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Tomás Marco y el alma del piano

contemporánea

En el 75 cumpleaños del compositor, el pianista Mario Prisuelos presenta un disco monográfico con su música

El pianista madrileño Mario Prisuelos ha grabado música de Tomás Marco para el sello IBS Classical. / Michal Novák
Pablo J. Vayón

13 de noviembre 2017 - 06:00

La ficha

'Marco: piano works'. Mario Prisuelos, piano. IBS Classical.

El compositor madrileño Tomás Marco, uno de los grandes nombres de la vanguardia española del último medio siglo, cumplió el 12 de septiembre pasado 75 años. Este disco es un homenaje que le brinda aprovechando tal ocasión el pianista Mario Prisuelos, que ha grabado para IBS Classical una selección de la obra del compositor para su instrumento: "Conocí a Tomás gracias a mi maestro Humberto Quagliata, y llevaba tiempo trabajando su obra. En 2015 tuve la ocasión de estrenar Movilidad de la escultura, y fue entonces cuando le planteé la idea de un trabajo como este, que él aceptó encantado".

Dedicada a Prisuelos, Movilidad de la escultura (2014) cierra el álbum. "Es lo único que tenía claro de la estructura del disco, que no quería que fuera cronológica. Deseaba que tuviera una dramaturgia, que escucharas el CD y sintieras que iban ocurriendo cosas, a veces con ideas conceptuales como la Soleá cercana a la Sonata de los Cármenes y otras veces por una cuestión de tensión artística o musical", afirma Prisuelos. Para Tomás Marco, "la escultura ha sido considerada habitualmente como algo que puede representar el movimiento, pero siempre como si estuviera congelado. La temporalidad de la música hace que sea un arte casi exclusivamente móvil". La obra se graba por primera vez, como otras cuatro de las incluidas en el CD: la Toccata in modo perpetuo (2014), obra virtuosística que estrenó Marisa Blanes; las Tres piezas minuto, otras tantas miniaturas escritas entre 1995 y 2000 para ocasiones diferentes; Giardini Scarlattiani (2006), obra escrita en conmemoración del 250 aniversario de la muerte de Domenico Scarlatti para el que Marco utiliza material de diversas sonatas del maestro italiano ("Hago música propia con materiales históricos no para recrear una época sino para confrontar dialécticamente una tensión estilística. No se trata de modernizar a Scarlatti, sino hacer música en su homenaje desde aquí y ahora"); y Sonata en forma de Cármenes (2012), un encargo del Festival de Úbeda, donde la estrenó Joaquín Achúcarro, y que se basa en determinados elementos de la música de Falla.

"Yo quería hacer una amplia panorámica de la música del maestro", comenta Mario Prisuelos, "por eso mi interés por presentar obras que no se habían grabado nunca, pero también por ofrecer algunos clásicos". Es este el caso de Fetiches (1967), música encuadrada en un momento muy determinado del furor de la vanguardia serial, pero cuyo título alude precisamente, según el propio Tomás Marco, "tanto a las pequeñas figuraciones como al abandono de elementos que eran tabú en el fetichismo de la música de la época". Finalmente, Soleá (1982) es una obra estrenada en Sevilla en 1983, un homenaje a Joaquín Turina: "Mi idea no fue usar materiales de Turina, sino acercarme a su manera de componer", comenta Marco. "Escogí un tema flamenco de soleá, que ni es original de Turina ni está tomado de una obra popular, sino que es inventado. Sobre él compongo una obra enteramente propia, con una estructura formal autónoma".

Para Mario Prisuelos, estos casi 50 años en la evolución de la obra pianística de Tomás Marco "es muy natural y coherente. Se trata de una música que ha mantenido siempre un gran poder comunicativo y muy homogénea estilísticamente: en este tiempo ha ido creciendo un árbol que es muy suyo, muy personal, pero no diez árboles a la vez. Marco es fiel a sus ideas, lo que yo creo que es muy de agradecer en un momento en el que han trascendido montones de estéticas diferentes, muy diversas maneras de entender el instrumento. Por supuesto que hay una evolución, que la abstracción conceptual de los 60 se ha ido poco a poco diluyendo en otras cosas, que Fetiches no tiene nada que ver con Giardini Scarlattiani, pero encontramos elementos que las relacionan, determinados ostinatos, algunos contrastes basados en bruscos cambios de tempo, que son muy suyos. Ves una firma propia, que se puede apreciar tanto en las obras más antiguas como en las más actuales".

Para Prisuelos, "el estatus que tuvo el piano en el siglo XIX es por supuesto irrepetible pero sigue teniendo vida en el mundo de la composición actual. Estamos en un momento singular: hemos experimentado con técnicas extendidas de todo tipo, lo hemos roto en pedazos, le hemos metido dentro de todo, lo hemos mezclado con la electrónica. Y ha llegado la hora de quitarse prejuicios. Está todo (o casi todo) experimentado ya. Lo que nos toca ahora es convivir con las tendencias que se han ido creando en los últimos doscientos años. Tratado ortodoxamente, sigue habiendo un lugar para el piano en la música actual. Muchos compositores me dicen que es un reto absoluto componer para el instrumento por la carga histórica de su repertorio. Pero no me obsesiono con lo que pueda venir, que obviamente también me interesa. Prefiero ahondar en lo que ya tenemos: hay mucho por profundizar y por comunicar en el repertorio del último medio siglo, por ejemplo. Más que preocuparme por la evolución futura del piano, me interesa mostrar el alma del instrumento".

Habitual de la música contemporánea, para Mario Prisuelos no deja de ser una contradicción "que se esté abogando por acabar con los guetos de la música contemporánea, con lo que estoy de acuerdo, pero no se le dé espacio en las programaciones más convencionales, y es una lástima, porque cuando se programa bien mezclando música actual con clásica, la gente lo acaba agradeciendo mucho".

De momento, trabaja para llevar la música de Tomás Marco en 2018 por festivales españoles y extranjeros (Polonia, Francia, Estados Unidos). "Tengo también un proyecto de danza y piano que me apasiona: será con el bailarín Rubén Olmo [Premio Nacional de Danza 2015] y con música de algún clásico del siglo XX (Shostakóvich, seguramente) y del XXI. En marzo estreno el 2º concierto para piano y orquesta del navarro José María Goicoechea, que murió en julio a los 93 años. Y tengo en mente también un par de discos: uno con música del siglo XX y otro con recuperación de patrimonio". Dejo a Mario Prisuelos ensayando música de Shostakóvich, "que también espero grabar algún día. Es un compositor que me entusiasma". Entusiasmo que muchos compartimos.

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