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Agenda SEFF: últimas jornadas
Sevilla/Se venía coqueteando con la idea desde la primavera del pasado 2007, mucho antes de que los conciertos de Madonna y Bruce Springsteen demostraran la idoneidad del Estadio de la Cartuja para asumir la celebración de megaespectáculos musicales. Justo cuando se anunció la actuación del segundo, fuentes del Estadio Olímpico confirmaron a este diario las negociaciones con la banda irlandesa, aunque finalmente Sevilla quedó fuera de la primera fase del 360º Tour. Se avanzó entonces que había posibilidad de que la ciudad entrara en la segunda vuelta de la gira, y así ha sido: la web oficial del grupo confirmó ayer su actuación en la capital hispalense el próximo 29 de septiembre de 2010.
Sevilla será, de hecho, la única ciudad española incluida a lo largo del próximo año en el 360º Tour, que arrancó en Barcelona el pasado 30 de junio y tiene previstas ahora paradas en localidades de Alemania, Dinamarca, Finlandia, Rusia, Austria, Grecia, Turquía, Francia, Bélgica y Portugal (en este último país, la banda actuará en el Estadio de Coimbra el 2 de octubre). Mientras que para Helsinki o Viena ya se han anunciado las fechas de reserva y venta de entradas, para el resto de la gira siguen siendo una incógnita. No así los precios de las mismas, que la promotora Live Nation, productora del tour, anuncia serán de 95, 55 y 30 euros.
Inmerso desde hace ya muchos años en esa dinámica en la que los discos se convierten en una excusa más o menos decorosa para la realización de inacabables giras, U2 usa como coartada en el 360º Tour la publicación de su duodécimo disco oficial, No Line On The Horizon, editado el pasado mes de marzo, aunque a nadie se le escapa que el interés real de su propuesta radica en esa espectacularidad que el grupo liderado por Bono sabe explotar como pocos. Y en ese sentido, el 360º Tour riza el rizo para convertirse en el no va más, de momento, en cuanto a stadium-rock se refiere.
Un gigantesco escenario de 50 metros de altura con pasarela giratoria, sobre el que cuelga una pantalla de vídeo circular, se convierte así en el centro de atención de la audiencia, que viene abarrotando cada estadio por el que ha ido pasando el tour, convenientemente patrocinado por una conocida marca de smartphones, en su periplo por ciudades de Europa y Norteamérica.
En su próxima cita en Estambul, el 6 de septiembre, el grado de espectacularidad aún podría subir unos enteros: invitado por el ministro turco para Europa, Egemen Bagis, Bono se habría sentido entusiasmado ante la idea de ofrecer una actuación sobre el puente colgante del Bósforo, que con su kilómetro y medio de largo une las orillas europea y asiática de la ciudad. Será un concierto “a favor del entendimiento entre los pueblos”, apuntaba ayer la prensa turca, resaltando el obvio toque simbólico del asunto, tan ajustado a la política de gestos de solidaridad chic que ha terminado por proyectar la figura del cantante mucho más allá del ámbito musical.
Poco de todo esto, incluida su indiscutible consagración como una de las bandas de rock más populares del planeta, podrían imaginar aquellos cuatro adolescentes –junto a Bono (Paul Hewson), The Edge (David Evans), Adam Clayton y Larry Mullen– que allá por la segunda mitad de los 70 empezaron a realizar sus primeros ensayos, y que ya en 1980, de la mano de uno de los productores de moda del momento, Steve Lillywhite, debutaron en largo con un disco robusto y exultante, Boy.
Títulos como October (1981), War (1983) o The Unforgettable Fire (1984) –su primera colaboración con el tándem Brian Eno/Daniel Lanois– allanarían el camino al éxito masivo, que finalmente llegó con The Joshua Tree (1987), momento de apogeo de su carrera y punto de partida para futuras reinvenciones.
De nuevo bajo la alargada sombra de Eno, Achtung Baby (1991) redirigiría los pasos del grupo hacia el rock con influencias electrónicas, marcando quizás la cima de su creatividad, pero dando al mismo tiempo vía libre al gigantismo con unas puestas en escena donde la música tiende a convertirse en un anexo de la imagen.
Su discografía, desde entonces repleta de altibajos, no ha vuelto a registrar otro trabajo tan notable, consideración de la que No Line On The Horizon, álbum para el que volvieron a contar una vez más con sus productores fetiche –Eno, Lanois y Lillywhite–, queda bastante alejado. Eso sí: la espectacularidad está asegurada.
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