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Tarantas de la felicidad

Juan Vergillos

31 de agosto 2013 - 05:00

Baile: Leonor Leal. Cante: Javier Rivera, Jeromo Segura. Guitarra: Salvador Gutiérrez. Lugar: Cicus. Fecha: jueves, 29 de agosto. Aforo: media entrada.

Las tarantas fueron de felicidad plena. Y eso que Leonor Leal renunció a todo intento de seducción, a cualquier concesión. No tiene nada que ver con la sequedad de la caña o la soleá. En realidad, esta austeridad última procede de la destreza técnica y de la renuncia, consciente, de los recursos tradicionales femeninos, señaladamente las manos, las muñecas. Pero volvamos a las tarantas: fue todo tan seco, tan extraño, tan japonés, que la pura emoción de la danza manó a raudales. Se puede ir aún más lejos por este camino: la cara de palo, los movimientos secos, el golpe preciso. Además, las letras, cartagenera, levantica y taranta, pulcramente seleccionadas de lo mejor del repertorio lírico jondo. El cante, cortado a pico del filón minero. Y el toque sobrio pero lúcido, colorido. Fue la felicidad plena.

Dos formas, dos estados de ánimo, dos tradiciones: por un lado tarantas y alegrías, por otro soleá y caña. Y los tangos, desplazados desde la taranta al fin de fiesta. Y una lucha: en los bailes masculinos, con pantalón, la bailaora luce un generoso escote en tanto que en taranta y alegrías va cubierta hasta el cuello. Además, el cobertor oculta al espectador los volantes de la falda. Estoy seguro de que en el momento en que la bailaora caiga en aquello que tanto teme, desaparecerá la lucha. En ese momento, el baile, su baile magnífico, se apoderará de todo, ocupará el sitio que le corresponde, y será majestuoso. Mas para ello, una de las partes en conflicto debe ceder el control. Con todo, Leonor Leal es, hoy, una de las bailaoras más estimulantes del panorama jondo. Por ahora, me gustó la taranta y me dejaron con ganas, insatisfecho, a medio camino, las alegrías. Claro que la destreza, los fuegos artificiales de caña y soleá, que fue más bien bulerías, le encantaron al público. Por supuesto que esta bailaora es una atleta. Una puesta en escena ajustada, sencilla pero plena de buen gusto, donde sólo desentonaron las canciones por bulerías de Jeromo Segura. Y no porque no cante bien el de Huelva, sino porque no venían al cuento de la noche.

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