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Vaciar la intimidad, robar los secretos

Carlos Montero, ganador del Premio Primavera 2016 por 'El desorden que dejas', se adentra en el género de la novela negra con una historia de acoso, manipulación y ausencias

Carlos Montero (Celanova, Orense, 1972) visitó la Feria del Libro el día de su inauguración.
Mercedes Mendoza Sevilla

30 de abril 2016 - 05:00

"Heridos de ausencia". Así describe Carlos Montero a los personajes de su última novela, El desorden que dejas, galardonada con el Premio Primavera y publicada bajo el sello Espasa. Una ausencia que puede ser presente, por aquellos que ya se han ido y a los que duele recordar, pero también futura, por el miedo a que quienes ahora nos rodean puedan llegar a partir dejándonos atrás. En este caso, la ausencia toma el nombre de Viruca, una profesora de literatura en un instituto de Novariz, un ficticio pueblo de la provincia de Ourense, que decide terminar sus días arrojándose a un lago. Su sustituta, Raquel, ajena a todo lo ocurrido, acepta su suplencia. Pero ya desde el primer día una amenazante nota le advierte que tendrá que revivir el mismo infierno por el que ya pasó su predecesora: "¿Y tú, cuánto vas a tardar en morir?". "Uno de los grandes retos de esta novela era conseguir que la historia girase en torno a un personaje que no aparece en ningún momento. Cuando los lectores me dicen que sienten que Viruca está muy presente pienso que he conseguido mi objetivo", cuenta el autor, que desde el principio tuvo muy claro cómo debía ser el arranque de la historia, pero confiesa que fue durante el proceso de escritura cuando descubrió el tema que desvelaba su relato. Contada en forma de thriller, la novela explora las formas de acoso y manipulación que se dan a través de las nuevas tecnologías, centrándose en concreto en dos términos: el sexting, que consiste en el envío de imágenes o vídeos de contenido sexual por medio de teléfonos móviles y la sextorsión, el chantaje bajo la amenaza de la difusión de dichos archivos. En los últimos años bastantes han sido las noticias que han alertado del uso de estas técnicas de las que ya han sido víctimas famosas como Jeniffer Lawrence. Pero en muchas ocasiones, para crear verdadera conciencia social, hace falta ver el problema desde una perspectiva más cercana y es por eso que Montero decidió utilizar el mundo rural como el escenario de este chantaje cibernético. "Antes había mucha diferencia entre las ciudades y los pueblos, pero ahora, gracias o debido a internet, esa brecha ha quedado difuminada. Los jóvenes se han entregado de una manera muy rápida y sin pensar las consecuencias a las nuevas tecnologías, volcando toda su intimidad en las redes sociales", afirma el escritor, quien en el proceso de documentación para su novela se sorprendió al conocer que tanto el sexting como la sextorsión se habían instalado completamente entre los jóvenes, convirtiéndose en las nuevas formas de ejercer el bullying. "Los adolescentes han hecho siempre burradas, la diferencia es que ahora se graban. Queda un registro de todo lo que se hace, unas imágenes con las que se puede amenazar y manipular a alguien". Pero ante esta indefensión Montero recomienda "saber darle la importancia justa a las cosas" y ser consciente de que "todo se puede relativizar".

No es la primera vez que este autor trata el tema de las redes sociales, pues en su anterior novela, Los tatuajes no se borran con láser, ya se hacía alusión a la influencia que éstas tienen en la vida actual. Tampoco es nuevo para él expresarse a través de voces juveniles, pues fue guionista de series como Al salir de clase o Física o química. "Esta vez me venían bien como apoyo de la trama, pero no pretendía hacer un retrato generacional como sí podía ser la aspiración en Física. Para el próximo libro intentaré que no aparezcan adolescentes y así demostrar que también sé escribir de otros temas", cuenta entre risas este gallego que quiso hacerle un pequeño homenaje a su tierra ubicando la novela en un pueblo que, aunque ficticio, guarda muchas similitudes con su Celanova natal. Pero entre los hermosos paisajes forestales y las termas romanas que rodean todo el interior de la provincia, se cuela también uno de los problemas que con mayor contundencia marcó el contexto social gallego de mediados del siglo XX. "Sigue habiendo droga, pero no como en los años 80 que fue un estrago brutal. Lo que sí me ha sorprendido es encontrar a chavales de 15 o 16 años, tanto en Galicia como en Madrid, consumiendo drogas tradicionalmente asociadas a adultos", expone el escritor, quien para alertar sobre ello introduce en su obra a Iago, un joven que abusa de la cocaína para hacer frente a su día a día. Una rutina que la crisis económica ha terminado por desestabilizar pero que sin embargo no ha afectado a los más ricos, "quienes a pesar de no conservar el poder económico sí mantienen un poder casi feudal que les permite corromper y manipular a los más desfavorecidos", denuncia Montero, quien opina que la crisis ha disparado la grieta entre ricos y pobres, hundiendo a los últimos en la desesperación. Todo ello queda reflejado en su novela a través de diversos personajes que irán cruzándose en el camino de Raquel y en su búsqueda de la verdad sobre la muerte de Viruca.

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