La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
artes escénicas
Salvador Távora y La Cuadra de Sevilla recuperan, 45 años después de ese estreno, un espectáculo mítico del teatro andaluz, Quejío, un montaje con el que aquel creador del Cerro del Águila revolucionó la dramaturgia del momento y que se puede ver desde este miércoles hasta el día 26 en el Teatro Távora. "Hablar de Quejío es hablar de la historia de este país, de todo este país", opina el director, para quien La Cuadra y Els Joglars fueron dos grupos decisivos en la renovación de la escena española y demostraron "que Andalucía y Cataluña eran otra cosa. Ayudamos a hacer una Transición desde el arte".
Távora, al que había marcado su experiencia años antes en el Oratorio que había interpretado junto al Teatro Estudio Lebrijano, se rebelaba en Quejío contra una Andalucía "que era una postal y ofrecía un arte contemplativo. Nuestra imagen se había desvirtuado, queríamos recobrar la austeridad, la lucha", comenta sobre este canto desgarrado que reivindica la dignidad del hombre.
Una austeridad que impregnaba la propuesta escénica: estrenada en Madrid, en el Pequeño Teatro del TEI, el 15 de febrero de 1972, y luego en París, donde alcanzó una importante resonancia internacional, la pieza demostró, sostiene Távora, que "con tres cosas creíbles, no hacía falta más decorado, se podía hacer un espectáculo grandioso". Sin que la fuerza de la obra recayera en los diálogos, "con la belleza", Távora y los suyos afrontaron esta producción "con la voluntad de sublimar el espíritu".
"Nadie era consciente de la importancia política, social y cultural que tendría aquella creación", evoca Lilyane Drillon, otra figura imprescindible en la larga historia de La Cuadra. "Se dice que hay un antes y un después en el flamenco, que entonces se vendía como escaparate, se olvidaba de una tierra azotada por el analfabetismo, por la miseria. Al flamenco se le colocaba una careta alegre", prosigue Dillon, para quien Quejío puso el arte jondo "en el contexto en el que nace el grito, un grito que no nace de la felicidad, sino de la angustia, de la pobreza". En la propuesta que concibieron desde La Cuadra, "no había cantaores con la pulsera de oro, sino gente real con sus pantalones viejos".
Los cambios que se han producido en la sociedad en estas cuatro décadas provocaron que Távora y Drillon albergaran "dudas" sobre si hoy podrían encontrar al reparto idóneo para Quejío. "Los que trabajaban en aquel espectáculo eran hombres de aquella época, con su bagaje, ninguno era burgués, era gente del pueblo que había sufrido. Se trataba de ser, no de aparentar", analiza Drillon. "Hoy, con esta vida cómoda que tenemos, no sabíamos si los artistas podrían aportar esa violencia contenida. Pero la respuesta es que sí".
En el reestreno participan dos de los intérpretes del montaje original, el músico Jaime Burgos, que en las primeras funciones ejercía como sustituto del guitarrista original, y el bailaor Juan Romero, que aquí, por su edad, no se podrá marcar unos pasos pero tocará la flauta. Además, esta recuperación de Quejío está dedicada a José Monleón, hombre clave del teatro español y maestro de Távora, y Paco Lira, persona determinante en la vida cultural de la ciudad, propietario de La Carbonería y años antes de La Cuadra, el local donde la compañía del mismo nombre empezó a gestar un capítulo crucial de la historia del teatro español.
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