El Betis pasa por Viena

REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA | CRÍTICA

Lucas Macías frente a la ROSS abriendo el año musical.
Lucas Macías frente a la ROSS abriendo el año musical. / Juan Carlos Muñoz
Andrés Moreno Mengíbar

03 de enero 2024 - 22:44

La ficha

***Concierto de Año Nuevo. Programa: Obras de J. Strauss II, G. Rossini y J. Offenbach. Soprano: Bryndis Gudjonsdottir, Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director: Lucas Macías. Fecha: Miércoles, 3 de enero. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Lleno.

Una vez más, nuestra orquesta, sumida en la incertidumbre, sin gerente definitivo, sin resolver la sucesión inmediata de Soustrot y con muchas cuestiones pendientes que no se resolvieron con la contraproducente huelga de primavera, tira de rutina y se deja llevar por el mimetismo de cientos de orquestas que copian el modelo del Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, como si el Danubio pasase por Sevilla o el Betis por Viena. Hay otras muchas opciones para recibir musicalmente el Año Nuevo en estas tierras, basta con mirar a nuestra propia tradición musical, con esa inacabable mina que es la Zarzuela, por ejemplo, en la que tantos buenos valses hay, por cierto.

La ROSS comenzó el concierto con una obertura de El murciélago en la que las cuerdas (violines especialmente) mostraron estar aún poco engrasados y en la que la batuta del valverdeño Lucas Macías estaba aún poco suelta en materia de rubato y de laxitud con el tempo, que le quedó excesivamente cuadrado. Precisamente lo contrario que derrochó Gudjonsdottir en Mein Herr Marquis de la misma opereta: desparpajo en el fraseo, acentos llenos de picardía, sumados al brillo de su registro agudo y a su sobrado volumen. Sus carencias en la zona central, débil y poco audible, asomaron en Klänge der Heimat, pero fueron compensadas por sus brillantes coloraturas. Algo que tuvo ocasión de refrendar con Glitter and be gay de la ópera Candide de Leonard Bernstein dada como propina, con unas rutilantes vocalizaciones.

Del resto del programa cabe recordar, en primer lugar, la sedosidad del sonido de chelos y contrabajos en la introducción de Guillermo Tell, así como el diálogo de corno inglés y flauta, preludio de una enérgica cabalgada. Macías para entonces ya se había revestido de la elegancia del fraseo vienés, con cuerdas empastadas en el Vals del Emperador y mano suelta y dúctil en la polca Unter Donner und Blitz dada también como propina antes de la inevitable Marcha Radetzky.

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