Varda y Burnett, los Oscar de la diversidad
galardones honoríficos
Hollywood distinguirá en noviembre al actor Donald Sutherland, el cámara Owen Roizman y los directores Agnès Varda y Charles Burnett
Sevilla/John Bailey, nuevo Presidente de la Academy of Motion Pictures Arts and Sciences, anunciaba ayer los nombres de los próximos Oscar honoríficos que serán presentados el próximo 11 de noviembre: la cineasta franco-belga Agnès Varda (89 años), el director afroamericano Charles Burnett (73), el actor de origen canadiense Donald Sutherland (82) y el director de fotografía norteamericano Owen Roizman (80).
En su ya larga política integradora, aunque ahora con más sensibilidad hacia el extrarradio del mainstream, la diversidad y el cine del mundo, quién sabe si como respuesta a la creciente xenofobia de la era Trump, Hollywood reconoce así al menos a dos cineastas como Varda y Burnett a los que difícilmente podría haber absorbido e integrado en su tejido industrial, dos verdaderos francotiradores que han hecho de sus respectivas carreras entre el documental y la ficción toda una coherente trayectoria de independencia, rigor estético, libertad creativa y enfoques (el feminismo, la lucha por las libertades civiles de la comunidad afroamericana) que no son precisamente el pan nuestro de cada día en el cine que desfila habitualmente por las alfombras rojas.
A sus 89 años, la Varda, pionera de la nouvelle vague (La pointe courte, Cléo de 5 a 7) y verso suelto del mejor cine francés durante cinco décadas (Daguerreotype, Una canta, la otra no, Sin techo ni ley), viene de presentar en Cannes su último ensayo-documental Visages, villages, nueva y, por lo que cuentan las crónicas, gozosa entrega de ese último tramo de su carrera en el que ha adoptado el pequeño formato digital para seguir indagando en esa suerte de autobiografía comprometida, reflexiva y juguetona que abrió una de las mejores vetas del cine de este siglo XXI con Los espigadores y la espigadora.
A su lado, Charles Burnett, a quien no hace mucho el festival Play Doc de Tui (Pontevedra) dedicó una completa retrospectiva y una monografía en castellano, representa el verdadero espíritu independiente y combativo en un cine norteamericano para el que esa etiqueta parece haberse diluido ya en un subgénero de su producción estándar. Con títulos como Killer of sheep, My brother's wedding o America becoming, Burnett irrumpía a finales de los 70 como poeta de los suburbios negros y marginales de una Norteamérica invisible e incómoda, recordando de paso que el cine político no tenía por qué estar reñido con el compromiso estético.
También en los años 70 se popularizaría el rostro y la mirada singulares de Donald Sutherland, a quien la Academia había negado el Oscar a pesar de tener varias nominaciones a lo largo de su carrera. Actor de presencia siempre inquietante, Sutherland ha alternado sus trabajos en el cine internacional y europeo (Il Casanova, Novecento) y ha prolongado su carrera hasta nuestros días (su último trabajo, The leisure seeker, de Paolo Virzi, se ha visto estos días en Venecia) aunque para ello haya tenido que pagar el inevitable peaje de pasar de protagonista (M.A.S.H., Klute, Amenaza en la sombra, La invasión de los ultracuerpos, El ojo de la aguja) a secundario de lujo (Los juegos del hambre).
También fuertemente vinculado al mejor cine norteamericano de los 70, creador de nuevas texturas visuales, colaborador habitual de William Friedkin, Sydney Pollack o Lawrence Kasdan, Owen Roizman ve al fin recompensadas sus cinco nominaciones al Oscar sin premio (French connection, El Exorcista, Network, Tootsie, Wyatt Earp) con este reconocimiento tardío.
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