'Up in the air': El superficial retrato de un 'killer' laboral

Crítica

Clooney encarna a un egoísta truncador del sueño americano en este drama sobre despidos laborales.
Clooney encarna a un egoísta truncador del sueño americano en este drama sobre despidos laborales.
Carlos Colón

23 de enero 2010 - 05:00

Up in the air. EEUU, 2009, Drama. 109 min. Dirección: Jason Reitman. Intérpretes: George Clooney, Vera Farmiga, Jason Bateman, Anna Kendrick. Guión: Jason Reitman, Sheldon Turner. Fotografía: Eric Steelberg. Música: Rolfe Kent.

Tratamiento ligero de un tema dramático. Imágenes tersas para una cuestión espinosa. Apariencia seductora para retratar a un hijo de mala madre. Reitman ha jugado con habilidad a enseñar la patita crítica, ácida y amarga para ocultarla inmediatamente tras la levedad del tratamiento, la limpieza de las imágenes y la capacidad de seducción de un Clooney insoportablemente poseur y feliz de haberse conocido. Esta habilidad le procurará el éxito pero le resta calidades y, sobre todo, profundidad humana. Porque este tipo de juego de contrarios fue espléndidamente utilizado por un Preston Sturges o un Billy Wilder para seducir al público sin renunciar a la inteligencia y la mordacidad crítica, pero Reitman tiene una talla muy inferior y juega en otra liga: la de un Sam Mendes o la mentira disfrazada de realismo crítico.

La cosa empieza bien con los testimonios de los despedidos frente a la cámara, pero pronto sabemos que estamos ante un juguete cuando en la primera entrevista se visualizan las posibles reacciones del sujeto despedido. Poco después el efecto combinado del montaje, el sonido y la música (cuando Clooney hace la maleta, llega al aeropuerto y pasa los controles) acentúa el olor a falsificación: no es posible abordar una historia de estas características con una estética publicitaria, como si no hubiera diferencia entre esta película y el anuncio de la máquina de café que protagoniza el actor.

Lo que en estos momentos iniciales se intuye se va cumpliendo conforme avanza la trama. Clooney es un egoísta que ha hecho de su vida errante por hoteles, aviones, despachos de empresas ajenas y descomprometidas relaciones sexuales su paraíso ambulante desasido de todo vínculo emocional. El trabajo que lo lleva de un lado a otro es comunicar el despido a los afectados: un killer laboral, aunque lo llamen experto en motivación, que deberá enfrentarse a una evolución a peor de las cosas cuando su empresa decida que ni tan siquiera es necesario notificar personalmente los despidos. Mientras ha de iniciar en los secretos de la profesión a su verdugo le irá naciendo la conciencia, a la vez que él irá naciendo al amor: un proceso tan improbable como los rápidos cambios de carácter que el guión resuelve mal, no sólo en el caso del protagonista, sino en el de su joven pupila-verdugo, que pasa en un periquete de fiera leona a asustada gatita (y hasta llorona e histérica) aparentemente sólo al ver la pericia de Clooney transitando por los aeropuertos. O como la conversión de una historia de sexo en una blandita historia de amor con visita a la familia, al pueblo y al instituto incluidas.

Los apuntes sobre la estupidez y la crueldad empresarial posmoderna quedan invalidados por la superficialidad de las imágenes. El mal puede ser banal, como dictaminó Hannah Arendt, pero no puede serlo el discurso que pretende denunciarlo. Por otra parte la astuta liviandad del estilo deja tan claro que los denunciantes -Reitman, Clooney- forman parte del sistema que denuncian, que la película pierde toda eficacia crítica. E impone una evidencia: tratar tan superficialmente algo tan dramático es inmoral.

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