que aquella novela iba a tener tanto éxito de crítica y público, ni que le seguiría otra entrega al año siguiente, y otra más, y otra, y así hasta la número 22 de la serie, que es la que hace esta Juego de espejos que llegó en abril a las librerías españolas, donde el anciano escritor arrasa.

Las novelas protagonizadas por Montalbano siguen un mismo patrón. Son cortas, de poco más de 200 páginas, muy divertidas, salpicadas de ironía y de humor, a veces muy negro, y entretenidas desde la primera palabra hasta la última. Son libros ideales para intercalar con obras más profundas, si bien el comisario siciliano tiene una legión de fieles que suelen soltar lo que tengan entre manos para ponerse de inmediato con su nueva aventura. Camilleri, casi nonagerio pero lúcido como él solo, consciente de su éxito, sigue escribiendo a razón de tres o cuatro novelas al año.

En su vigésimo segunda aventura, Montalbano se enfrenta precisamente a un juego de espejos, a una investigación marcada por pistas falsas y pruebas que no son tal, con las que alguien intenta despistarle. El siempre hábil Camilleri incluye en esta nueva obra un matiz distinto. En la mayoría de sus libros, Montalbano se despierta en su casa de Marinella y pronto recibe una llamada de algún compañero porque ha aparecido un cadáver y ha de iniciar una investigación del asesinato. En Juego de espejos, Montalbano se despierta tras un sueño nada agradable, pero la llamada alertando del muerto no se producirá hasta casi el final de la novela. El comisario sabe que va a haber un muerto, incluso adivina quién va a serlo, pero antes los asesinos tratan de confundirlo con una serie de bombas, avisos falsos, advertencias y hasta un intento de chantaje.

Con este novedoso esquema, Montalbano se enfrenta de nuevo a una mujer fatal, en este caso una vecina que acaba de llegar al pueblo y está casada con un representante de ordenadores. Qué casualidad que al coche de ella le falle el motor y al bueno del policía se le ocurra ofrecerse a llevarla al pueblo. Las femmes fatales de Camilleri no son como Marlene Dietrich ni Greta Garbo. Ni siquiera como Sharon Stone. Al lado de lo que la vecina le propone a Montalbano, el cruce de piernas de aquélla es una escena de dibujos animados. El comisario, siempre rodeado de mujeres hermosas que terminan cenando en su casa como por arte de magia, tiene su novia de toda la vida, Livia, que vive en Génova, con la que se pelea todos los días por teléfono, y que en esta novela tiene algo menos de protagonismo que en otros episodios anteriores. Será que se cansa de llevar 20 años manteniendo una relación a distancia. Sólo una intervención divina evitará la perdición. ¿No había mejor momento para la llamada del muerto?

Juego de espejos, como toda la serie de Montalbano y casi toda la obra de Camilleri, está editada en español por Salamandra. Con ella, el autor siciliano se consolida como abanderado de la novela negra mediterránea, esa que es más desenfadada, más corta y más divertida que otras tendencias del género, como la americana o la nórdica. Será, ya lo dijo Petros Márkaris, que en Escandinavia el mal tiempo hace que los escritores estén siempre encerrados en sus casas, concibiendo horrendos crímenes.

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