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Sotheby’s saca a puja el retrato perdido de la ‘Papisa’ de Velázquez

Mercado del arte

Entre 2 y 3 millones de libras se piden por la efigie de la poderosa cuñada de Inocencio X cuyo rastro se perdió hace casi tres siglos

El retrato de Olimpia Pamphili pintado por Velázquez durante su colocación en Sotheby's. / Chris J Ratcliffe (Efe)
Charo Ramos

03 de julio 2019 - 06:01

Sevilla/La cuñada del papa Inocencio X, Olimpia Pamphili (1591 - 1657), fue la mujer más poderosa en la Roma del siglo XVII y por ello pudo encargarle al célebre pintor Diego Velázquez el retrato que, presumiblemente, es el lote 28 que hoy sacará a puja en Londres la casa Sotheby’s dentro de su atractiva sesión de Obras Maestras del arte antiguo. Entre piezas de los siglos XIV al XIX firmadas por los más importantes pintores del canon occidental, como José de Ribera, Simon Vouet, Johann Liss y las eminencias del paisajismo británico -Turner, Constable, Gainsborough-, el lienzo de Velázquez se pone a la venta por entre dos y tres millones de libras esterlinas. La casa de subastas confía en que un gran museo se haga con él.

Según algunas versiones, la Papisa Donna Olimpia fue la amante del poderoso papa Inocencio X, el modelo de una de las obras más celebradas de Velázquez a la que Francis Bacon rindió tributo en numerosas (descarnadas y angustiosas) versiones. Fue durante la segunda estancia de Velázquez en Roma -entre 1649 y 1650- cuando el sevillano ejecutó este retrato de Olimpia del que se perdió la pista en 1724, fecha del último registro. Se consideraba que la obra, pintada poco después que el retrato de Inocencio X, había sido destruida y lo cierto es que su estado de conservación y ciertas lagunas documentales hacen que el precio de venta, siendo alto, no sea tan elevado como Muchacha con pandero, el oído de José de Ribera, por el que Sotheby’s pedirá hoy entre 5 y 7 millones de libras.

La casa de subastas asegura que, tras la inspección de primera mano, ha contado con el asesoramiento de grandes expertos en Velázquez que han ratificado que se trataría del original perdido y entre ellos cita al recordado William B. Jordan (que dejó un informe escrito en 2016), al doctor de la Universidad de Alcalá de Henares Benito Navarrete Prieto y al conservador del Louvre Guillaume Kientz, así como a Fernando Marías, que habría ayudado a dilucidar la procedencia del cuadro. Para Sotheby’s, no hay duda de que la obra "pertenece a un momento de extraordinaria calidad en la producción de Velázquez", cuando realiza en Roma sus más célebres retratos ajenos a la corte española, desde donde se reclamaba con insistencia su regreso a Madrid.

Benito Navarrete, Guillaume Kientz y William B. Jordan, entre los expertos que documentaron la obra

Entre 1649 y 1650 retrató a Inocencio X, "la pintura más hermosa de toda Roma" según Joshua Reynolds y que aún se conserva en la galería Doria Pamphili; también pintó a su ayudante Juan de Pareja (hoy en el Metropolitan de New York) y a Ferdinando Brandani (Museo del Prado), entre más de media docena de retratos romanos que llegaron hasta nuestros días.

El reciente hallazgo de la Donna Olimpia permite apreciar, según Sotheby’s, la profundidad psicológica de la modelo, una mujer robusta, ambiciosa y adelantada a su tiempo que parece que estuviera posando ante nosotros en este mismo instante. El padre de Olimpia, un recaudador de impuestos, intentó encerrarla en un convento contra su voluntad al cumplir los 15 años, lo que determinó su compromiso con la emancipación femenina. Ella le desafió casándose con el joven más rico de su ciudad. Cuando enviudó con 18 años heredó una considerable fortuna que le permitió contraer matrimonio tres años después con Pamphilio Pamphili, de 51 años, miembro de una casa nobiliaria en decadencia a la que ella aportó el lustre del dinero. Así pasó a ser conocida como Donna Olimpia y se convirtió en la asesora de su cuñado, monseñor Gianbattista Pamphili, de 38 años, al que promovió en 1629 a cardenal en el Vaticano. En 1644, tras un complicado cónclave, sus maniobras ayudaron a que el trono papal fuera para Gianbattista, que pasó a la historia como Inocencio X. Se dice que Olimpia acudía todos los días al Vaticano a despachar asuntos y que no había tema que el papa no le consultara, lo que provocó numerosos recelos.

Tras su muerte en 1657, el retrato de Donna Olimpia habría pasado por herencia a su sobrino-nieto el cardenal Camillo Massimi, en cuya galería colgaba junto a su propio retrato pintado por Velázquez, éste actualmente en Kingston Lacy, Dorset. A la muerte de Massimi en 1677, su legado y entre él el retrato de la Papisa fue adquirido por Don Gaspar Méndez de Haro y Guzmán, séptimo Marqués del Carpio, que llegó a Roma en 1677 para servir como embajador de España de Carlos II y entre 1682-83 fue destinado a Nápoles para ocupar posesión del puesto de virrey de España. Allí se consagró como el principal coleccionista de arte de Italia, dejando al morir una colección de más de 1800 pinturas.

El retrato de Donna Olimpia se halla inventariado dos veces entre sus posesiones: en 1682 y 1687. El número de inventario que puede verse hoy en la trasera de la pintura corresponde al primero de ellos, donde aparece como el número 429 y la descripción: "Ritratto di Donna Olimpia Panfilia con velo nero in testa", por "Diego Velasco". Las medidas y el formato son idénticos a los del retrato de la colección de Massimi y coinciden con los del lienzo que hoy sale a puja en Londres.

Tras la muerte del Marqués del Carpio en Nápoles en 1687, la obra nunca regresó a España. Se cree que se vendió en Italia para hacer frente a las numerosas deudas del virrey y pasó luego por diversas colecciones privadas hasta que en 1724 apareció en la colección del cardenal Pompeo Aldrovandi (1668-1752). Su pista se pierde hasta que reapareció en los años 80 en el mercado del arte como pintura anónima holandesa y esta tarde Sotheby’s podría encumbrarla definitivamente.

La vida novelada de una pionera del feminismo

A Donna Olimpia se la ha identificado como una de las primeras feministas de Italia debido no sólo al poder político que ejerció en la sombra sino sobre todo a su compromiso por mejorar las condiciones de vida de las mujeres de su tiempo. Está documentado que entregó dinero a jóvenes amenazadas con ser encerradas en conventos por padres que no podían o no querían pagar sus dotes, y también que fue benefactora de las prostitutas de Roma, permitiéndoles viajar en carruajes que llevaran su divisa. Individualista y ambiciosa, de fuerte carácter, su vertiginoso ascenso social le valió el sobrenombre de la Papisa. Su vida, tema de numerosos artículos y ensayos, inspiró una biografía novelada publicada en 2008 por la autora estadounidense de best-sellers Eleanor Herman. El libro se titula La amante del Vaticano y aún no se ha traducido al español.

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