Alucinante viaje al centro de la soledad
The Sheep Song | Crítica de teatro
La ficha
***** ‘ The Sheep Song’. Toneelhuis/FC Bergman: Stef Aerts, Joé Agemans, Thomas Verstraeten, Marie Vinck. Con: Stef Aerts, Joé Agemans, Dries De Win, Jonas Vermeulen, Thomas Verstraeten, Marie Vinck. Iluminación: Ken Hioco. Diseño de sonido: Senjan Janssen. Vestuario: Joëlle Meerbergen. Música: Frederik Leroux-Roels. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes 18 de noviembre. Aforo: Casi lleno.
Al abrirse el telón nos encontramos con un rebaño de ovejas (de verdad) que comen tranquilamente en el escenario. Pero no todas están contentas con la vida sencilla y bucólica que les ha tocado vivir. Uno de los machos está tratando desesperadamente de ponerse de pie.
La conquista de la posición erecta no será más que el principio de un alucinante proceso de humanización en el que cada paso adelante, penosamente logrado debido a las fuerzas contrarias que lo repelen –y es magnífico en ese sentido el hallazgo de las dos cintas transportadoras sobre las que transcurrirá toda la pieza-, supone la destrucción de su ser anterior y, por ende, la imposibilidad de regresar al punto de partida.
The Sheep Song es un alucinante viaje que nos arrastra a todos en pos del cordero -cordero místico, cordero sacrificial… No olvidemos que este colectivo de artistas llamado FC Bergman (el Foute Club Bergman), procede de la ciudad de Amberes- haciéndonos sentir, con él y como él, la indiferencia, el rechazo y la violencia que los seres humanos son capaces de proyectar frente a otros seres humanos por el simple hecho de ser diferentes.
El talento inconmensurable del grupo va desarrollando las diferentes etapas, en la parte delantera del escenario, con un sucederse de escenas de una belleza lacerante en las que la iconografía religiosa, vía crucis de Cristo incluido, se mezcla con apuntes verdaderamente surrealistas, como la aparición de Pinocho junto al escarabajo de Kafka, Dafne o el mismísimo Michael Jackson.
Auténticas instalaciones iconoclastas capaces de recrear deliciosos jardines, ciudades llenas de rascacielos, paisajes –con un cuadro del pintor belga del Renacimiento Joachim Patinir- o un quirófano en el que el protagonista realiza su última adaptación a la vida humana, tras fracasar en el intento de trascenderse mediante un hijo mestizo. Una escena, esta, tan hermosa como aterradora.
Inquietante es también la aparición de un teatrillo de marionetas para dejar constancia de la lujuria del hombre mientras que la crueldad de este para con los animales queda patente con un torero que, convertido en toro, es traspasado por cuatro banderillas mortales.
Pero el del cordero es un camino de soledad absoluta para el que no existe salida ya que, cuando intenta regresar a su antiguo rebaño, este ya no lo reconoce.
Todo es admirable en esta pieza: las luces, la técnica, el buen trabajo de Frederik Leroux con el banjo y, sobre todo, el de los intérpretes, si bien el del cordero -Jonas Vermeulen- es realmente impresionante.
Y si en 2018 nos impactó aquel País de Nod en el que los Bergman fueron capaces de reproducir en escena la sala Rubens del Museo de Bellas Artes de Amberes, este poético y admirable The Sheep Song, concebido durante la pandemia, nos deja una sensación absolutamente demoledora.
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